domingo, 15 de julio de 2012

Informe sobre un día inolvidable

Informe sobre la marcha arqueológica:

A las 11,00 en punto nos dábamos cita en el aparcamiento de La Barranquera, los distintos coches, para dejar atrás a la mitad de los mismos, y repartirnos unos en otros, y así inter-relacionarnos. Cada vez son más los que se suman al grupo de “arqueólogos” aficionados, para entrar en nuestra identidad e Historia, y así crece el número de las féminas, cada vez son más los que superan los 70 abriles, que se asombran al ver cómo hay tantos jóvenes –varones y hembras-, que se suman, aportando al gran  grupo, el dinamismo, la alegría y el interés por lo nuestro (hay que notificar que un muy buen puñado de los que se confirmaron hace una semana, se unían al grupo, con la fuerza del Espíritu,
dando al grupo un “nuevo aire” junto a los veteranos, que se mantienen y con nuevas incorporaciones de sus parejas, que comentan cómo hay jóvenes, que rompen con la tele, facebook, la plaza, la familia, las faldas, etc., para encararse a caminos nunca hollados, y romper con lo que se aburren en sus casas, sin otra ilusión, que ver tele y escuchar música, para ser protagonistas de las más bellas películas, jamás antes rodadas.

Durante la jornada, nos acompañó implacable todo el santo día (lo hacíamos después de participar en la Eucaristía), el “hermano sol”, como lo llamara San Francisco de Asís; que justo es, el que nos ponía la piel como a cangrejos rojos, y nos proyectaba en la inseparable sombra que constantemente nos acompañó, durante día tan intenso, en amistad, en descubrimiento, en fraternidad, en alegría y gozo.

La marcha, fue larga con ganas, y solo –como habíamos escuchado en el Evangelio, llevábamos un palo para el camino. Agua, tuvimos por el camino providencialmente hallada, en más de una ocasión. El sombrero no fue suficiente, para acelerar la marcha, que buscando sombra –y la había por trechos, y siempre- hizo que la única comida (algunos vinieron sin desayunar), fuera sobre las 19 horas, y por eso, la llamábamos: almuerzo-merienda y cena, todo en uno, donde el fresco refresco, la roja sandía, el bocata –variado, y según gustos- galletas, zumos, fruta, etc., etc., fue en un todo compartir, y sobremesa, que nos llevó a casi –comentando las incidencias, las maravillas vistas, o descubiertas, mirando al pasado con emoción e interés, se prolongó hasta las casi 21,00 horas en las que emprendíamos el camino –en coche- hacia la casa, a donde nadie llegó antes de las 22,30 horas.

Pero todavía no hemos dicho, a dónde fuimos: pues lo hicimos hacia el Noroeste de la isla, justo hasta donde los últimos guaches, se encaramaron, o fueron replegados en 1483, y desde una atalaya, que esconde el risco natural su fortín-fortaleza-“castillo”-centro de vigilancia, donde sendas torretas, goros, frontón, edificio, habitaciones, pasillos, etc, y todo ello, con las omnipresentes lapas, grabados, cerámicas, etc., pero sobretodo el perfeccionamiento de paredes, que asombraron a los visitantes, ante obra de arquitectura tan perfecta, a pesar de la altura, círculos, centros de vigilancia, corredores, etc., que nos ofreció la mejor de las sombras, y en in situ las piedras nos hablaron de una Historia, jamás antes explicada, ni contada.

Fue mucho lo que se vivió, se habló, se fotografió, se comentó –se respondía a preguntas-, y mucho fue el asombro ante edificio tan singular como desconocido y escondido, que pasando cientos y miles de turistas, senderistas, lugareños, etc., cerca, imposible adivinar detrás de aquellos roques, que cae en perpendicular desde tamaña altura como si cortado por un cuchillo fuera, la pared que asoma a barranco que asombra, y que tapa y camufla dicha obra. Obra tan original, que no sabíamos si llamarla fortaleza, centro de vigía, edificio militar de los guanches, testigo de las últimas escaramuzas, extensiones que pierden la vista, etc., y tanto, que como siempre he dicho, no es para contarlo: se pisa y patea, se ve y se toca, o no hay imagen que lo resuma. Solo la retina, los oídos y la inteligencia (razón), alcanza a descubrir secretos escondidos desde hace seis siglos, la última obra hecha por los guanches -sin lugar a dudas-, por tanto lo más reciente y cercano en el tiempo, hecho por los hombres, que fueron definidos un siglo antes (1402), como “... los más inteligentes del mundo...”, de lo cual, el edificio visitado y descubierto, es una prueba evidente de lo dicho por los normandos primeros al iniciar el “descubrimiento” de nuestros antepasados.

El Padre Báez.

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