jueves, 16 de agosto de 2012

Amenazas...

Amenazas para el Tabaibal:

Mientras medio ambiente y el seprona (es decir cabildo y gobierno) campeen a sus anchas por las islas, persiguiendo a todo aquel que pretenda hacer algo en al tierra y tener animales, el peligro no es inminente, es real.

Ya a corto plazo, el problema va a ser más que grave, cuando de nuestra propia tierra y animales, no se obtenga beneficio alguno, y todo haya desaparecido, pues a eso estamos avocados y caminamos.

Solo parece pretenden hacer desaparecer toda actividad en la tierra, que abandonada, sea ocupada por los pinos y la maleza, que asilvestrada, solo son pasto para presumibles y presuntos incendios, al no haber caminos abiertos ya que no te dejan tocar absolutamente nada.

Se trata y es, de una lucha contra la actividad primera del hombre sobre la tierra (el sector primario: agricultura y ganadería). Ya, vivir del campo y en el campo resulta casi imposible. Se está violando nuestra cultura (agricultura). Se está violando nuestra identidad. Abocados estamos al hambre, dado que la tierra a este paso, nada nos va a dar de comer (los pinos no dan comida).

Los tabaiberos, solo temen a estas fuerzas represoras y castigadoras, donde el territorio ya no parece tener dueño, al estar todo abandonado por el dicho temor a multas elevadísimas, por auténticas simplezas.

De ahí, que de enfermedad crónica podamos calificar la situación del campo. Lo nuestro es, una crisis, dentro de la gran crisis. Se está borrando nuestra historia, y el pueblo ya no es pobre, sino paupérrimo o depauperado, por no poder cultivar ni tener ganado.

Ni un solo medio de comunicación, se hace eco de esta situación y penuria en el sector primario: frenado, parado, prohibido, castigado, vigilado..., a pesar de lo grave de lo que está pasando.

Ya solo quedan unos pocos ancianos en el campo, sin que sus nietos puedan tomar el relevo, porque todo se les prohíbe o no dan permiso para nada. Basta mirar el campo, para verlo vacío (en otro tiempo repleto de actividad, de la que son testigos: surcos, alpendres, cercados ahora llenos de retamas, y fincas llenas de pinos, entre otros).

Estas islas ya tabaiberas, si no le entra la comida por contenedores a través de los puertos, se comerían unos a otros, y no te dejan plantar lo que tú quieras en lo tuyo, sino como castigo por infringir alguna ley (podar un árbol protegido) te obligan a plantar pinos en terreno cultivable, además de cuantiosa multa.

Tienen clasificaciones de terrenos y al lado sí se puede y aquí no, poner una valla o lo que sea. Un mapa multicolor con grados de protección distintos a pesar de no haber distancia alguna, sino una absurda arbitrariedad.

Cada vez más esto se párese más a un desierto. Los pinos han alejado el agua y la lluvia (dijeron lo contrario, para quitarles las tierras a los pastores y agricultores). Todo se les va en plantar bosques de pinos (cuyas maderas se hacen gofio, si cae al suelo antes del año). El terreno fértil es ahora un retamal impenetrable, y las retamas están protegidas, no las puedes tocar, por más que oculten una era, un camino, o lo que sea.

En otro tiempo, abastecíamos a comercios europeos, americanos y asiáticos; ahora, el mundo nos manda de todo-todo, porque nada tenemos (salvo residual y testimonial). Han llegado a reducir la agricultura al solo tomate, como si nada más hubiera en ella, y en realidad, nada más hay. Estamos faltos de todo recurso y tenemos la mejor tierra y el mejor clima del mundo.

Se abusa contra el derecho de sobrevivir con lo nuestro. Los políticos (al 100 %, todos solo hablan de turismo, incluso los del campo e interior, repitiendo miméticamente lo que dicen desde arriba y otros).

Aumenta el paro, teniendo trabajo para todos y más si permitieran trabajar la tierra, sin el acoso al que tienen sometido al agricultor que queda y al ganadero que se resiste, y que es controlado hasta en lo más mínimo (¡si les contara!: el asombro de este pobre hombre, que restaurando un arado, cogió de noche una rama de acebuche, con el miedo que me lo decía no fuera se enteraran los de medio ambiente y el seprona [encima te plantan acebuches en lugar de olivos]).

El campo se vacía y la gente del mismo se refugia en grandes aglomeraciones de población (de lo que no quiero hablar, por desolador y triste). Se ha matado la producción propia. Ninguna protección tiene el campesino, sino pagar multas descomunales y cárcel por el delito de plantar y querer cosechar y limpiar un camino o cercado. Ya se cuentan los suicidios por todo esto.

Ya nadie coge una asada para cultivar su parcela, por puro miedo. Los campos de cultivos, ya no existen. No hay líderes que defiendan el sector. Se pierde la tradición. Ya nadie se aventura, ni arriesga dedicarse a la tierra o a los animales. Puede ser multado porque lo vigilan y controlan cual si delincuente o traficante de droga fuera.

Nos quedamos sin leche, ni queso, ni carne; todo viene de fuera. La fruta viaja hasta un mes en barco, desde el confín de la tierra, con destino a nosotros, los tabaiberos. Las tabaibas dan leche, pero no es comestible (¡si te descuidas te dejan ciego!). Prosperidad en otros tiempos aún recientes (cincuenta años atrás). Se cree, esto es administrado así por espakistania, que de esta forma nos somete. Hoy, nada se explota.

Se considera el peor enemigo de un tabaibero, otro que luche por la independencia; y se aplaude al poder extraño, que nos golpea de esta forma y manera. Curioso que este pueblo no se amotine, y borreguilmente pague multas, sin más, y se pliegue. Es feliz con fútbol todo el año y con medio año de carnaval.

El campo, es un peligro, porque no hay seguridad de salir airoso de cualquier faena propia del mismo, ¡ni te atrevas a levantar una pared que se te caiga, porque entonces, sí que te buscaste la ruina!, y esto es un solo y simple ejemplo). Así se golpea al campo y al campesino, para que todo retome la orografía primera, antes de la acción humana y humanizadora.

El problema de fondo, sigue siendo, que sin producción no podemos tener ninguna industria, y cada vez más la masa de campesinos, acude a las Iglesias -no tanto a Misa-, sino a la Cáritas parroquial, porque teniendo tierras y alpendres, no tiene papas, ni una cabra. Todo eso tiene que estar regularizado, y donde hacer el queso supera a los quirófanos en pulcritud e higiene. Imposible tener una cabra por los requisitos al respecto, control y vigilancia, visitas y multas.

Ya sin recursos naturales, los campesinos son explotados al tener que comprar todo lo que se coma, y cada vez más caro y más malo, enfermando. Sabemos quiénes hacen negocios de esta situación, de la que sobreviven ya algunos –cada vez más- con el robo, y llenando el territorio de inseguridad y temor.

El afortunado campesino, que pueda todavía cultivar algo, verá cómo le roban su cosecha (aparte el intermediario). Vuelve el alcohol y la droga.
Y solo se vislumbra un camino de esperanza, si los ejércitos de medio ambiente y el seprona desaparecieran del mapa (o quedaran para lo gordo y grave, pero no para nimiedades).

El Padre Báez.

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