domingo, 22 de abril de 2012

Palmeras (bis):

Palmeras (bis):


Vuelvo sobre el tema de la palmera o palmeras, y no va por lo mismo, que sería repetirme, y no es mi estilo. Que si vengo de nuevo sobre la palmera, no es tampoco porque las diferencie si es de aquí o es de afuera.

Poco importa, que la palmera haya dado nombre a la capital de la Provincia, y a la misma Provincia; que tampoco van por ahí los tiros; menos aún, si se las dejan secar (¡que por la fruta que dan, le sobra el agua!).

Agua, que en el desierto no hay, y sin embargo es donde lucen su mayor garbo y elegancia, si bien siempre cerca de un oasis. Palmeras, que si te clavas una púa de sus ramas secas, te infestan como poco lo haga.

Pero, que me estoy yendo del tema, cuando nada de eso es lo que me trae otra vez a hablar –o escribir- sobre la misma (recuerdo que algunas, por los círculos en sus troncos, son milenarias, con cientos de años encima).

Seguro, que los guanches, las conocieron y si hablan nos darían noticias de siglos anteriores al XV, a sus sombras; de atrás vienen y no hay más que contarles los aros. Son hermosas estampas, en fondos de barrancos...

... alcanzando a las nubes, en un cimbrear, que no hay viento, que como a otros árboles arranque-, que flexible se mece, gracias a unas raíces que caminan y se agarran al suelo tanto como crecen.

Que era uno niño, y en aquellas cajas de “papeles” de los padres de uno, donde el libro de familia, el carné de identidad, el de familia numerosa, las estampas, los recordatorios...

¡A aquí quería llegar!: los recordatorios. Y en ellos, las estampas de las Vírgenes del Carmen en el Purgatorio, los Crucificados, los Corazones de Jesús..., pero ahora no. Ahora, el último que recibí, fue una palmera.

¡Sí Señor!, no sé si por decisión de la familia del difunto, o por consejo del funerario, que todo pudiera. En todo caso, como si no quisieran relacionar al muerto, con nada religioso, sino con algo profano: una palmera.

Una palmera en un recordatorio, con fondo pétreo, salpicado de tabaibas. A pie de tronco de ramuda y casi redonda copa –sin dátiles- un barranco con agua de lluvia ocasional...

Y, se queda uno pensando, pensando..., y recordando. ¡Cuánto ha cambiado la cosa en medio siglo! En sesenta años. Lo relatado de la caja –no del muerto, sino de los papeles-, entonces uno alrededor de los cinco años...

... ahora, pisando los sesenta y cinco, mira uno hacia atrás, con cierta nostalgia, y al volver la vista al frente, encuentra palmeras por santos, Cristos y Vírgenes. Una palmera de recordatorio...

... si alguien alcanza a adivinar, que como dijera el poeta, “nuestra vida son los ríos que van a la mar”, por asociación de idea, ese barranco en sombra y minúsculo que queda debajo de la palmera, puede evocar...

... transitoriedad, fugacidad, paso, camino, ruta, ida, vuelta, tránsito, peregrinaje, giro, marcha, viaje, senda, vereda, curso, rueda, itinerario, puente, ciclo, recorrido, etc.; pero, ¿lo cogerán?

Incluso, cogí la lupa, por si las sombras de los riscos, eran alguna cueva, donde los guanches, depositaban a sus muertos; pero en este caso, ¡más difícil todavía! Y, lo de las tabaibas... ¡demasiado, Ud., demasiado.

Y pienso, en esa gran cantidad de personas, que asistentes al funeral, al salir de la Iglesia (del Templo), se encuentran con dos familiares del muerto, dándoles un recordatorio con una palmera (¡).

Y me preocupa, porque nuestra vida -en otro tiempo-, con otros matices (religiosos), está siendo cambiada por una profanación de la vida (los he visto –recordatorios-, con el Roque Nublo, y otras con nubes...).

El Padre Báez.

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