No, no soy un tabaibo…
“… todos a una…” (del salmo
87).
“… prohibieron en absoluto…”
(de los Hechos de los Apóstoles 4, 13-21).
“… homicida, ladrón,
malhechor… estad alerta” (de la primera carta de san Pedro 4, 12-5,
14).
… aunque vivo en un Tabaibal (en el Gran Tabaibal). Está
más que claro, que jamás en la vida seré un tabaibo. Soy un canario, un
descendiente de los guanches; con tanta dignidad como cualquier otra raza o tipo
de hombres; simplemente distinto, con unas connotaciones propias y
diferenciadoras, sin más. Bautizados a los hijos de este Tabaibal como tabaibos,
mi lucha en contra de ellas, me pone en mi sitio, pues no acepto que el
gentilicio que llena toda esta tierra, pase a designarme como tal.
No acepto la
condición de tabaibo, ni soy un tabaibo; lo son y serán todos aquellos, que
acepten esta isla sea comida -literalmente- por las tabaibas y nos convierta en
una más de esas plantas. Un servidor se revira en contra de esa consideración e
identificación. Ya está bien sean casi ya infinito el número de tabaibas, como
para que también un servidor sea una de ellas, ¡eso jamás! Al tiempo, que me
parece el que acepta esta situación, acepta también la nueva denominación por
asimilación y defensa de algo tan absurdo, como inútil y perjudicial para el
terreno y las personas, incluido el aire que respiramos y el agua que bebemos
que las contiene (de eso no me puedo librar, pero lo rechazo con todas mis
fuerzas). Nada he visto en los medios de descomuncación que algo digan de este
fenómeno a pesar de su magnitud e inmensidad. No he leído a nadie que condene
esta situación calamitosa en la que una planta envenenadora se haya comido toda
posibilidad de cultivo, ganadería o agricultura, pues la tabaiba lo impide todo
y totalizadora nada deja, ni un resquicio para flora distinta o fauna que
desaparece también a la par. Sorprende el silencio de la clase universitaria (de
hecho es la de más baja calificación y entre 50 universidades de españa, somos o
tenemos el último puesto, precisamente el número 50, en la cola), y los títulos
rimbombante de quienes debieran gritar y vociferar en contra de esta situación y
callan cobardemente, por un trozo de pan. Nadie apoya esta mi guerra, salvo los
que me dan ánimo y cuyos nombres por sigilo guardo en secreto, para no
comprometer a nadie y sigan confiando en un servidor. Espero, algún día -aunque
sea tarde y ya casi imposible- también la clase política se moje y tome partido -nunca mejor dicho- en
contra de planta tan maligna y favorezca al campesino al que tienen de brazos
partidos y parados en un ya más que
largo stop, con multas irracionales, constantes y persecución absurda. La
tierra, necesita otras semillas y no la de las tabaibas devoradoras de toda otra
planta, e incluso me parece que anestesia a la población, que bajo sus efectos
adormecedores y opiáceos nada ven sino hasta también a todos su
defensa…
El Padre Báez.
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Para un servidor, ¡ni eso! ¡Bastaría más (a no ser que
sean de plástico)!:
PADRE BÁEZ, UN ABRAZO Y A
SEGUIR SOÑANDO EN UNA TIERRA SIN TABAIBAS, Y QUE SOLO ESTÉN EN MACETAS
PARA ADORNO, AUNQUE TENGAN MALA
LECHE…
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