Primeros pasos por las
tabaibas...
“... te ruego, lo primero de todo, que hagáis
oraciones... por los reyes (gobernantes)... para que podamos llevar una vida
tranquila y apacible...” (I Tim. 2,
1-8).
... bien sean compartidos o no, les voy a llevar a la
verdad, y les explicaré lo que está pasando. No se olvide mi procedencia, y el
inicio en el mundo del campo, fueron mi primera universidad, y la que ha dejado
en mí una huella imborrable, que he seguido cultivando. Nací el 11 de agosto de
1947. Mi padre -tirajanero- fue caminero de Obras Públicas y mi mejor profesor
(Rafael Báez Vera). He pasado por diversas emisoras de radio y no hay canal de
televisión donde no haya estado, local y nacional; tengo varios libros
publicados.
De mi padre aprendí el valor de la tierra para la prosperidad, sin
la cual no hay desarrollo posible. Desarrollo que no veo sean capaces la clase
política de explotar. De ellos, solo el gran daño del control de cualquier paso
que se dé en el terreno controlado y multando por todo, y prohibiéndolo todo
-como tantas veces he dicho-. Y, tristemente contemplo, cómo el periodismo está
muerto. Economía por/y mercado propio no existe, y eso significa que somos
esclavos y dependientes de terceros u otros, ya sin libertad, y sin democracia
al faltar ésta. La libertad que tengo, me facilita ver la incapacidad política
actual para sacarnos de la crisis, la misma que
crece sin parar y va a más y a peor. Y, no se puede vivir de las ayudas
de Cáritas (u otras). Y lo peor de todo, que nos dirijan desde lejos y en plan
supranacional, que nos entierra cada vez más en la pobreza. Todo lo importamos;
industria, no tenemos alguna; y con ayudas no salimos de la crisis, sino que nos
hundimos más cada vez más en ella. Son otros los que se forran millonariamente,
pasando por corruptelas innumerables. Esto se nos hunde, sin nadie que lo saque
a flote. Hace falta mirada histórica, para analizar lo que nos está pasando. Da
la impresión, que la política no cambia, sino que sigue por la ruta de no saber
qué hacer, o no querer hacer nada para sacarnos de ésta, y que viene de atrás,
teniendo la solución ante los ojos. Ya es grave, que hayamos bajado del
desarrollo habido al subdesarrollo actual, y que sigue en retroceso hacia atrás
y a más y a peor -como dije más arriba-. ¡Y qué bien vivíamos!, pero, la
globalización nos trajo la crisis, y en ella seguimos. Todo comenzó por dejar de
producir. Esa fue la causa primera. Subieron los precios; bajaron los ahorros.
Creció la deuda. Y la que nos ha caído, se la veía venir. Había que estar
ciegos, para no verla llegar, pues fue entrando poco a poco. El mercado era
deficiente (nada aportábamos propio). Esta crisis, era
inevitable...
El Padre Báez.
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154. El reconocimiento de la
dignidad peculiar del ser humano muchas veces contrasta con la vida caótica que
deben llevar las personas en nuestras ciudades. Pero esto no debería hacer
perder de vista el estado de abandono y
olvido que sufren también algunos habitantes de zonas rurales, donde no llegan
los servicios esenciales, y hay trabajadores reducidos a situaciones de
esclavitud, sin derechos ni expectativas de una vida más digna.
155. La ecología
humana implica también algo muy hondo: la necesaria relación de la vida del ser
humano con la ley moral escrita en su propia naturaleza, necesaria para poder
crear un ambiente más digno. Decía Benedicto XVI que existe una «ecología del
hombre» porque «también el hombre posee una naturaleza que él debe respetar y
que no puede manipular a su antojo»[120]. En esta línea, cabe reconocer que nuestro propio cuerpo nos sitúa en una
relación directa con el ambiente y con los demás seres vivientes. La
aceptación del propio cuerpo como don de Dios es necesaria para acoger y aceptar
el mundo entero como regalo del Padre y casa común, mientras una lógica de
dominio sobre el propio cuerpo se transforma en una lógica a veces sutil de
dominio sobre la creación. Aprender a recibir el propio cuerpo, a cuidarlo y a
respetar sus significados, es esencial para una verdadera ecología humana.
También la valoración del propio cuerpo en su femineidad o masculinidad es
necesaria para reconocerse a sí mismo en el encuentro con el diferente. De este
modo es posible aceptar gozosamente el don específico del otro o de la otra,
obra del Dios creador, y enriquecerse recíprocamente. Por lo tanto, no es sana
una actitud que pretenda «cancelar la diferencia sexual porque ya no sabe
confrontarse con la misma»[121]. (del obispo de Roma, el papa
Francisco, en su encíclica LAUDATO
SI).
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