domingo, 8 de julio de 2012

Milmetros...

Mil metros de tuberías (por un berol).

Que las viejas acequias hay que renovarlas, pues, se les va por mil sitios el agua, y no es un elemento a perder. De ahí, que mi buen hombre, ni corto no perezoso, y enderezando la acequia que serpenteaba hasta donde el cultivo, va y decide, poner una tubería de acero (no de goma, por aquello, que se la pinchan, y con el tiempo, el sol se la come, y la pone de acero).

Hasta aquí, nada anormal. Solo que los tubos, no admiten curvas, y en plan rectilíneo, para ahorrar tubería y dado que su terreno se lo permitía, el trazado sin más, y el tendido de la operación. Pero, ¡en mala hora, usted!, porque tuvo la malísima e improvisada suerte, que un desgraciado berol, se cruzara en el tendido, y como lo más normal, pues va y lo arranca -¡y esa fue su desgracia!-; y estaba en ello, cuando por arte de magia o brujería (simplemente, porque te acechan a todas horas, ya que son varios ejércitos vigilando al hombre del campo en cuanto da dos pasos sobre el terreno, y se pasan el aviso, y caen como moscas al pastel), que se le presenta el seprona, y se establece la siguiente conversación:

-        Seprona: ¿qué está haciendo, usted?
-        Mi buen hombre: ¿no lo ve?, ¡poniendo esta tubería!
-        S: ¡sí, pero usted ha arrancado un berol!
-        M. b. h.: ¡claro, porque me molestaba para seguir con el tendido y trazado de la tubería!
-        S: Pero, ¡usted no puede arrancar un berol!
-        M. b. h.: ¿cómo que no?, ¿qué pretenden ustedes, que yo haga cuatro codos, para rodear al berol?
-        S: ¡Sí señor, el berol no se puede arrancar! ¿Me da su D. N. I.?

No, no sigo con la conversación, porque no quiero adelantarles el final. El final, lo pueden poner ustedes; y estoy seguro, no se van a equivocar. Multa aparte, merece un comentario: el absurdo, de no poder tocar una planta que es basura, y de la que hay billones de ejemplares por todas partes, y que con arrancar un triste ejemplar, no se va a extinguir y desaparecer la especie, por más que se arrancaran millones de ellos, y por más que estén súper, súper-protegidos. Y que por cosa tan nimia y baladí, haya que pasar por caja, y pagar lo que no costó la tubería, es algo que ya grita y rechina en los oídos de un pueblo sordo, que no se agrupa, para defenderse –como los del carbón, en marcha a Madrid, para parar lo que ellos consideran un atropello, que a la par aquí-, es aceptado, como si de un crimen o delito mayor fuera, que es preferible, dejar de cultivar un terreno, antes de quitar un berol. Con el agravante de que éste no da nada; y el cercado de papas -regado por medio de dicha tubería-, camiones de papas, que es comida, que es economía, que es sector primario, que es trabajo, que es..., ¡es un abuso consentido! Y nadie, dice esto hay que pararlo, y pasar a la acción. ¡Ya está bien! Esto, esto es demasiado, y se ha salido de madre.

El Padre Báez.

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