sábado, 30 de abril de 2011

¡Y DALE CON EL TURISMO!

   
 
    ¡Qué pena de verborrea en torno al turismo, por parte de políticos, comentaristas, economistas, y otros, que no quieren ver, fue, es y será nuestra ruina! Se les llenan la boca, babosamente repitiendo unos lo de los otros, para querer convencernos del absurdo mayor que hay: el turismo nos devolverá a la riqueza y situación anterior, es decir a antes de los años 50-60, cuando todo el mundo trabajaba y comía, gracias al campo, el mismo que quieren sin tocar, para que los turistas lo vean bello, cuando la estética del campo está precisamente -sin turistas- con sus ovejas sueltas, sus cabras sueltas, y los agricultores en sus siembras sueltos  y en sus cercados sueltos de papas, que son los únicos que nos van a sacar del hambre y la miseria en la que nos meten cada vez más el turismo paupérrimo (quiere decir “pobrísimo”) que se asoma por estas desgraciadas –cada vez menos y a menos que irá, tan pronto se normalice el norte de África-, aunque bellas islas de puestas de sol maravillosas, pero que no nos dan de comer, sino se trabaja de sol  a sol.
 
    Nos engañan como a simplones, los que ignorando la fuente de riquezas, las sueñan venidas por barcos o aviones a visitarnos, como si a cada uno, nos dieran un sueldo por ello, cual maná caído del turismo. Pena de artículos, de conferencias, de mítines, de palabras y escritos, de carteles y publicidad, de fotos y de camelos, donde se nos quiere un paisaje limpio de animales y de campesinos y lleno de tabaibas y maleza, vacíos de vida, a no ser la natural, en la que no tomamos parte ni arte. La única puesta en marcha para la economía es o son: las manos obreras del campesino en el campo, para poder usar y disfrutar de unos productos frescos y sanos (¡los mejores del mundo por la tierra y clima, [el mejor del mundo]!). Repito, aún comenzando: el mejor paisaje, es el que muestre una ganadería y una agricultura en faenas propias, y no unas nubes con o sin arco iris, anocheceres románticos o líricas salidas del sol -¡que con poesía no se come!, sino que se alimenta el espíritu, pero el cuerpo necesita gofio y papas y estas salen de la tierra (¡si se las cultivan!)-. Pero, los hay empeñados en cultivar turistas, y estas son cosechas todas perdidas; no dan nada, sino ruina. Y si no: ¡miren al litoral todo, cómo nos lo han dejado, que ni para pescar o coger lapas, por tanta mierda y cemento!
 
    Políticos y empresarios, emperretados -y algunos haciéndoles el juego-, en alimentar falacias: ¡el turismo, el turismo, el turismo-! Y el turismo, ya nos ha dado por el... (trasero). Y los hay que creen que nuestra vida depende del turismo, sin querer darse cuenta éste nos ha traído a la muerte en la que navegamos. Porque si al menos el paisaje estuviera de olivos e higueras, en lugar de pinos y acebuches, tendrían los turistas comida del lugar que los revitalizarían pero así: con resina y pinocha, no creo haya paisaje hermoso, ni comida bonita o sabrosa. Y así -como quien hace yoga-, repiten y repiten una frase (la ya sabida: el turismo nos viene a sacar de la crisis, y por tanto del hambre, y no hace falta se trabaje, y dejemos quietito, y sin tocar el campo, para que su paisaje sea hermoso y bello, y vengan los turistas a verlo (¡toma!: rima y todo). Encierren ovejas y cabras, que afean el paisaje, y nadie toque una caña, zarza o pita, que al turista les encantan verlas, y por ello nos dejan la comida gratis, sin trabajar..., y bla, bla, bla... Y lo peor, todavía los hay que piensan en más alojamientos para turistas, porque según ellos -ciegos- no tenemos suficientes.
 
    El padre Báez, que añora la estética o belleza de una isla trabajando la tierra, para poder comer y por si vienen algún turista, darle de comer de lo nuestro y no de lo de sus tierras de origen de donde nos vienen una comida en hortalizas y carnes, leches y quesos, también turísticos.
 
 
  

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