Nuestra economía, basada solo en las
tabaibas...
“... sembrasteis mucho, y
cosechasteis...” (Ag. 1, 1-8)./ “... rebaños de ovejas y vacas...” (Jr
31, 10-14)./ “... rechazad cuanto venga de
fuera...” (del canario [cannarii] el obispo san Agustín, de su sermón
sobre los pastores).
... y está muy equivocada; están muy equivocados. En
gran medida, la crisis que padecemos, se la debemos a ellas. Ellas, nos pararon,
al ocupar las tierras de cultivo. Ellas, nos transfrorentizaron. Y de ahí el
desequilibrio que sufrimos o padecemos. Y no hay respuestas al paro. No nos
restablecemos. No hay ajustes posibles. Estamos sometidos a grandes tensiones:
¿cómo sobrevivir? El fracaso es cada vez mayor. Sabemos (saben) la causa de la
crisis, y no ponen remedio. Nos desestabilizamos cada vez más. No todo puede ser
ajustes.
Tenemos políticos sin rigor. La solución no puede ser solo la
austeridad. Nada cambia. Nos engañan. Pasamos por graves situaciones, grandes
dificultades. Crecen las deudas. Vivimos de ilusiones, estúpidamente. Lejos cada
vez más un posible auge. No hay posibilidad alguna de salir de ésta, en la que
estamos y que crece y va a más: la crisis. En los políticos, desgraciadamente,
no confiamos. Avanzamos hacia el desastre total. ¿Dónde protegernos de la que
está y va a seguir cayendo? Solo aumenta el paro. Seguimos en recesión (como los
cangrejos). ¿Quién nos rescatará? Permanece el desempleo. No acumulamos activo
alguno. No hay rigor en la política. La euforia hace tiempo desapareció de
nosotros. Todo es restricción. Todo es especular, sin más. Caen los ingresos del
gobierno; suben los gastos del gobierno; rescatan a los bancos. Se hunde el
gasto privado. Y no cambia la estructura productiva; de ahí el gran déficit, de
ahí la mayor austeridad. Y, elegimos a necios (guapos, pero necios, ¡y así nos
va!). Han construido una economía basada en la no competitividad, y solo tenemos
desperdicios (es lo que está pasando). Nada dicen ni señalan los profesores
universitarios; y en el poder, analfabetos culturales y académicos. En nada
influyen sus ensayos (¡si es que los hacen y tienen!). Y así, seguimos
embotellados. Andamos sin fondos (en el doble sentido). Es decir, no hay ni
tenemos liquidez. A la larga europa se romperá. No crecemos. Y ante este declive
económico solo cabe la austeridad forzada. No, no hay cambio de rumbo.
Permanecemos en las mismas. No hay rendimiento alguno. Perdemos. Inevitable no
seguir en la crisis. Todo es restrictivismo absurdo. Seguimos en el riesgo. Y
sabemos la causa del problema, pero..., todo inducido por una política europea,
que nos golpea. Todo parado. Estamos sometidos...
El Padre Báez.
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174. Mencionemos también el
sistema de gobernanza de los océanos. Pues, si bien hubo diversas convenciones
internacionales y regionales, la fragmentación y la ausencia de severos
mecanismos de reglamentación, control y sanción terminan minando todos los
esfuerzos. El creciente problema de los residuos marinos y la protección de las
áreas marinas más allá de las fronteras nacionales continúan planteando un
desafío especial. En definitiva, necesitamos un acuerdo sobre los regímenes de
gobernanza para toda la gama de los llamados «bienes comunes globales».
175. La misma
lógica que dificulta tomar decisiones drásticas para invertir la tendencia al
calentamiento global es la que no permite cumplir con el objetivo de erradicar
la pobreza. Necesitamos una reacción global más responsable, que implica encarar
al mismo tiempo la reducción de la contaminación y el desarrollo de los países y
regiones pobres. El siglo XXI, mientras mantiene un sistema de gobernanza propio
de épocas pasadas, es escenario de un debilitamiento de poder de los Estados
nacionales, sobre todo porque la dimensión económico-financiera, de
características transnacionales, tiende a predominar sobre la política. En este
contexto, se vuelve indispensable la maduración de instituciones internacionales
más fuertes y eficazmente organizadas, con autoridades designadas
equitativamente por acuerdo entre los gobiernos nacionales, y dotadas de poder
para sancionar. Como afirmaba Benedicto XVI en la línea ya desarrollada por la
doctrina social de la Iglesia, «para gobernar la economía mundial, para sanear
las economías afectadas por la crisis, para prevenir su empeoramiento y mayores
desequilibrios consiguientes, para lograr un oportuno desarme integral, la
seguridad alimenticia y la paz, para garantizar la salvaguardia del ambiente y
regular los flujos migratorios, urge la presencia de una verdadera Autoridad
política mundial, como fue ya esbozada por mi Predecesor, [san] Juan
XXIII»[129]. En esta perspectiva, la diplomacia adquiere
una importancia inédita, en orden a promover estrategias internacionales que se
anticipen a los problemas más graves que terminan afectando a
todos.
(del obispo de Roma, el papa
Francisco en una de sus encíclicas, la LAUDATO
SI).
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