viernes, 12 de septiembre de 2014

invidentes

Las tabaibas nos ciegan…
 
“… nunca volveré a comer carne…” (de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 8, 11-13).
 
“… como ciervos que no encuentran pasto, caminaban desfallecidos… todo el pueblo, entre gemidos, anda buscando pan… mis doncellas y mis jóvenes han marchado… buscaban alimento para recobrar fuerzas… (del comienzo del libro de las Lamentaciones).
 
“… pastor que apacienta el rebaño, su brazo lo reúne, toma en brazo a los corderos y hace recostar  las madres…” (del Cántico de Isaías 40, 10-17).
 
“… les diste a comer llantos, a beber lágrimas a tragos… derribado su cerca para que la saqueen…, la pisoteen…, y se la coman las alimañas…” (del salmo 79).
 
“... a sus pobres los saciaré de pan... “ (del salmo 131).
 
… y ello, al margen de que brizna de su leche alcance a tus ojos, y ello por el simple sudor y si te pasas la mano por la frente después de que éstas hayan apartado o simplemente rozado por las tabaibas, te vas a quedar sin ver por lo menos tres días, sin que haya colirio, ni otra medicina, ni médico que te devuelva la vista; pero, mucho más allá que esto en el orden físico, las tabaibas nos impiden ver más allá de la situación real de sometimiento y de acabar con lo nuestro, para una total y absoluta dependencia de fuera, es decir, nos tienen cogidos, no por los güevos, sino por las tabaibas. Ciegos estamos, para no ver el genocidio que supone las tabaibas y lo que las mismas ocultan o de cómo se valen o sirven de ellas para destruirnos. Las tabaibas, al margen de las muertes que por su culpa ya se han vivido, nos violan en nuestro derecho a tener la libertad de cultivar la tierra, y no de entregarla a una planta que nos ciega doblemente. Desgraciadamente, nadie a nivel periodístico (medios de comunicación en general), hacen alusión al conflicto del hombre del campo con el cabildo y su doble ejército recaudador a costa de miserables campesinos que arrastran su silencio y humildad sometida, con una existencia de hambre, enfermedad y muerte. Nadie encabeza nada contra la mafia que mal nos gobierna, para exigir libertad de cultivo y de ganado, sin tanta legislación imposible aplicar en lugar tan restringido y pequeño, además de lo escabroso y abrupto del terreno, que impide, frena y corta toda iniciativa en el sector primario, con silencio absoluto, entretenidos todos con balón cesto y fútbol, y sin ver -ciegos- otras realidades que claman al cielo. Tampoco nadie analiza la situación alarmante y sin precedente -creo- en el mundo, en el que muy mal vivimos y donde mayor es la pobreza, cuando seguimos en Las Hespérides o Islas Paradisíacas para los griegos y romanos, y que si esto cayera en manos japonesas, el mundo comía de lo que antes era Canarias (ahora convertida en Los Tabaibales [o islas tabaiberas]). Parece como si todos estuvieran ciegos, ante esta más que triste realidad. Nadie sacude las conciencias de un pueblo drogado políticamente con el deporte que no practica, sino que aplaude y discute, como si ello resolviera los problemas de la mesa (comer). Para un servidor, torturan a mi pueblo; violan a mi pueblo; secuestran a mi pueblo; masacran a mi pueblo; fuerzan a mi pueblo; total: un genocidio no reconocido por nadie, porque como he dicho más arriba: estamos ciegos con tantas tabaibas.
 
El Padre Báez.
 
 
Esto, es un río constante, y cada vez más caudaloso, un ejemplo más:
 
Le felicito por el comentario diario sobre las tabaibas, símbolo de toda esa basura que protegen, y no al campesino como usted predica. Gracias y nuevamente felicidades. ¡Y siga, por favor, necesitamos a alguien que hable por tantos que callan! (C. D. B.).”

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