La alegría de los que ya estaban, al recibir a sus paisanos, y tal vez familiares, que preguntarían mutuamente, por los ascendientes y por los descendientes de uno y otro lado. La sorpresa de descubrirse cómo estaban, los que llegaban, y los que estaban; los que venían ya cambiados en lengua y costumbres; los que ya se habían establecidos, conservando las raíces, y cambiado el modo de vida, pero no la fe, ni las buenas costumbres emanadas de la misma, que en eso, eran muy fieles, como en todo lo demás....
Pero, no era todo tan bucólico y romántico, que la primera dificultad, era dar con el pariente, preguntando por los nombres en un territorio disperso y muy grande, pero como de menos a más la población crecía, al principios, más concentrados, era más fácil, que no con el decurso de los siglos (estamos en torno a Nuestro Señor Dios Jesucristo, tres siglos antes y tres siglos después, en un más o menos), que después venía el ubicarse, previo reconocimiento, recomendación o consejos.
Para los que estaban aquí, eran noticias del continente y la suerte histórica que les tocaba vivir lo que les llegaba, junto con un enriquecimiento poblacional; que por los de aquí, contaban también sus cuitas, sus aventuras, sus comienzos, dónde los restos de sus antepasados, la visita ritual a los mismos..., pero ya dije no siempre fue fácil y a veces imposible dar con ellos. para algunos fue algo nunca conseguido, por aquello de un cambio de “domicilio”, y habérseles perdido la pista...
En las naves de vuelta, también iban noticias e informaban del cómo y del lugar, de la gente y sus nuevas costumbres, pero la fidelidad (repito) mantenida; también que conservaban en estado puro el habla y la escritura (la misma que en el continente, iba avanzando y cambiando)...
Añoranzas habían de parte y parte, y tal vez alguno regresara, ¡vaya usted a saber! Son los años oscuros, donde solo la lógica y la razón, pone estos presupuestos, que con toda verdad sucedieron, y nadie los ha contado...
Sí, hay que viajar en el tiempo, hay que ponerse en la borda de esa nave que llega, y no se ve a nadie, y hay que recalar, por este y el otro barranco, hasta encontrar a los que dan la bienvenida..., ¡qué distinto ya cuando otras naves llegan desde los siglos XIV y XV, a pesar de ser hermanos en la fe, pero se desconocen, no hablan el mismo idioma, no tienen los mismos templos (los de aquí almogarenes), pero sí la misma doctrina...
El Padre Báez, que de nuevo, se asoma a aquellos albores de nuestra Historia, jamás contados...
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