La moneda “tabaibo”...
“... multitud... de ganados que
hay...”
(Za 2, 1-5.10-11a)./ “... crecerán toda clase de frutales... su
fruto será comestible...”
(Ez
47, 1-12)./ “... si abundara en
trigo...” (salmo
4).
... dado que el euro se debilita. Todo será emerger y
desarrollarnos, y ello para poder sobrevivir y recuperarnos. Hagámonos
resistentes y desvinculémonos, para tener un mercado fuerte, una propia
financiación y empleos (o trabajo). Aceleremos el cambio; emerjamos de una vez;
pongámonos en vías (de desarrollo); ¿acaso no somos el centro del mundo en lo
nuestro o propio? Crezcamos. Salgamos de la ralentización. No dependamos; ¿no
tenemos bastante materia prima?, ¡es muy significativa!; tenemos y debemos
incrementarnos.
Si nos recuperamos, saldremos de la crisis. Podemos ser líderes,
ir en cabeza. Nuestra materia prima es preciosa, ¡tenga precio! Crezca nuestra
economía. Dejemos ya de contraernos (de contracción). Salgamos del declive;
¿Quién como nosotros en producto interior bruto? Recuperémonos. Crezcamos.
Cambiemos. Expandámonos. Seamos felices. Prosperemos. ¿Por qué dudar del éxito?
Resistamos. Aceleremos. Mejor, mejoremos. Nosotros, ¿pobres? Seamos optimistas:
cambiemos la política (y -por supuesto- a los políticos). Cambiemos de comercio;
menos entradas. ¿No tenemos las fuentes del capital? El capital, no entra; sale.
Cambiemos, mejorando. Sostengámonos, para salir de pobres. Emerja ya nuestra
economía, y desarrollémonos y expandámonos, ya sin recesión nuestro producto o
materia prima. Con nuestra política monetaria propia, mejoraremos. Seremos
fuertes. ¿No tenemos acumuladas reservas suficientes? ¡Ese es nuestro seguro, y
esa nuestra seguridad. ¿Quién mejor posicionados que nosotros?: sin deuda, con
reservas, nos expansionaremos y nos recuperaremos. Recesiones y crisis, para los
otros. Sostengámonos, sin deterioro. Resistamos. Mejore nuestra prosperidad y
comercio. Nadie se beneficie de nosotros. Crezca nuestra riqueza. Emerjamos.
Rompamos fronteras. Seamos fuertes, ricos, desarrollados. Rindamos. Exportemos
nuestra rica y abundante materia prima. Entrará así capital. Importemos capital.
Se sequen los otros (los demás). Volvamos a casa. No dependamos de nadie.
Invirtamos aquí. Entremos en la seguridad. ¿No tenemos reservas que dan nombre a
nuestra moneda? No salga nuestro dinero. Pongamos precio a nuestros activos; sea
sostenible nuestro consumo; crezcan los salarios (o sueldos); crezcan los gastos
públicos; nada de construcciones con cemento. ¡Compitamos! Resistámonos a las
importaciones (nos pararían y no entraría capital)...
El Padre Báez.
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178. El drama del inmediatismo político, sostenido
también por poblaciones consumistas, provoca la necesidad de producir
crecimiento a corto plazo. Respondiendo a intereses electorales, los gobiernos no se exponen fácilmente a
irritar a la población con medidas que puedan afectar al nivel de consumo o
poner en riesgo inversiones extranjeras. La miopía de la construcción de poder
detiene la integración de la agenda ambiental con mirada amplia en la agenda
pública de los gobiernos. Se olvida así que «el tiempo es superior al
espacio»[130],que siempre somos más fecundos cuando nos preocupamos
por generar procesos más que por dominar espacios de poder. La grandeza política se muestra cuando, en
momentos difíciles, se obra por grandes principios y pensando en el bien común a
largo plazo. Al poder político le cuesta mucho asumir este deber en un
proyecto de nación.
179. En algunos
lugares, se están desarrollando cooperativas para la explotación de energías
renovables que permiten el
autoabastecimiento local e incluso la venta de excedentes. Este sencillo
ejemplo indica que, mientras el orden mundial existente se muestra impotente
para asumir responsabilidades, la
instancia local puede hacer una diferencia. Pues allí se puede generar una
mayor responsabilidad, un fuerte sentido comunitario, una especial capacidad de
cuidado y una creatividad más generosa, un entrañable amor a la propia tierra,
así como se piensa en lo que se deja a los hijos y a los nietos. Estos valores tienen un arraigo muy hondo
en las poblaciones aborígenes. Dado que el derecho a veces se muestra
insuficiente debido a la corrupción, se requiere una decisión política
presionada por la población. La
sociedad, a través de organismos no gubernamentales y asociaciones intermedias,
debe obligar a los gobiernos a desarrollar normativas, procedimientos y
controles más rigurosos. Si los
ciudadanos no controlan al poder político –nacional, regional y municipal–,
tampoco es posible un control de los daños ambientales. Por otra parte, las
legislaciones de los municipios pueden ser más eficaces si hay acuerdos entre
poblaciones vecinas para sostener las mismas políticas
ambientales. (del obispo de Roma, el papa
Francisco, en una de sus encíclicas, la
LAUDATO SI).
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