lunes, 9 de julio de 2012

Dos machorras...

Dos machorras,

de mascotas:


Si hay algo, realmente bucólico, y romántico, y tanto que parece salido de una canción -como aquella que dice (la cantaba mi madre, q. e. p. d.)-:

“Apenas sale la aurora,
viene el alba y viene el día; 
ya bajaba la pastora,
por toda su serranía. (bis)

Toda cubierta de flores,
La casa donde habitaba;
no la pintaba un pincel,
tan  bonita como estaba. (bis)

Ella leía papeles,
de la historia de su vida;
mientras los iba leyendo,
se iba quedando dormida. (bis)

Pobrecilla la pastora,
que ha fallecido en campo;
Dios le conceda la gloria,
por haber sufrido tanto”. (bis)

es, lo que les voy a contar:

¡Bueno, por asociación de ideas, porque no se trata de una pastora, sino de una feligresa o parroquiana, que extranjera ella, y venida de la europa fría y de tulipanes, ha recabado cerca del Barranco del Castillo (dícese de “Los Cernícalos”), y madre de una pequeña, que lleva en mochila delante, en su pecho, detrás lleva siempre, y por cualquier lado que vaya, sendas machorras (machorra, es la cabra en su fase intermedia entre baifa y cabra; es decir, sin haber parido todavía), y que regalo desde cuando nacieron y criadas a biberón por ella; ahora, la siguen inseparablemente vaya por donde vaya; y toda vez, que sale a pasear con su niña, las machorras la siguen a la par, que van mordisqueando cuanta hierba se encuentran por caminos y carreteras, con ese alegre retozar, y balar cada vez que se quedan atrás o se aleja su guía, de la que no se separan, ni para comer. Todo un espectáculo, que da cumplida cuenta a lo que desde siempre he venido diciendo: cambien perros por cabras, que éstas son unas mascotas más limpias, y además les dan leche. Come de las sobras verdes del potaje, o ensalada, cáscaras de papas, y de cuanto verde haya por el mundo.

Solo la pena, que tenga que ser una extranjera, la que nos dé la lección. Pues venga de donde venga, sea bienvenida, y a ver si cunde el ejemplo, y se comienza por la sustitución. Solo si el rebaño fuera mayor, no vendría mal, un perro que cuide de las cabras; pero si no, una cabra siempre antes que un perro, y ello, ¡un millón de veces más!

El Padre Báez.

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