Van a seguir igual, con la matanza de cabras
en el Gran Tabaibal...
... uno se debe a la amistad; la amistad, no debe
ser defraudada, en parte por el secreto (profesional o sacerdotal, sin llegar a
sigilo penitencial, pero...), en parte por respeto, también por y para no
traicionar una confidencia, son razones para no descubrir la fuente de
información, pero tristemente calificada la actitud de prepotencia, y de seguir
en lo ya hecho, es decir: van a seguir matando las cabras que quedan.
Y da
rabia, que se dobleguen los reunidos con responsable del área, que nada digan
ni uno ni el otro, y a un servidor se le imponga, por favor, “¡no
me delate, pero esto es lo que hay!”, y en ello van a seguir sin
bajarse del burro, en la creencia u opinión, que han hecho lo correcto y lo que
había y hay que hacer. Por el forro se pasan, la reacción en contra de la masa,
que por parte del colectivo de consejeros, todos a una, como en Fuenteovejuna (el
cabricidio se presenta con un protagonista colectivo -los miembros del cabildo-;
entonces, allí –en la obra de Lope de Vega, fue -un hecho real-, símbolo de la
unión del pueblo contra la opresión y el atropello de la autoridad, que aquí es
al revés; la unión de los políticos y su opresión contra o sobre el pueblo: “fuente
de ovejas” [aquí diríamos “fuente de cabras”]), que se arropan, y todos callan,
todos cómplices, y ya no es de cita e individualizar a nadie, porque con
distintos grados de responsabilidad, el hecho es que ni quien preside, ni quien
aconseja, sino todo el equipo, está desde el silencio cómplice y sin alzar la
voz en contra por compañerismo (¡borreguismo!: van todos a donde va uno) mal
entendido, por disciplina de colectividad, el caso es que las cabras guaniles,
tienen los días contados. Cabe la esperanza, que mientras haya cabras -cada vez
menos- siempre se escaparán algunas y siempre, aunque en menor número, siempre habrá
cabras guaniles, que venidos tiempos mejores, y de cambio político en el
cabildo, este nuevo que surjan, ni mate cabras, ni sea tabaibero. Mientras, nos
toca gritar, patalear, pero de ahí no se sigue nada, sino la rabia contenida y
desahogada, y aguantar a los que libremente eligieron (elegimos [un servidor
por principio no vota]), que de haber puesto en sus campañas electorales que en
sus planes estaba el matar las cabras seguro, no hubieran salido; así que tenemos
lo que nos merecemos, por incautos, por ingenuos, por engañados. Repito, en
reunión de alcalde, vicealcalde, concejal del ramo y otros, con consejero y
demás, la cosa quedó clara: “¡vamos a seguir con el cabricidio (con
otras palabras)!”. Un servidor, simplemente, lo pone en conocimiento de la
mayoría, y estoy seguro, que esta revelación o descubrimiento (sin descubrir
quién fue el confidente [persona íntegra y de confianza plena]), la cosa no va
a seguir igual, sino que va a seguir peor, porque lo hecho, hecho está; pero,
lo que está por hacer, es acabar con lo comenzado o con lo que queda.
El Padre Báez, que sabe guardar un secreto (“¡me
lo llevaré a la tumba!”), pero digo -en este caso- como dice el refrán:
“¡hablo
de la doncella, sin decir quién es ella!” Dejemos la fuente, y
quedémonos con lo comunicado (la fuente es cierta y verdadera; lo comunicado,
¡también!, desgraciadamente, si no hay medio, forma o manera de pararlo. A un
servidor, le toca decirlo, anunciarlo, -y uno más (otro refrán)-: “¡el
que avisa, no es traidor!”).
“... son unos mentirosos...” (salmo 115). / “... cambie nuestra suerte...” (salmo 125). / “... días de peligro... son unos soberbios, una banda de
insolentes”
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