domingo, 18 de octubre de 2015

huir



“... huyendo siempre de las terribles y quemonas tabaibas...” (P. M.)...
“... lo que uno siembre, eso cosechará...” (Ga 6, 7b-8).
... así se expresaba el amigo y sacerdote de cuando niño andaba entre ellas por Jinámar (dándome implícitamente la razón): No somos resistentes, de seguir este plan,  Necesitamos más capital, y menos deudas. Por suerte tenemos reservas no explotadas, y están ahí. Pero falta regulación y reguladores. Faltan también investigadores. Solo tenemos malversación. Nuestra economía está apalancada.
Nuestra actividad ya no puede bajar más; llegó a tope. ¡Y nuestra tierra vale (la que más en el mundo), pero está inactiva, dominada y envenenándose! Necesitamos políticos reformadores, que incentiven las inversiones (y abran puertas a las empresas). Aumenta la desigualdad. Nadie gasta nada en demandas que no nos hacen. Crecen los impuestos sobre las propiedades. Gana la globalización, perdemos nosotros, que no investigamos, ni estudiamos (solo vemos y sabemos de fútbol). El sector privado sin inversión. No innovamos. Nos van a poner impuestos por el sol (placas solares). Tiene de donde sacar capital, y lo buscan entre la masa humana empobrecida. Sin protección. Responde europa ante la irresponsabilidad política de los nuestros. Crece la tensión de la gente (drogada futbolísticamente) al ritmo de la crisis. Tenemos gobierno externo. Y ello, sin eficacia alguna y a sus provechos: nos usan y tiran. Nos ahogamos. ¿Cómo volver al pasado? Envejecemos y han matado a los niños antes de nacer; cada vez somos menos y más viejos. Sin ajustes. Grandes pérdidas. Sin competitividad, sin exportaciones. Vergüenza e inutilidad. Sin apoyo. Solo somos unos pobres e infelices contribuyentes, sin fondos.  Los políticos solo prometen falacias y mentiras e insultos entre ellos mismos, como único objetivo. Nos reducimos. Los bancos no financian. No producimos, pues de ahí el desempleo en masa. Imposible expansionarnos. Solo protegen a los bancos, que nos arruinan, No nos recapitalizan. Y las islas tabaiberas desunidas. Territorio partido, dividido, enfrentado, ¡vaya políticos de m....! Tenemos que ser grandes, uno. Nos desintegramos. Nos controlan. Y así, ¿cómo salirnos del euro?  Nos debemos (tenemos que) concentrar y  gestionarnos internamente. Nos hace falta unión.  Esa sería nuestra mayor fuerza; la división, nuestra mayor debilidad, y es ahí donde estamos. Nos tenemos que integrar (nos), ajustarnos. De lo contrario, no vamos a supervivir. Estamos rotos..., y solo nos toca huir de las tabaibas, “terribles y quemonas”       
El Padre Báez.    
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 IV. Gozo y paz
222. La espiritualidad cristiana propone un modo alternativo de entender la calidad de vida, y alienta un estilo de vida profético y contemplativo, capaz de gozar profundamente sin obsesionarse por el consumo. Es importante incorporar una vieja enseñanza, presente en diversas tradiciones religiosas, y también en la Biblia. Se trata de la convicción de que « menos es más ». La constante acumulación de posibilidades para consumir distrae el corazón e impide valorar cada cosa y cada momento. En cambio, el hacerse presente serenamente ante cada realidad, por pequeña que sea, nos abre muchas más posibilidades de comprensión y de realización personal. La espiritualidad cristiana propone un crecimiento con sobriedad y una capacidad de gozar con poco. Es un retorno a la simplicidad que nos permite detenernos a valorar lo pequeño, agradecer las posibilidades que ofrece la vida sin apegarnos a lo que tenemos ni entristecernos por lo que no poseemos. Esto supone evitar la dinámica del dominio y de la mera acumulación de placeres.
223. La sobriedad que se vive con libertad y conciencia es liberadora. No es menos vida, no es una baja intensidad sino todo lo contrario. En realidad, quienes disfrutan más y viven mejor cada momento son los que dejan de picotear aquí y allá, buscando siempre lo que no tienen, y experimentan lo que es valorar cada persona y cada cosa, aprenden a tomar contacto y saben gozar con lo más simple. Así son capaces de disminuir las necesidades insatisfechas y reducen el cansancio y la obsesión. Se puede necesitar poco y vivir mucho, sobre todo cuando se es capaz de desarrollar otros placeres y se encuentra satisfacción en los encuentros fraternos, en el servicio, en el despliegue de los carismas, en la música y el arte, en el contacto con la naturaleza, en la oración. La felicidad requiere saber limitar algunas necesidades que nos atontan, quedando así disponibles para las múltiples posibilidades que ofrece la vida. (del obispo de Roma, el papa Francisco, en una de sus encíclicas, la LAUDATO SI).

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