Traslación tabaibera del
Documento Episcopal: “La Iglesia, servidora de los pobres” (mi relectura, en
apoyo del mismo)...
“... salgo al campo... desfallecidos de
hambre...” (Jr. 14, 17-21).
... hago una reflexión aplicando a nuestro caso (las
tabaibas), de la Instrucción Pastoral citada, y así:
Las tabaibas nos han traído a la pobreza y a la
exclusión social que padecemos, llevándonos a una enorme desigualdad, y han
debilitado gravemente las bases de nuestra sociedad tabaibera (antes canaria),
desigualdad que crece a la par que la pobreza con matices nuevos, quitándole el
trabajo a los campesinos y yendo contra el derecho al mismo de los mismos.
Esto
afecta a la infancia, por igual a la juventud y alcanza a la madurez y
ancianidad; éstos últimos los más vulnerables, y son descartados, y tenidos como
desechos de la sociedad. La pobreza
alcanza por igual a la mujer campesina, que es así
doblemente violentadas. Las tabaibas ha llenado de pobres a nuestra sociedad
sobretodo de agricultores y ganaderos que
no pueden ejercer lo único que saben, su trabajo de siempre, pasando a ser los
más pobres entre los pobres, al convertirse en extranjeros en su propia tierra,
y todo por la corrupción política, que les ha llevado (a los políticos) a la
codicia, a la avaricia y otros vicios o males; corrupción política que
aumenta, al tiempo que disminuye la esperanza, y todo ello en un mundo sin Dios,
con total indiferencia religiosa, que exige la evangelización de siempre, a los
pobres del otro alimento (el espiritual), que han quedado sin trabajo,
excluidos, marginados y sin ética descartados. Es urgente la solidaridad y
devolver al hombre -por más que pobre- su dignidad. La ocupación total de la
tierra por parte de las tabaibas, aumenta la pobreza, frente al enriquecimiento
de unos pocos, con un comportamiento irracional y amoral que les es propio. Le
han quitado rostro humano a la economía, y ello es amoral; pues, la primacía la
tiene el hombre y no las tabaibas (protegidas masiva y totalmente, sin resquicio
a un cantero de papas). Si no se pone al hombre en el centro, difícil liberarlo
y contemplarlo en su integridad. Son muchas las citas bíblica y otras -que un
servidor, como los Obispos-, nos presentan en este
Documento, a través de ellas vemos el destino universal (y no solo para unos
pocos) de los bienes, que deben llegar a todos sin excepción. Para ello se
requiera la solidaridad bien entendida: bien para todos y derecho al trabajo
(usurpado por las tabaibas y los intereses de los que las protegen), el asunto
está en las manos de los políticos, que solo defienden sus derechos y no los
universales, buscan solo el bien particular y no tanto la justicia y la caridad
(que la derivan)...
El Padre Báez (mañana continúo con el resto -la mitad
que falta- para no agobiar al lector, y por el
espacio).
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148. Es admirable la
creatividad y la generosidad de personas y grupos que son capaces de revertir
los límites del ambiente, modificando los efectos adversos de los
condicionamientos y aprendiendo a orientar su vida en medio del desorden y la
precariedad. Por ejemplo, en algunos lugares, donde las fachadas de los
edificios están muy deterioradas, hay personas que cuidan con mucha dignidad el
interior de sus viviendas, o se sienten cómodas por la cordialidad y la amistad
de la gente. La vida social positiva y benéfica de los habitantes derrama luz
sobre un ambiente aparentemente desfavorable. A veces es encomiable la ecología
humana que pueden desarrollar los pobres en medio de tantas limitaciones. La
sensación de asfixia producida por la aglomeración en residencias y espacios con
alta densidad poblacional se contrarresta si se desarrollan relaciones humanas
cercanas y cálidas, si se crean comunidades, si los límites del ambiente se
compensan en el interior de cada persona, que se siente contenida por una red de
comunión y de pertenencia. De ese modo, cualquier lugar deja de ser un infierno
y se convierte en el contexto de una vida digna.
149. También es cierto que la carencia extrema que se
vive en algunos ambientes que no poseen armonía, amplitud y posibilidades de
integración facilita la aparición de comportamientos inhumanos y la manipulación
de las personas por parte de organizaciones criminales. Para los habitantes de
barrios muy precarios, el paso cotidiano del hacinamiento al anonimato social
que se vive en las grandes ciudades puede provocar una sensación de desarraigo
que favorece las conductas antisociales y la violencia. Sin embargo, quiero
insistir en que el amor puede más. Muchas personas en estas condiciones son
capaces de tejer lazos de pertenencia y de convivencia que convierten el
hacinamiento en una experiencia comunitaria donde se rompen las paredes del yo y
se superan las barreras del egoísmo. Esta experiencia de salvación comunitaria
es lo que suele provocar reacciones creativas para mejorar un edificio o un
barrio[117]. (del papa Francisco -Obispo de Roma- en su encíclica
LAUDATO
SI).
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