La tierra entregada a las
tabaibas...
“... la
tierra... que dé semilla al sembrador y pan al que come...” (Is 55, 10-11)./
“... dad los medios necesarios para la subsistencia...” (del
obispo canario san Agustín, de un
sermón sobre los pastores).
... de ahí lo grave de la situación que padecemos, es
que ni gobierno, ni cabildo responden; se hacen los suecos, como si no fuera con
ellos, o no saben nada. Vivimos en el desempleo, sin más solución, sino que el
mismo crece y crece, sin parar (y nos engañan con reducciones falsas del mismo).
El problema es, que no se ataja la crisis, sino que la alimentan y ésta crece
sin parar. La crisis que padecemos, va a más. Y lo grave del problema es que ni
cabildo ni gobierno, llenos de incapacitados son muy débiles, poniendo parches y
echando balones fuera, y son tan flacos, que no nos van a sacar de esta miseria
en la que ellos mismos nos han metido y hundido, que compuestos por tantísimos
enganchados, que precisamente en ello radica la debilidad que padecen, los
incapacitan para ejercer sus funciones más elementales, hemos perdido fuerzas, y
no somos autosuficientes, sino dependientes totales. No tenemos prosperidad
alguna y esto nos quita hasta la paz, y si hay algún progreso es fuera, mientras
aquí hay regreso y marcha atrás acelerada. Esto, no funciona; crece la violencia
a la par que la depresión. Tenemos gobiernos irresponsables, que nos llevan al
caos, sin economía ni mercado propio, y así no hay desarrollo posible alguno.
Crece nuestra debilidad, ha desaparecido el sector productivo, y en estas
estamos. No solo se ha hecho cosas muy mal, sino que siguen en el mal, sin
querer dar marcha atrás, y siguen en las mismas de mal a peor. Nuestra pobreza
ya es crónica y de esa debilidad no nos quieren sacar. Antes, al menos, teníamos
fe; pero ahora, ni eso. Todo lo compramos, nada vendemos. Crecen las
desigualdades (en ambas direcciones). Cada vez somos menos desarrollados;
aumentan las deudas, y al mismo ritmo la inestabilidad. No tenemos voz, tampoco
salidas; solo consumimos, nada producimos. Solo tenemos una errada protección
del miedo-ambiente que nos asfixia, y solo aumenta el desempleo, robándonos el
mayor valor, que es la libertad. Nos amenazan el hambre y la mayor pobreza. No
tenemos mercado propio, y carecemos de toda competencia para sobrevivir. Se
acabó la libertad, somos esclavos del sistema y de la clase política que nos
atenaza y frena. Nuestra dependencia es total y
absoluta...
El Padre Báez.
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IV. El principio del bien
común
156. La ecología humana es inseparable de la noción de
bien común, un principio que cumple un rol central y unificador en la ética
social. Es «el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las
asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la
propia perfección»[122].
157. El bien común presupone
el respeto a la persona humana en cuanto tal, con derechos básicos e
inalienables ordenados a su desarrollo integral. También reclama el bienestar
social y el desarrollo de los diversos grupos intermedios, aplicando el
principio de la subsidiariedad. Entre ellos destaca especialmente la familia,
como la célula básica de la sociedad. Finalmente, el bien común requiere la paz
social, es decir, la estabilidad y seguridad de un cierto orden, que no se
produce sin una atención particular a la justicia distributiva, cuya violación
siempre genera violencia. Toda la sociedad –y en ella, de manera especial el
Estado– tiene la obligación de defender y promover el bien
común. (del
obispo de Roma, el papa
Francisco en su encíclica LAUDATO
SI).
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