Desde que el cabildo con eso de la transferencia de competencias en su día, las garantías de recuperación y de conservación del patrimonio arqueológico e histórico, fue de fracaso en fracaso, sin éxito alguno. Piénsese, cada vez tenemos menos legado conservado, desde que acciones como las de una guía arqueológica que señala con pelos y señales y al milímetro dónde están los tesoros más valiosos de nuestro patrimonio, sin que obstáculo alguno impida el saqueo, el destrozo, el robo, etc.
Es triste y lamentable, pero es la verdad. Teniendo el cabildo la responsabilidad de custodiar el patrimonio y la potestad de castigar legalmente a los depredadores, dejando estos sus señas de identidad y domicilio junto a los grabados, ¡nada se ha hecho que sirva de escarmiento y en justicia repare el daño, y sirva de ejemplo para otros; al margen que estas joyas de nuestros antepasados, están al descubierto, a la par que un ejército de dicho cabildo gasta ruedas por esas cumbres de Dios, sin otro oficio que vigilando a la pobre gente del campo, por si se roza con una retama.
Cabe esperar, nuevos nombramientos, que sean más responsables, y así la Consejería del ramo se ocupe y preocupe de vallar, de proteger, de impedir el deterioro de lo más preciado que tiene el mundo: el arte guanche, por difundir a escala universal. También cabe esperar de los nuevos nombramientos: se investigue, se publique, se proteja, etc. nuestra arqueología y por ende sus yacimientos.
Las excavaciones, están prácticamente paradas; se hurga algo, sin profundidad. Todo está pata arribas y reconstrucciones hay que son una afrenta y una enfermedad, y habría mejor que deshacerlas, antes de tener esas mamarrachadas, como las del poblado en Agaete, junto a la carretera (sin dar más señas): ¡vergüenza de restauración!, que fue un destrozar y un cambiar lo que había por algo que no responde al patrón de los guanches, y se lo atribuyen, desfigurado, cambiado, re-inventado...
Es mucho lo que cabe dudar de la eficacia y profesionalidad de estos restauradores, que con planchas de hierro lo arreglan todo, deformando, y trazando calles y avenidas, por donde habían senderos y caminos. En todo lo excavado está presente a improvisación. Todo eso parece una mafia, un grupo hermético, cerrado cual si una secta fueran; se creen dueños del solar, y hacen lo que les viene en gana, sin que nadie les pueda frenar en sus disparates, pues se creen infalibles y casi “dioses” soberbios y altaneros.
Jamás entenderé que una empresa, tenga tales poderes en lo arqueológico, sin arqueólogos, o sin saber quiénes son y qué preparación académica y universitaria tienen estos que operan sin ser cirujanos (?). ¿Empresas arqueológicas o arqueólogos? ¿Acaso basta un simple licenciado, para entrar, meter mano y cortar el pastel, sin que de por medio esté una cualificación idónea?
¡Y cierto, han excavado, pero se han cargado la Historia! ¿A dónde ha ido a parar la ciencia arqueológica? ¿Es que vale cualquiera para arqueólogo, si lo que busca en un sueldo? Más aún: han primado las obras a la arqueología. Que no se siga en los errores del pasado; cortemos ya este cúmulo de males. Prime la formación en aquel que pretenda hacer arqueología; investigue; patee el territorio...
Es deprimente, que la desaparición de los valores, alcance a la arqueología y sea la causa de tantos males; ahí están los jóvenes universitarios sentados en las plazas, falta trabajo, y no abren la puerta a una arqueología seria, profesional, y no de aficionados y de empresas. Y alguien ha de tomar el relevo, que nos sucedan en esto; hay que introducirlos. El pasado esta ahí esperando, y da trabajo en: historia, yacimientos, patrimonio, cultura..., y el futuro nos aguarda, ¡seamos su esperanza!
El Padre Báez, que sigue señalando lo prioritario de un pueblo: sus raíces, su patrimonio, su Historia, su arte..., que no lo degraden, ni estropeen; ¡sean profesionales y no una empresa que a las pruebas les remito: vean, vean: hierros por todas partes, sin venir a cuento: una empresa!
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