jueves, 3 de septiembre de 2015

regalos

Regalos tabaiberos...
“... los plantaste...  y crecieron...” (del salmo 43). / “... trasplantaste... preparaste el terreno, y echó raíces...” (del salmo 79)./ “... te alimentaría... te saciaría...” (del salmo 80)./ “... plantad huertos, y comed sus frutos... buscad la prosperidad del país...” (del libro del profeta Jeremías 29, 1-14).
... los que hace el cabildo del Gran Tabaibal, que tiene según me cuentan en Tafira Baja -por donde el antiguo seminario diocesano-, un vivero o algo afín, donde regalan plantas, y he aquí que el papá con su hijo, muchachote el chico, van a por el regalo cabildicio, y ante la oferta gratis del ente, el sensato padre, no duda en elegir entre los árboles frutales y ya no sé si pidió un castañero y un nogal -o lo que fuera, en número y en variedad-, que al solicitar más de la cuenta le dijeron que los pedirían y que volviera, y bla, bla, bla...,
que no viene a cuento, que lo que les quiero de verdad contar, es lo que viene ahora, que también el muchachote, -¡angelito mío!-, también en la carta de oferta tan variada, va y se decide por un pino y un viñátigo (un servidor, les jura por lo más sagrado, que mí, no conocer lo que es un viñátigo [ni falta que me hace, por la leche que da, según tengo entendido]), pues al grano. Esto, merece una reflexión o consideración: con la que está cayendo -y aunque nada cayera-, es el caso, que un hombre, hecho y derecho, elija árboles frutales, que dan comida, como que es lo más normal y cuerdo, pero que el heredero y descendiente, ya maleado por la formación escolar recibida, haga defensa y discuta con su progenitor, sobre las ventajas y el por qué ecológico de su extraño  y raro modo de proceder o actuar, no creo el padre le dijera, pero hijo: ¿no ves el pino desgracia la tierra donde lo plantes?, y en cuanto al almácigo, ¿eso qué coño es?, ¿qué fruta da, si es que da alguna fruta? Pues yo, como (me alimento) de los que planto, mientras que tú, si tuvieras que vivir de lo que te den tus dos arbolitos del diablo, ¿qué comerías?, ¿acaso pinocha? Pues, mis amigos, éstas tenemos. Un cabildo verde, que regala árboles para forestar, pero no de comida, sino de miseria y más hambre; y en lugar de enseñar a una pobre y desnortada juventud perdida, que los árboles que no dan fruto -como dice Jesús en el Evangelio-, hay que arrancarlos, y plantar un frutal en su puesto, ¡pues como que no señor!, aquí, regalamos basura, para que esta juventud desorientada, siga perdiendo esta isla más que perdida, porque si con las tabaibas teníamos poco, ahora te regalan viñátigos y pinos, ¡pinos y viñátigos les daba yo a ellos, por las costillas y para que coman -exclusivamente- de sus frutos.
El Padre Báez.
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142. Si todo está relacionado, también la salud de las instituciones de una sociedad tiene consecuencias en el ambiente y en la calidad de vida humana: «Cualquier menoscabo de la solidaridad y del civismo produce daños ambientales»[116]. En ese sentido, la ecología social es necesariamente institucional, y alcanza progresivamente las distintas dimensiones que van desde el grupo social primario, la familia, pasando por la comunidad local y la nación, hasta la vida internacional. Dentro de cada uno de los niveles sociales y entre ellos, se desarrollan las instituciones que regulan las relaciones humanas. Todo lo que las dañe entraña efectos nocivos, como la perdida de la libertad, la injusticia y la violencia. Varios países se rigen con un nivel institucional precario, a costa del sufrimiento de las poblaciones y en beneficio de quienes se lucran con ese estado de cosas. Tanto en la administración del Estado, como en las distintas expresiones de la sociedad civil, o en las relaciones de los habitantes entre sí, se registran con excesiva frecuencia conductas alejadas de las leyes. Estas pueden ser dictadas en forma correcta, pero suelen quedar como letra muerta. ¿Puede esperarse entonces que la legislación y las normas relacionadas con el medio ambiente sean realmente eficaces? Sabemos, por ejemplo, que países poseedores de una legislación clara para la protección de bosques siguen siendo testigos mudos de la frecuente violación de estas leyes. Además, lo que sucede en una región ejerce, directa o indirectamente, influencias en las demás regiones. Así, por ejemplo, el consumo de narcóticos en las sociedades opulentas provoca una constante y creciente demanda de productos originados en regiones empobrecidas, donde se corrompen conductas, se destruyen vidas y se termina degradando el ambiente.
II. Ecología cultural
143. Junto con el patrimonio natural, hay un patrimonio histórico, artístico y cultural, igualmente amenazado. Es parte de la identidad común de un lugar y una base para construir una ciudad habitable. No se trata de destruir y de crear nuevas ciudades supuestamente más ecológicas, donde no siempre se vuelve deseable vivir. Hace falta incorporar la historia, la cultura y la arquitectura de un lugar, manteniendo su identidad original. Por eso, la ecología también supone el cuidado de las riquezas culturales de la humanidad en su sentido más amplio. De manera más directa, reclama prestar atención a las culturas locales a la hora de analizar cuestiones relacionadas con el medio ambiente, poniendo en diálogo el lenguaje científico-técnico con el lenguaje popular. Es la cultura no sólo en el sentido de los monumentos del pasado, sino especialmente en su sentido vivo, dinámico y participativo, que no puede excluirse a la hora de repensar la relación del ser humano con el ambiente. (del papa Francisco en su encíclica LAUDATO SI).
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Un muy buen regalo, el que me hace el amigo abogado Don Juan Francisco Ramírez; lean, lean y vean, si le falta razón:
Estimado Padre Báez; tras la lectura de su enésimo correo electrónico en defensa del agro canario y su gente; me quiero referir, a un concreta TV local, en la que nos mostraba,  a través de uno de sus programas, la manera de la elaboración en Canarias de un producto bebible de cebada fermentada, conocido desde tiempos remotos. En dicho espacio televisado, se decía que dos de los principales ingredientes, utilizados en la elaboración del bebible, eran traídos allende los mares; uno (malta- cebada) de la España continental (un cereal que ya nuestros ancestros conocían y cultivaban), y el otro (lúpulo) de la República Checa. Tras quedar enterado de lo que allí se explicaba, no pude por menos que acordarme de sus propuestas en pro del agro canario; no entendí por qué, no era posible cultivar ambos productos en nuestra tierra Canaria; ello, generaría un montón de puestos de trabajo estable y de calidad, al mismo tiempo contribuiría a desarrollar la economía de estas ínsulas. Pero entonces ¡albricias!, descubrí que estaba soñando, despertando a la obstinada realidad que tenemos; es decir, vivimos de la ilusión de creernos que tenemos más, cuando la realidad es bien tozuda y nos muestra en toda su crudeza, que, caso de tener algo, tan sólo será producto de la imaginación; ¡ah! olvidaba, sí que tenemos: carnavales, romerías (ronerías), festejos populacheros de toda índole y condición, alto fracaso escolar, familias desestructuradas, estulticia, paro, miseria y, cómo iba a omitir el deporte por excelencia, el esférico, lo más de lo más, despertador de enfervorecidas pasiones de la más variada índole.
Ante tamaña realidad, quizá mejor seguir soñando cual Quijote que, algún día, algo podrá cambiar en las ínsulas de Barataria. Salud.

Muchas gracias, Don Juan Francisco Ramírez, muy de  corazón:
El Padre Báez, que lo admira, quiere y respeta.

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