jueves, 23 de agosto de 2012

El pasto...

El pasto comprado:

Me sucedió, que visité una explotación agraria, como cursileramente se le llama a un corral de cabras, y salvo el millo en grano y el pienso, no creí jamás, que aquel pasto o retal, venía de espakistania. Es decir, tenemos la isla con el mayor pasto y el de mejor calidad del mundo, y pasto por todas partes, que no nos deja ni caminar, y he aquí, el sin sentido y la contradicción mayor, que reservamos el nuestro, nos lo impiden coger, y en sustitución del nuestro, que daría camiones y camiones sin fin, nos traen barcos y barcos de retal, traído de espakistania y otros lugares del mundo.

Que un servidor sepa, absolutamente nadie, ha dicho ni media palabra sobre este tema; pasa por ser normal, que teniendo de sobra de lo que se compra, se prefiera comprar de lo que tenemos y protegido lo que tenemos, para que una de dos: o arda, si le pilla un incendio, o simplemente que se pudra con las primeras lluvias, y sirva de abono, para más y nueva hierba, que se convertirá en nuevo pasto, sin más. El nuestro, ni tocarlo; y fuera, lo siegan, nos lo empaquetan y nos lo mandan (que pagamos, ¡claro!).

Hasta aquí, algo que no es anodino, ni baladí, para seguir con la cursilería (es decir, no es poco, ni insignificante), el tema que hoy trato, después de tantísimo silencio y desconocimiento de hecho tan absurdo, demente como ruinoso. Y digo ruinoso, no por lo que cuete ese dichoso pasto prensado, sino porque uno que ha tenido la suerte de acampar en media espakistania, atravesando la Meseta desde Madrid a Burgos, y ello en una semana, y en más de una ocasión, llegada la noche, era el gran problema: encontrar una zona o tierra limpia de espinos, cardones, y de plantas con púas, que te permitiera descansar y conciliar el sueño reparador.

Pues bien, hay que ser del género tonto, para no verlas venir, que en ese pasto prensado, no solo viene a semilla de esas malditas hierbas malas, de las que se nos están llenando la tierra, que introducida entre tantas hierbas, como las que conforman el pasto, a través del estiércol, y primero por la zona de pastores, y luego en expansión, tendremos la isla llena de yerbas malas, que se nos introducen en esos fletes de retal prensado, sin que para ello quepa inspección alguno de fitosanitario, pues con ellos además se nos cuelan plagas, infecciones, semillas extrañas, y por descontado...

... la fauna invertebrada, que aunque no en ejemplares diversos, sí en huevecillos, que pegados a los tallos, raíces y ramas, de lo prensado, se nos cuelan, como Mateo por su casa, toda clase de animalillos indeseables, que dadas las bondades de nuestro clima, se van a desarrollar, en plagas, luego imposibles erradicar, como las de las serpientes, caracoles, cangrejos, etc., y en el otro orden: el rabogato, por citar un solo ejemplo, de entre los muchos que ya vemos por nuestra desgraciada isla, llamada modernamente gran tabaibal.

Pena da, que nadie de agricultura de cabildo alguno, nadie o nada de gobierno tabaibero alguno, que de los veintiún concejales de agricultura alguno, nadie halla alzado la voz de alerta y una vez más tenga que ser este pobre y humilde cura, quien advierta sobre la que se nos echa encima, sin que estos desgraciados, ciegos por el manchado dinero que cogen de ese trasiego de compra de lo que nos sobra, protegiendo lo nuestro y reservándolo para el fuego o la putrefacción, nos llenan la isla  -por si fuera ya poco lo que tenemos- de nuevas y desconocidas plagas de flora y fauna por ver.

El Padre Báez.

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