Si va usted a Madeiras, prepárese para encontrarse con un lugar, llamado “Garachico”. Como es lógico, esto debe tener una explicación, porque Garachico, está -también- en Tenerife; luego alguien de aquí -guanches- lo llevó allá, como el de aquí, debió venir del norte de África, de mano como no pudo ser otra que la de los guanches (canarii). Y ello, porque aquí como en Madeiras, deben ser lugares morfológicos u orográficamente muy parecidos unos a otros. Y, si cuento esto, es por algo; y viene a cuento, como lo de la fe de los guanches o canarii, que como sabemos, es la del catolicismo o verdadero cristianismo. Hoy, de una forma muy sencilla, vamos a acercarnos a un par de consideraciones.
Nadie ignore, que del norte de África, era la Santa cristiana Mónica, famosa por ser la madre de San Agustín. Ha pasado a la Historia Mónica, porque cristiana ella, lloraba por ver convertido al cristianismo a su hijo, que se resistía, y era un buscador de la felicidad (la verdad), que encontró precisamente en la Iglesia católica o el cristianismo, y se convirtió como fruto de los muchos años de lágrimas de su santa madre. Pues bien, hasta aquí, un dato a tener en cuenta, porque contamos con Agustín de Hipona, como un canarii más, lo mismo que su madre.
Tampoco se debe esconder a nadie, que Agustín, nació en Tagaste. Tagaste es la sede titular (episcopado) en Numidia, y era en su tiempo una municipalidad muy importante (es citada por Plinio, por el “Itinerariun Antoninum, ¡y no vamos a seguir contando su historia!, que si es famosa, es por haber sido la cuna de nuestro Santo (San Agustín), que era católico-cristiano como sus coetáneos, al ser contemporáneos y paisanos. Tampoco voy a contar la vida del santo (cosa que ya hice en el libro que sobre él escribí (“El Canario San Agustín”), que nos ocupa, salvo que en Tagaste -lo sabemos por San Agustín- había un monasterio donde él vivió en compañía de Severo, su gran amigo y compatriota. El tal Severo, sería más tarde obispo de Milevis.
Aunque hubieron más, sabemos el nombre de algunos de los obispos de Tagaste, y son, entre ellos, los de: San Firme (fin del siglo III), mencionado en el Martirologio Romano el 31 de julio; San Alipio, nacido en Tagaste, amigo que fue de Agustín, y cuya fiesta se celebra el 15 de agosto; Januario, enviado por Hunerico al destierro, donde murió por la fe; etc. La sede de Tagaste aún existía en el año 600.
Con lo dicho, queda más que medianamente claro, que los canarii (luego los llamados canarios o/y guanches), vienen de ese lugar, donde la fe católica-cristiana campea a sus anchas y se expande o dilata. Por lo que la evangelización de los siglos XV y XVI poco esfuerzo encontró donde todavía a pesar del tiempo pasado, se seguía bautizando a los recién nacidos, como cuentan las Crónicas, y en virtudes evangélicas y otras, no ganaban a los guanches (canarios) los que les traían la “nueva” fe o religión (que ya la poseían , y hasta es fácil colegir el paralelismo de la vida religiosa de los guanches, con la del catolicismo: con sus faycanes (sacerdotes), harimaguadas (religiosas, cuales monjas), almogarenes (templos o lugares sagrados), ritos u ofrendas de leche (sacrificios), etc., etc..
Pero a modo y semejanza de lo que dije al principio sobre Garachico, digamos que en Tenerife está Tegueste; tenemos en Gáldar otro Tegueste (subida a Caideros); tenemos otro Tegueste en Santa Lucía de Tirajana; tenemos en Lanzarote a Teguise, y todo ello, nos indica son nombres que nos vienen de la patria de San Agustín (cuyo ambiente hemos visto, no podía ser más católico), y que con el tiempo y a la distancia, aquí cambia ligeramente su pronunciación, y ello desde las traducciones del francés o castellano antiguo o portugués (que no está el personal por la filología, y lo dejamos aquí, para una posterior profundización [vaya como simple adelanto]). Nombres, que trajeron los canarii, y al ver similitudes orográficas aquí, a las dejadas atrás, no dudaron en llamar a lugares de aquí, con nombres de allá de donde venían o vinieron; y es el caso, que trasplantaron el “pueblo” de san Agustín -y otros- a varios lugares de la isla (e islas). Extraño, no fueran católicos-cristianos, como su paisano y la madre de éste.
Es el caso pues, de unos pueblos allá, cuyos nombres se repiten aquí, y son lugares cristianos, de donde vinieron gran parte de los guanches (o antiguos canarii). No vienen o llegan aquí los canarii, desde unos lugares de paganos o salvajes; ni son animistas, ni idólatras, ni panteístas, ni creen en espíritus y magias, ni pertenecían a los primeros cismáticos del catolicismo, sino al Jesucristo de la única y verdadera Iglesia, como lo prueba bien sus orígenes, sus contemporáneos, y paisanos. No iban a ser ellos -los canarii- una excepción, ni vivían al margen de esta corriente, que recorría todo ese norte de África hacia el este como al oeste, y hacia el interior (y que se sepa, los canarii, no vivían en una burbuja, en un gueto aparte -como ya apunté ayer- y ajenos a cuanto sucedía en su entorno, sino en su mundo y ambiente, y por los datos dados: eran los del cristianismo).
El Padre Báez, que de forma un tanto infantil, para que me entiendan todos, también los no doctos en estas materas de Historia y Religión, que creen los canarii, son descendientes de los norteafricanos de siglos recientes, olvidándose vienen de la cristiandad anterior, les da razones y motivos, para que sepan, lo que nunca antes se dijo y parece ignorar: los canarii, eran católicos (cristianos), y cuando fueron re-bautizados por los castellanos, ese segundo bautizo no surtía efecto, porque el primero es el único válido y no es el bautismo un sacramento que se pueda repetir, por lo que si un apóstata, vuelve a la Iglesia, de la que se marchó a alguna de las múltiples sectas emanadas del abandono del catolicismo, como robados por el proselitismo o ignorancia del hereje, no tiene que ser de nuevo bautizado si vuelve; y en cuanto al segundo bautizo al que se sometió -por presión y engaño el que se marchó de su Santa Madre la Iglesia- no surte efecto alguno, por inválido, porque no es verdadero sacramento, sino un falso simulacro o imitación de lo que solo puede hacer la Iglesia a la que se le encomendó ese ministerio. Pero esto último, es harina de otro costal.
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