sábado, 4 de agosto de 2012

Trabajo humilde

Un servidor, pasa el tiempo que puedo en cultivar mi huerto. Sí, lo hago personalmente, aquí en Jinámar, en lo que antes era un jardín. Y me asombra, que por parte de los políticos, se tenga tan en poco –en nada- este trabajo, justo cuando lo que falta es trabajo; y el campo, lo oferta grandemente; y tanto, como para acabar con el paro y la crisis.

Cierto, que se me va el tiempo volando en él, y a mis 65 años, como que registro el cansancio y fatiga del mismo. No se trata de un entretenimiento, ni muco menos es para estirar las piernas y despejarme del ordenador, lectura, estudio, escritos, etc., que también de paso.

El trabajo del campo: es duro, es fuerte, exigente. Claro que me sirve de descanso el cambio de oficio por algunas horas; de lo contrario, uno se agotaría con Historias, obligaciones, quehaceres, etc. No todo puede ser andar entre papeles, periódicos, libros, escritos, etc. Hay que diversificar, y complementar: trabajo intelectual con trabajo físico (cuidar de la huerta [a veces me sale lo de jardín, y eso que no tengo ni una flor]).

La verdad –y me lo reconoce el vecino- necesita el que cuida de la tierra, de ciertos conocimientos y hasta haber sido introducido en ello desde pequeño, y tener “experiencia”. Las faenas de la casa, como que me cuestan más, y hasta la cama sin hacer, y la comida a medias (que no dejan de ser también un trabajillo).

De la huerta al caldero pasan muchas verduras; y tomates, no compro. Tampoco otras hortalizas. Mi entretenimiento, es rentable (¡y saludable!).
Y aunque uno lo hace libre, y porque me gusta y quiero; otros, están llamados a hacerlo obligados por la crisis, y el mal momento en la economía, que estamos viviendo.

No es lo mismo, vivir en el campo-campo, pero siempre es fácil, tener un simulacro de campo, en macetas y semejantes, y ello en balcones, pasillos, azoteas, ventanas, etc. La cuestión está, en que cada uno y según sus circunstancias, resuelva el problema de dónde cultivar algo que comer. Justo eso, será lo que no tenga que comprar.

De la pobreza, no te va a sacar este sistema, pero no la aumentará. Es fácil, que nunca antes hayas plantado ni una papa (echarle tierra por encima), ni sepas cómo plantar cebollas y el agua que necesita, pero practicando se aprende. La generosa tierra nos regala –a su tiempo- el fruto, que debemos aguardar con paciencia. No es un trabajo para enriquecerse uno; pero tienes la comida o parte de ella.

Aprenderás a luchar contra ortigas, malas hierbas, cenizos, etc., también contra plagas, insectos y moscas, pero seguro que te acompañará el canto de los pájaros, que acudirán a tu huerto, y si como en el mío, los mirlos me revuelven el estiércol, y pone sus trinos mañaneros, que son una delicia el despertar y oírlos. Me acompañan los mirlos y también otros. Y cuando nadie ya canta, ellos ponen sus notas al aire, de forma gratis y gratificante.

Y nada digamos, si puedes poner y tener una cabra...

El Padre Báez.

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