domingo, 29 de abril de 2012

¿para el gato?

¿Para el gato?

Es muy triste, lo que les voy a contar; muy triste, lo que van a leer. Les aviso, porque puede herir la sensibilidad. Es para echarse a llorar. Muy triste, tristísimo.

Que el bueno del hombre, va a comprar. Se trata de un pobre vergonzante (que le da vergüenza) de manifestar su pobreza, pero tiene hambre, pero –ver el comentario “Mércalaspalmas y los supermercados”- no tiene dinero o muy poquito, y debe estirarlo, porque como no le alcanza, pues ¡a por el mínimo...!

Nada, que el bueno de mi hombre, entra en un supermercado –les ahorro el nombre y el lugar-, y allá que atraca –no que robe- sino que se dirige a donde la chacinería, donde la carne y todos sus derivados, y allí en el expositor, lo más variado, lo más exquisito, lo mejor, y entre todo y tanto, productos distintos, de todo: chorizos, carnes, mortadelas, chuletas, costillas, etc., etc., etc., pero mi comprador, va y le dice al dependiente (aquí viene la tragedia, lo peor que he oído en mi vida): “¡Mire, como es para el gato, deme de lo más barato que tenga ahí!”, con referencia a mortadela o jamón de ese de en lata o como se llame; y no un cuarto kilo, ¡ni mucho menos! Toda la compra, era: “¡unos cien gramos!” Fue servido, después de cortar y pesar lo solicitado. Pagó religiosamente, y repitió, sin que nadie le pidiera razón del por qué de su selección del producto de su compra o adquisición (¡eso fue todo lo que compró, y un pan!); que se marchó “el cliente”, el mismo que en otro tiempo compraba de todo aquello en cantidad y diferentes productos afines, pero que ahora en paro, se le ve aceras arriba, aceras abajo, dejando pasen los días, cabizbajo, pensativo, cada vez más delgado...

Y éste, fue el comentario, que hizo el dueño del supermercado, que fue quien me lo contó -¡así vea los ojos de Dios!-, que ido el cliente, dijo: “¿para el gato?, ¡es para comérselo él, pero como le da vergüenza dijo que para el gato; el gato es él, que ya no puede sino comprar poco, y de lo más barato!”

Por mi parte, no puedo comentar nada, simplemente se lo cuento, como me lo contaron (o me lo contó quién fue el protagonista en parte de esta historia); triste historia, la de un pueblo, que rico en otro tiempo, ahora disimula que compra para el gato –poco por tanto- cuando es lo único que se puede echar a la boca, a no ser que robe para comer.

Mi pueblo, mi gente, pasa hambre. Y tenemos la mejor tierra del mundo; pero, la tienen protegida, y no se la puede tocar. Es preferible vivan las retamas y las tabaibas, y que mueran de hambre los tabaiberos –y como dicen los amigos de separar con precisión los sexos- y las tabaiberas.

El Padre Báez.

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