miércoles, 2 de septiembre de 2015

cuando...

Cuando en El Tabaibal habían ovejas y cabras...
“... violencia y discordia veo en la ciudad... en su recinto, crimen e injusticia... calamidades... crueldad y engaño...” (del salmo 54).
... los pastores decían: “los zurrones rotos, son todos derramadores de gofio”. Por supuesto, no voy a explicar la aplicación, o la razón del por qué se decía, que por otra parte está a la vista -es evidente- y pueden ser muchas las aplicaciones, según los casos y cosas; que si lo cito, no es tampoco por la sabiduría popular que se nos pierde con esta huída del campo; con esta persecución a todo campesino que lo fuera o lo intentara, por parte del miedo ambiente, el seprona y el cabildo, que los tres, como la Santísima Trinidad -y perdónenme el modo de comparar- son uno. Pues, que si vengo con este refrán a cuento, es porque antes, habida cuenta
que habían ovejas y cabras, y el zurrón, si se precia es el cuero del cordero (también puede ser de baifo), era la “mochila” o “macuto” de los pastores, donde llevaban el gofio y que amasado con queso, y un punto de sal, es -o era- un autentico manjar, pura golosina, y si acompañado de unos higos pasados, ya las delicias, eran, además de bucólicas, una gozada; y dormir -después- la siesta a la sombre de un almendro, con el aire fresco de la marea, por más que en el interior de la isla (o mismísima cumbre) te encontraras. Pues, la simple evocación, de algo que se nos fue; y todo ello tiene un culpable: los tres que son uno (cabildo, miedo y sepro), y que por mor de la protección de la basura que supone las tabaibas y sus semejantes (entiéndase: cañas, zarzas, retamas, pinos, pitas, escobones, beroles, orejas de gatos, teeras, azucareras, tuneras, escobones, etc.), han desgraciado a la isla y a los isleños. ¡Y pensar los hay, que te las defienden y justifican! “ (yo)”, les daría a beber leche de tabaibas a ver si después las seguían defendiendo; cuando son causa de nuestros males, penurias y miserias (menos para ellos, que el cultivo de todo fuera de la isla, el traerlos hasta aquí, les dejan pingües negocios, y ello al amparo de desnortados ecologistas, románticos de lo verde aunque te maten a hambre, no ven que fácilmente la isla no pierde color, si en lugar de tabaibas dejan crecer papas (¡es un decir!, porque pueden y deben dejar crecer el millo [de ahí el gofio, para que deje de ser argentino, francés o del c... de su m...., ¿me entienden, no (sustituyan los puntos por letras -¡que no es tan difícil! [con “c... de su m...” quiero decir: cultivo de su millo-)?; pues lo dicho: “los zurrones rotos, son todos derramadores de gofio”.
El Padre Báez.
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140. Debido a la cantidad y variedad de elementos a tener en cuenta, a la hora de determinar el impacto ambiental de un emprendimiento concreto, se vuelve indispensable dar a los investigadores un lugar preponderante y facilitar su interacción, con amplia libertad académica. Esta investigación constante debería permitir reconocer también cómo las distintas criaturas se relacionan conformando esas unidades mayores que hoy llamamos «ecosistemas». No los tenemos en cuenta sólo para determinar cuál es su uso racional, sino porque poseen un valor intrínseco independiente de ese uso. Así como cada organismo es bueno y admirable en sí mismo por ser una criatura de Dios, lo mismo ocurre con el conjunto armonioso de organismos en un espacio determinado, funcionando como un sistema. Aunque no tengamos conciencia de ello, dependemos de ese conjunto para nuestra propia existencia. Cabe recordar que los ecosistemas intervienen en el secuestro de anhídrido carbónico, en la purificación del agua, en el control de enfermedades y plagas, en la formación del suelo, en la descomposición de residuos y en muchísimos otros servicios que olvidamos o ignoramos. Cuando advierten esto, muchas personas vuelven a tomar conciencia de que vivimos y actuamos a partir de una realidad que nos ha sido previamente regalada, que es anterior a nuestras capacidades y a nuestra existencia. Por eso, cuando se habla de «uso sostenible», siempre hay que incorporar una consideración sobre la capacidad de regeneración de cada ecosistema en sus diversas áreas y aspectos.
141. Por otra parte, el crecimiento económico tiende a producir automatismos y a homogeneizar, en orden a simplificar procedimientos y a reducir costos. Por eso es necesaria una ecología económica, capaz de obligar a considerar la realidad de manera más amplia. Porque «la protección del medio ambiente deberá constituir parte integrante del proceso de desarrollo y no podrá considerarse en forma aislada»[114]. Pero al mismo tiempo se vuelve actual la necesidad imperiosa del humanismo, que de por sí convoca a los distintos saberes, también al económico, hacia una mirada más integral e integradora. Hoy el análisis de los problemas ambientales es inseparable del análisis de los contextos humanos, familiares, laborales, urbanos, y de la relación de cada persona consigo misma, que genera un determinado modo de relacionarse con los demás y con el ambiente. Hay una interacción entre los ecosistemas y entre los diversos mundos de referencia social, y así se muestra una vez más que «el todo es superior a la parte»[115]. (de LAUDATO SI, la encíclica del papa Francisco).
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Tomado de Tamarant y haciéndolo mío (de un servidor):
¿A dónde va la juventud Canaria?

En Canarias no acordamos nada sobre agricultura, ni una propuesta; bueno, acordamos enviar los jóvenes mejor preparados a Francia, Alemania e Inglaterra para crear riqueza y desarrollar países foráneos; mientras, los que se quedan aquí se pelean por limpiar los retretes de los extranjeros.
 "Son las virtudes del desarraigo".

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