lunes, 1 de septiembre de 2014

centinelas

Nos vigilan las tabaibas…
 
“… hierba para los ganados y forraje… saca pan de los campos… y aceite… y alimento…  que da fuerza… el hombre sale a sus faenas, a su labranza hasta el atardecer…”  (del salmo 103).
 
“… preparas una mesa ante mí…” (del salmo 22).
 
“… los plantas y echan raíces, crecen y dan fruto… ¿hasta cuándo gemirá la tierra?... he abandonado mi heredad… destrozaron mi viña… convirtieron mi parcela en desierto… llegaron salteadores… se escapan el ganado… cosecharon cardos… ¡qué miseria de cosecha!...” (del profeta Jeremías 11, 18-20; 12, 1-13).
 
“… si sembráramos una semilla… esta semilla fructificará…” (de los sermones de san Agustín, obispo).
 
“… el cielo pertenece al Señor, la tierra se la ha dado a los hombres…” (del salmo 113B).
 
… se intensifican su número, y colaboran así con la desaparición de toda actividad campestre (agrícola y ganadera) en el campo, echando del mismo al campesino, que huye y se refugia en las afueras de la ciudad o grandes poblaciones, cuando no, se quedan hundidos en sus cuevas, sin atreverse a dar un mochazo, no sea les caigan encima el sablazo del cabildo a través de sus dobles brazos (sepro y miedo). Ese y no otro es el resultado de un tabaibal absoluto y protegido, que acaba con lo que siempre fue, es y será la fuente de la alimentación, base del trabajo y libertad: el campo y su cultivo y sus animales como complemento indispensable. De momento, no te permiten tener una cabra ni plantar un surco de papas, salvo que tengas permiso, permiso que te niegan o no dan. Y así, miles y miles de campesinos, emigran o se quedan sin poder hacer nada, sino a escondidas y de noche, cual si fueran delincuentes y así y todo los pillan o cogen, ya que esperan y vigilan para asaltar al pobre y paupérrimo campesino, venido ya a menos y a punto casi de desaparecer. Y es, que no te dejan poner ni una valla para protegerte de alimañas (lagartos, conejos, ratas, etc. [que tienen más derechos que uno a comerse lo que se plante para sobrevivir, y que ha de quedar expedito el trasiego y camino, y sin obstáculo para que roedores o amigos de lo ajeno, te dejen los surcos vacíos]). Y es que la avalancha de tabaibas es tal, que no queda otra, sino salir, emigrar, marcharse del campo y dejarle todo el campo a la omnipresente y todopoderosa tabaiba (o al cabildo que es lo mismo). Y tanto el gobierno como los partidos políticos, son conscientes, conocedores y consienten este atropello sin razón, contra la propia naturaleza e identidad, más allá del asunto o tema: trabajo, comida, sobrevivencia, derechos, tradición, etc. Nadie, ningunos, ponen coto o freno a esta masiva invasión tabaibera que nos echan del campo y arrojan al mar de las salidas. Ya, la única explotación “agrícola” existente es la de la colonia tabaibera que ya lo llena todo y más. Una mafia cabildicia bien organizada, acaba con lo nuestro y nuestro futuro, originado una muy precaria situación que roza ya la alarma social, y más, creando múltiples conflictos (imposibles resumir por su variedad y número). Pues, a pesar de la urgencia necesaria de frenar este más que atropello, nada se hace al respecto, sino que la cosa va a más y a peor, creando un problema sin precedente en la Historia Universal: que unos administradores acaben con la fuente de alimentación y por descontado con los puestos de trabajo que les van anexos, alargan una crisis a la que no se le ve fin. Y, lo que debiera ser lo prioritario, ni siquiera tiene referencia en sus programas, mentes…
 
El Padre Báez.
 
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Es algo de lo mucho que me dicen, y que un servidor comparte con ustedes:
 
“Apreciado amigo Fernando,
Mucho me alegro de  tus colaboraciones periodísticas. Tus escritos, que publicamos en www.elcanario.net y, en particular en tu sección www.elcanario.net/conlafirmade.htm , alegran en gran medida a tus muchos lectores y seguidores”.
 

 

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