Ricos en
tabaibas, pobres en papas...
“... Jesús atravesaba un
sembrado; sus discípulos arrancaban espigas y, frotándolas con las manos se
comían el grano...” (Lc. 6, 1-5).
... pobres en todo. Y ello,
porque mientras la tierra esté toda ocupada por las tabaibas, no hay hueco para
más agricultura, cultivo, siembra, plantío, etc. Nuestra enorme desgracia es
carecer de todo y depender de todo lo que nos traigan de fuera.
Mientras no se
potencie la agricultura, y a su hermana la ganadería, vamos a seguir no ya
pobres, sino paupérrimos (o pobrísimos). La única salida de la que estamos pasa por esa puerta llamada
-con dos hojas- sector primario. Pero, los enanos que nos mal gobiernan -peor no
lo pueden hacer (porque la situación les enriquece a ellos, con el negocio de la
importación [pero a la masa tabaibera, es que nos machacan, nos destruyen, nos
exprimen...])-. Y es que para salir de ésta, solo cuentan con un turismo de
enfermos y ancianos, que con todo pagado, no salen del hotel -no como antes, que
los turistas salían al campo en guaguas y en coches menores en caravanas, porque
había cosas que ver-, y ahora solo nos dejan sus excrementos, que no sirven ni
para estiércol, porque la agricultura y ganadería han sido arrancadas de la
tierra y ni una ni otra se ve; que estos pobres ciegos -que no ven la única
salida en lo que les digo, dejan todo para las tabaibas (la basura toda
protegida), sueñan con solo, buscar comida fuera, y ello para nosotros y para
los turistas, porque de aquí, no comen nada, porque nada producimos (salvo
residual y testimonialmente, que no sale del sector familiar que lo produce,
porque carísimo, no hay quien se lo compre, por más que sea calidad suprema,
comparada con la basura que nos traen y nos enferman y matan; porque productos
de aquí, ya ni tomates ni plátanos, lo único que quedaba como un pequeño resto.
No hay agricultura, no es posible la competitividad; y pesca, como no cojas una
caña por ver si algo pica y que no te vea la policía, estás apañado, solo
pescamos sol, y goles. Disculpen sea reiterativo -no con las tabaibas con las
que voy a seguir mientras Dios me mantenga el tino, sino que repito, lo de la
única salida laboral-, ante el masivo y el mayor paro, del que saldremos solo y
exclusivamente con la labranza y crianza de animales, y no con turismos que
alcanza a uno de cada 3 (siendo amplísimamente generosos), pero quedan dos de
cada 3, mirando a la luna -por decir algo-. Pues, vamos a tener paro por un
tubo, y la cosa va de largo, larguísimo, mientras no hayan vueltas por más que
sean lentas y se comience por el exterminio -igualmente- lento y aunque sea gota
a gota de las tabaibas. El turismo no relacionado con la agricultura, ¡es el
drama!, y no solo ya para ellos, sino ¡para nosotros! Pobres políticos de
cabezas chicas, que no ven el posible y previsible crecimiento económico en
volver al sector primario, sino en regresar a la ruinosa y destrozadora
construcción; pero, ¿van a trabajar todos los parados en hacer casas, de
albañiles y peones? ¡Es de tontos de remate -con perdón-, que en ello no ofendo
a nadie (o “naide”)! Construcción que se cargaría el paisaje y aumentaría la
dependencia de fuera y comiéndose la tierra. Se ha dejado lo que fue nuestra
identidad, y nuestra cultura (agri-cultura y ganadería). Ni industria alguna
es posible, si nada producimos; nada innovamos, nada emprendemos, no aprendemos
de los pocos y mayores que nos van quedando, y la universidades tabaibera, en Babia, porque no dicen ni
pío (salvo que vayan al campo de
fútbol), pero
es que no escuchan ni a los pocos sabios ancianos analfabetos del campo,
los muy burros (de ellos). Pero, ¿acaso hay algún
consejero de agricultura que haya sido agricultor y ganadero?; ¡esa es la madre
del cordero!
El Padre
Báez.
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146. En este
sentido, es indispensable prestar
especial atención a las comunidades aborígenes con sus tradiciones
culturales. No son una simple
minoría entre otras, sino que deben convertirse en los principales
interlocutores, sobre todo a la hora de avanzar en grandes proyectos que afecten
a sus espacios. Para ellos, la
tierra no es un bien económico, sino don de Dios y de los antepasados que
descansan en ella, un espacio sagrado con el cual necesitan interactuar para
sostener su identidad y sus valores. Cuando permanecen en sus territorios, son
precisamente ellos quienes mejor los cuidan. Sin embargo,
en diversas partes del mundo, son objeto de presiones para que abandonen sus
tierras a fin de dejarlas libres para proyectos extractivos y agropecuarios que
no prestan atención a la degradación de la naturaleza y de la
cultura.
III. Ecología de la vida
cotidiana
146. Para que pueda hablarse de un auténtico
desarrollo, habrá que asegurar que se produzca una mejora integral en la calidad
de vida humana, y esto implica analizar el espacio donde transcurre la
existencia de las personas. Los escenarios que nos rodean influyen en nuestro
modo de ver la vida, de sentir y de actuar. A la vez, en nuestra habitación, en
nuestra casa, en nuestro lugar de trabajo y en nuestro barrio, usamos el
ambiente para expresar nuestra identidad. Nos esforzamos para adaptarnos al
medio y, cuando un ambiente es desordenado, caótico o cargado de contaminación
visual y acústica, el exceso de estímulos nos desafía a intentar configurar una
identidad integrada y feliz. (de LAUDATO SI, la encíclica del papa
Francisco).
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