sábado, 7 de julio de 2012

A más de doscientos metros

Conozco el lugar, porque un día me llevó su dueño, deseoso un servidor de conocer sus nogales, entre los pinos. Y allá que nos fuimos. Y Cierto, una gozada, ver manzaneras, nogales, cirueleros, membrilleros, rodeados de pinos por todas partes, y ello, porque se han hecho fuertes, y ni por nada del mundo entregarían sus tierras, heredadas de sus padres, donde hasta doce yuntas de vacas, amén entre becerros, cabras, mulo, burros, etc.
Que partida la finca entre los herederos, el que me llevó a ver su parte, transformó la alpendre en cuarto de fin de semana o domingos, donde en aljibe contigua, con enlatada de parra y sombras de almendrero, tiene ese remanso de paz, donde descansar de su trabajo, y disfrutar con su familia. Pues, hasta aquí, todo muy idílico, romántico y campestre. Que allá por donde la Montaña del Pleito (por el repartimiento de las aguas que por allí nace y de ahí su frondosidad), y donde el cabildo envenenador de tierras, ha ido plantando de pinos, todo, y siendo las lindes aguas pendientes y centros de barranquillos y barrancos, se le montó encima de la propiedad de mi hombre, sin que se atreviera a arrancar lo que en su propio terreno, otro le plantara. Hoy, un bosque en su propiedad unido al resto, que lo invade todo. Y dado que tiene donde un asadero, hasta allí se llegó el medio ambiente de mala forma, para exigir apagara las brasas, porque podía ser motivo de un incendio, y ello a pesar de estar los pinos a más de 200 metros, y sin retal de por medio, y sin posibilidad alguna para degustar unos chorizos o chuletas, o lo que fuera; que se enzarzan en una disputa (donde por parte de los verdes, se subraya el final de la palabra “disputa” a la nuera de mi caballero), porque entrando en el juego las señoras, hasta lo echaban de lo que consideraban una propiedad privada, a la que no tenían derecho perturbar la paz y el buen día de retozo campestre. Pues, que llamaron al seprona, y ¡la que se armó, no es ni para contarlo, que ustedes mis amigos, se lo puede imaginar (y aya les di una pista)!
Con este relato histórico o verídico, solo quiero que vean lo absurdo y sin sentido, en ese machaqueo constante en el que no nos dejan ya ni comer en el campo, como si se fuera unos irresponsables, como si no hubiera distancia más que suficiente, sin medio ni manera alguna de alcanzar los pinos, como si agua no hubiera, o como si de una brasa en una parrilla, en cemento, y bajo techo, alcanzara a prender fuego a unos beneficiosos pinos que nos dan de comer y madera cual si de cedro fuera del Líbano. Es el caso del acoso, constante, en el que tienen a mi pueblo, sin que manifestación de protesta alguna se prepare, ni se haga, para recuperar la cordura perdida. Que bien fuera toda esa acción preventiva, si de cuatro drogatas se tratara, haciendo fuego en un pastizal y a un tiro de piedra de los pinos, que mediando más d 250 metros de distancia, y en su “casa”, uno no pueda ni comerse a gusto un muslo de pollo, ¡que venga Dios y lo vea!

De cierto, se pasan en celos cumplidores de una tarea, que parece perturbar y molestar a todo aquel que ose asomarse por el campo, que según dicen lo quieren bien despejado, para convertirlo en ese gran geriátrico para EUROPEOS RICOS, Y PARA ELLO, MOLESTAN A LOS QUE LO TRANSITAN O USAN, Y LES AMARGAN LA VIDA, PARA QUE ABURRIDOS, VENDAN O NO VUELVAN POR LA ZONA

El Padre Báez.

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