Razones tengo, para desconfiar, después de ver lo que he visto, por parte de esas empresas, de dudosa profesionalidad y otros líos o rollos. Que sean las idóneas, con gente preparada, y no simples aficionados o peones, dados a labor de pulcritud máxima. Temores pues fundados.
Pero, ahí están los del gobierno, sean o no del cabildo y otros con sus totales permisividades, como quien parte y reparte el pastel, sin que nadie alce la voz; no sabemos por miedo a qué, aunque lo sospechamos. Pues que sea un pobre cura, quien esto diga, ya es de pena, porque los otros: callan.
Y lo malo, con creces, es que siguen operando sin interrupción, en cuanto hay tres perras (no caninas, sino dinero), sin que haya delegación o comisión alguna de seguimiento (atención a lo de “miento”). Lejos están los de los Ministerios madrileños, y menos que les interesa lo nuestro, que no constatan la marcha desastrosa de nuestros yacimientos, en el abandono y daño al excavar o reparar algo. Menos aún, los de más lejos europeo.
Por otra parte, obras hay, y han habido -y supongo habrán- que evolucionan, sin que un seguimiento arqueológico serio, constate la presencia de material y piezas de valor patrimonial, frente o en la misma obra, que siempre es prioritaria, y nada se para, ni menos se desvía.
Y es que, cuando hay de por medio de la empresa, otra empresa, que adjudica los trabajos, ¿dónde se acredita que cumplen con sus deberes con las empresas -¡demasiadas empresas!- subcontratadas de arqueología? Cierto y verdad es, que en torno a las distintas obras, raro y extraño es, que no vayan en aumento los restos arqueológicos, que no cambian ni modifican proyecto alguno, teniéndose en cuenta lo arqueológico prima a la obra, y se hace la vista gorda.
El Padre Báez, que pide -si llega el caso- se modifique cualquier proyecto de obra alguna, siempre que de por medio aparezcan restos arqueológicos, a la menor señal de su presencia o descubrimiento.
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