El cabildo matacabrastabaibero, reparte
caramelos...
... ¡caramelos envenenados! Reparte migajas, con las que
calla a los cinco alcaldes, a los que les matan sus cabras, ¡y se quedan tan
tranquilos! Y ello, porque “el que se mueva, no sale en la
foto”. Y he aquí, que el pueblo, fuera de las casas consistoriales -como
llaman a los lugares de reunión de los que ajuntan y mienten y de paso callan-, digo:
el pueblo llano y sencillo, la gente, la vasca no quiere migajas, ni repartos,
quiere sus cabras, quiere que no se las maten. ¿O es que no escuchan?
Además de
ciegos, ¿también están sordos? Ya es de miserables, que se callen por dinero,
que los compren con unas migajas de euros. ¡Guárdese el cabildo su dinero y
quédeme (me quede) yo con mi libertad, que no tiene precio, y ni se vende, ni se
compra, pues dejaría de ser hombre, si pierdo mi libertad,
para moverme solo por instinto, como las cabras, ¡ellas al menos tiran hacia la
libertad, de las guaniles, al risco, a las rocas, donde el sol las cría y
engordan! Que es la muerte o enfermedad de una cabra la sombra; por eso la de
cuadras, corrales, cuevas, chozas, etc., ni son, ni serán nunca como las otras,
las mejores, y son las que precisamente, mata el cabildo y su miedoambiente.
¡Dios, qué pena de gente prostituida! Ya dijeran: “¡Morales, quédate con mi dinero (nuestro
dinero), y déjame (déjanos) las cabras, y libres como ellas te digo: no sigas
matando cabras, sin más: te lo repito: no me sigas matando las cabras! Es la voz
del pueblo, es la voz de Dios: “vox
populis, vox Dei”, en latín te lo digo: no me mates más cabras, ¡ni una
más!, si no, nos vamos a ver las caras. ¡Retira tu miedoambiente de mi
municipio, no los dejes acercase por mi terreno!”. Así debieran hablar los
cinco, y no al unísono, sino por separado a ver si de tanto oírlo hacen caso en
el cabildo, acostumbrados a ir contra corriente; les costará frenar ese derrame
de sangre por los riscos, pero al menos se lo pensará, y habiendo también
guardias municipales, cuiden estos sus territorios de esos terroristas y
asesinos de cabras, den la voz de alarma para que el pueblo se eche al campo, y
los corra, los echen de sus tierras, y defienda sus cabras. Prefieran la pobreza
a venderse por tres perras, las mismas que no les sacarán de las miserias, no
sean avaros...
El Padre Báez, que orienta a los cinco alcaldes a los
que el cabildo les ha matado cabras. ¡Por Dios, háganme caso! No les importe no
recibir nada en represalia, y crezcan ante sus votantes como gente: seria,
noble, fiel, libres, amanes de su pueblo y de sus cabras..., y hasta seguro
repiten en el cargo -pero no lo hagan por ello, de lo contrario serán de ustedes
-como la de las cabras- igual la muerte política, porque el pueblo no
olvida.
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