Entremos pues, en la Historia, con sumo y gran respeto, asomémonos a ella, con emoción y temor, con alegría y esperanza; sorprendámonos de cuanto bueno vamos a descubrir: lo primero y más importante, la inteligencia -como reconocieran los de Bethencourt en 1402. Hicieron tal uso de la misma, que asombra la capacidad e ingenio, para actuar como lo hicieron, y de otro lado, como ya hemos dicho, si no desde la plenitud del cristianismo, en parte por ese pre-cristianismo que sí poseían y practicaban.
Superado queda ya, que el término “guanche” sea exclusivo de Tenerife, que se ha generalizado y ya corresponde a cualquier habitante de las distintas islas en aquellos tiempos, pues no en vano hay y tienen muchos elementos que le son comunes. Separados por el mar, eran y somos uno; aunque independientes y con sus distintos Gobiernos, pero afines. Venidos del desierto culto del norte de África, como ya señalábamos anteriormente.
Una simple pasada al lugar de Tenerife: Tegueste, que nos recuerda el Tagaste de San Agustín (ver mi libro: “El Canario San Agustín). Los términos toponímicos comenzados por “Te” y otros, nos hacen ver en las distintas islas el origen común de sus habitantes. En común tienen -o tenían- la gran cultura de la que eran portadores, la lengua o idioma, el talante o carácter propio de los mismos, y la gran religiosidad (pre-cristiana unos, y cristianos otros, según orden de llegada; y una vez establecidos, el concilio de distintos tagoros para avanzar, guiados por los sacerdotes o faycanes).
Por supuesto, y damos por sentado y sabido, que llegaron de distintas etnias o tipos distintos; fueron unos seis siglos de distintas oleadas o llegadas, y cabe pensar, no venían todos de la misma región o lugar, aunque sí de esa gran zona del norte africano ya dicho. Como es fácil deducir, con inmenso y gran predominio de la raza blanca. Hechos a la mar, no se trata de unos salvajes de la prehistoria, sino de unos hombres ibres y cultos, cuya apareincias siglos despúes, engañaron a los que los creía, por sus faltas de vestidos, cuales si bárbaros fueran (pero se equivocaban). Supieron de distintas culturas de los que sucesivamente les visitaban...
Según iban llegando, se asentaban en torno a la costa, pero con el devenir de los siglos, se iban adentrando, según iban talando y haciendo habitable el interior de las islas. Pero es bueno saber, que no faltan quienes dicen -y con razón- que desde los siglos XXX a.d.C., y hasta el IX d.d.C, no faltaron distintas llegadas a las islas. Estos últimos cristianos, que huían de los islámicos; y no es arriesgado decir, que venían acompañados de sus presbíteros y Obispos (que continuaron con su labor evangelizadora antes de que llegaran los castellanos y otros). La leyenda aporta distintos santos y obispos...
El Padre Báez, que les va a seguir contando lo que nadie hasta ahora ha dicho, y ahí están los datos ocultados.
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