domingo, 25 de marzo de 2012

Un Domingo cualquiera...


... un Domingo cualquiera no, ¡todos los Domingos. ¡Es, una pasada! Les cuento:
Que va usted, con la mejor buena intención, de pasar un día en el campo, con la familia, donde los recuerdos, la infancia y juventud, y pensando en la mesa -más por la familia, que por la comida- y en la sobremesa, y posterior descanso tumbado, sin siesta, al sol o a la sombra dependiendo del tiempo, para oír y escuchar a la naturaleza: el mirlo, el aires entre las hojas de los nogales (¡ya no se oyen cencerras algunas!)..., pero, lo que irremediablemente, un Domingo y otro, y todos es, la sirena de no se sabe quién hasta que después de media hora de oírla no se acerca, para saber si es de bomberos o de ambulancia, y es que -pongamos que hablo de La Lechuza- desde que sale de San Mateo, ya se la escucha, con ese lastimoso son, que sobresalta y hace pensar en el más grave de los accidentes, dada la persistencia y constancia de dicho sonido, con su clásico: ¡¡Auh, auh, auh...!!, que no te deja en paz durante una hora o más, pues el recorrido es el siguiente: El Retiro, Los Chorros, Lomo la Estrella, El Mesón, La Vuelta de Antona, el Lomo, la Huerta de los Castañeros..., y justo ahora es cuando ves si es uno u otra (camión bombero o ambulancia), pero toda vez que al cuarto de hora, sale el segundo de lo que sea desde el mismo pueblo, a no ser que venga desde más lejos, la dichosa sirenita, dura, y dura, y no se calla, y las oyes alternas, entremezcladas, y ¡claro, uno, pensando en la gran tragedia, y en la mayor de las desgracias, ante tanto vocerío mecánico, que no deja de sonar, porque en llegando a La Chapa, sigue, hacia El Maipéz, dejando atrás ya La Casa de la Cal, se la oye llegando a La Montaña de la Rosa, y todavía se la escucha -a las múltiples sirenas- allá por El Portillo, y entrando a Las Lagunetas (sino es que entran por Cueva Grande), por donde como que se pierde la señal, pero toda vez que otra comienza a sonar al salir desde el mismo punto de salida de los dos anteriores (pongamos que son camiones cubas de bomberos), le toca ahora al de Protección Civil, que sin rubor ni reparo alguno, mete tanto o igual, cuando no más ruido que los dos precedentes, pero es que, aquí, no acaba la música de este concierto semanal dominguero, porque le toca el turno -y siempre espaciado en un cuarto de hora o veinte minutos- a la Guardia Civil. Y claro, te estropean la tarde, porque a ver quién se concentra en otra cosa con semejante sinfonía, en algo que no sea saber qué habrá pasado. Por de pronto, helicóptero no se ve ninguno, que es una buena señal, y piensa uno en desgracias humanas, accidentes de carretera, pero al ver que pasa la hora y ninguna ambulancia pasa, como que uno se tranquiliza y hasta logra llegar a olvidar el tema, toda vez que el regreso o vuelta, lo hacen con tan gran silencio y sigilo, que ni se les nota entre tanto trasiego automovilístico. Pero, queda un par de cosas que apuntar (o más), y es que: estos de la parafernalia de auxilios, sean los que sean, cuatro o cinco, según (Bomberos, Protección, Guardia Civil, Cruz Roja, Ambulancia, etc.): ¿justifican así sus razones de ser y existir, exhibiendo su material, al darnos cada Domingo un concierto?; porque luego resulta, que vas y ávido de saber, qué pasó el Domingo, nada te encuentras en los periódicos del lunes, nada en otros medios sean emisoras de radio o televisión. Y ya es hora, que eso pare, porque no hay derecho a molestar a nadie, y menos a miles y miles de personas, que tienen cual tortura, que aguantar esto cada Domingo, sin faltar uno (suele suceder siempre a la misma hora, más o menos). Y llegado a este punto de mi relato, que es historia, cabe alguna consideración: ¿es que como ven un poco de humo, tal vez alguien haciendo un buche de café, se despliega todo este maremagno, sin más? Porque lo que más extraña, ante el silbido constante y alarmante de la sirena, luego vas y ves y observa, que los camiones de los bomberos con las cubas de agua, tanto ruido, y no van a más de 20 kilómetros, y tan lentos o despacio van, que les adelantan los coches, o llevan detrás una caravana de muchos kilómetros, pero no dejan de sonar la sirena, ni ellos, ni los otros, y ahora viene lo que es digno de ser grabado, porque si me lo dicen es que no lo creo, y es que los he oído, y aunque parece mentira, más cierto que Dios que está en los Cielos, en el Cielo, en su Gloria, en la Gloria, que: los perros del kilómetro 16 -por si alguien quiere grabarlo u oírlos- imitan -acostumbrados a tantas sirenas tan frecuentes y repetidas- el ruido o sonido de las mismas, que en lugar de ladrar con el clásico: “¡¡ huaug, huaug, huaug...!!”, propio de los perros, éstos copian el sonido de las sirenas, y ladran: “¡¡Aug..., aug..., aug...!!”, de tal forma y manera, que por si era poco, se llega a confundir sirenas con los perros, porque mientras aquellas suenan, éstos no se callan, y continúan con sus aullidos simulando al cien por cien al de las sirenas; hecho asombroso, y digno de ser -repito-grabado y emitido.
Pues, lo dicho: hasta los perros han llegado a copiar dicha cantinela, por su constancia y repetición absurda, sin venir a cuento, y tanto, que alguna vez va a ser de verdad, a nadie colaborará al creer es esa mentira constante a la que nos tienen acostumbrados Domingo tras Domingo. Simplemente: ¡ya está bien!, que va usted a descansar un Domingo al campo, y uno tras otro te lo estropean, pero al cien por cien. ¿No va alguien a poner remedio a este atropello a la paz y al descanso?

El Padre Báez

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