jueves, 24 de septiembre de 2015

basados

Nuestra economía, basada solo en las tabaibas...
“... sembrasteis mucho, y cosechasteis...” (Ag. 1, 1-8)./ “... rebaños de ovejas y vacas...” (Jr 31, 10-14)./ “... rechazad cuanto venga de fuera...” (del canario [cannarii] el obispo san Agustín, de su sermón sobre los pastores).
... y está muy equivocada; están muy equivocados. En gran medida, la crisis que padecemos, se la debemos a ellas. Ellas, nos pararon, al ocupar las tierras de cultivo. Ellas, nos transfrorentizaron. Y de ahí el desequilibrio que sufrimos o padecemos. Y no hay respuestas al paro. No nos restablecemos. No hay ajustes posibles. Estamos sometidos a grandes tensiones: ¿cómo sobrevivir? El fracaso es cada vez mayor. Sabemos (saben) la causa de la crisis, y no ponen remedio. Nos desestabilizamos cada vez más. No todo puede ser ajustes.
Tenemos políticos sin rigor. La solución no puede ser solo la austeridad. Nada cambia. Nos engañan. Pasamos por graves situaciones, grandes dificultades. Crecen las deudas. Vivimos de ilusiones, estúpidamente. Lejos cada vez más un posible auge. No hay posibilidad alguna de salir de ésta, en la que estamos y que crece y va a más: la crisis. En los políticos, desgraciadamente, no confiamos. Avanzamos hacia el desastre total. ¿Dónde protegernos de la que está y va a seguir cayendo? Solo aumenta el paro. Seguimos en recesión (como los cangrejos). ¿Quién nos rescatará? Permanece el desempleo. No acumulamos activo alguno. No hay rigor en la política. La euforia hace tiempo desapareció de nosotros. Todo es restricción. Todo es especular, sin más. Caen los ingresos del gobierno; suben los gastos del gobierno; rescatan a los bancos. Se hunde el gasto privado. Y no cambia la estructura productiva; de ahí el gran déficit, de ahí la mayor austeridad. Y, elegimos a necios (guapos, pero necios, ¡y así nos va!). Han construido una economía basada en la no competitividad, y solo tenemos desperdicios (es lo que está pasando). Nada dicen ni señalan los profesores universitarios; y en el poder, analfabetos culturales y académicos. En nada influyen sus ensayos (¡si es que los hacen y tienen!). Y así, seguimos embotellados. Andamos sin fondos (en el doble sentido). Es decir, no hay ni tenemos liquidez. A la larga europa se romperá. No crecemos. Y ante este declive económico solo cabe la austeridad forzada. No, no hay cambio de rumbo. Permanecemos en las mismas. No hay rendimiento alguno. Perdemos. Inevitable no seguir en la crisis. Todo es restrictivismo absurdo. Seguimos en el riesgo. Y sabemos la causa del problema, pero..., todo inducido por una política europea, que nos golpea. Todo parado. Estamos sometidos...
El Padre Báez.
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174. Mencionemos también el sistema de gobernanza de los océanos. Pues, si bien hubo diversas convenciones internacionales y regionales, la fragmentación y la ausencia de severos mecanismos de reglamentación, control y sanción terminan minando todos los esfuerzos. El creciente problema de los residuos marinos y la protección de las áreas marinas más allá de las fronteras nacionales continúan planteando un desafío especial. En definitiva, necesitamos un acuerdo sobre los regímenes de gobernanza para toda la gama de los llamados «bienes comunes globales».
175. La misma lógica que dificulta tomar decisiones drásticas para invertir la tendencia al calentamiento global es la que no permite cumplir con el objetivo de erradicar la pobreza. Necesitamos una reacción global más responsable, que implica encarar al mismo tiempo la reducción de la contaminación y el desarrollo de los países y regiones pobres. El siglo XXI, mientras mantiene un sistema de gobernanza propio de épocas pasadas, es escenario de un debilitamiento de poder de los Estados nacionales, sobre todo porque la dimensión económico-financiera, de características transnacionales, tiende a predominar sobre la política. En este contexto, se vuelve indispensable la maduración de instituciones internacionales más fuertes y eficazmente organizadas, con autoridades designadas equitativamente por acuerdo entre los gobiernos nacionales, y dotadas de poder para sancionar. Como afirmaba Benedicto XVI en la línea ya desarrollada por la doctrina social de la Iglesia, «para gobernar la economía mundial, para sanear las economías afectadas por la crisis, para prevenir su empeoramiento y mayores desequilibrios consiguientes, para lograr un oportuno desarme integral, la seguridad alimenticia y la paz, para garantizar la salvaguardia del ambiente y regular los flujos migratorios, urge la presencia de una verdadera Autoridad política mundial, como fue ya esbozada por mi Predecesor, [san] Juan XXIII»[129]. En esta perspectiva, la diplomacia adquiere una importancia inédita, en orden a promover estrategias internacionales que se anticipen a los problemas más graves que terminan afectando a todos. (del obispo de Roma, el papa Francisco en una de sus encíclicas, la LAUDATO SI).

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