Nos dan tabaibas, ¿qué más
queremos?...
“... salió el sembrador a sembrar su semilla... cayó en
tierra... y, al crecer dio fruto al ciento por uno...”
(Cristo: Lc. 8, 4-15)./ “... un becerro de tu casa... un baifo de tu
rebaño...” (sal.
49).
... ¿y quién nos saca de esta tormenta? ¿Qué dicen los
políticos? Tal ha sido la caída, que andamos en bancarrota. Económicamente,
estamos muertos. La banca, nos retuerce el cuello. Quedamos sin reservas.
¿Quiénes y cuántos depositan? Vivimos y andamos en el caos, sin control. Todo y
solo problemas es lo que tenemos. ¿Acaso no estamos nacionalizados? Por todas
partes el “se alquila”. ¿Quién vende, si no hay quien compre? Andamos congelados
(¡y no de frío, precisamente!).
Todo son especulaciones. Nada vendemos. Todo lo
compramos. El dinero se acaba. La crisis crece. Ninguna actividad. Los
gobiernos, no son de fiar. Somos deudores. La administración está endeudada.
¿Quién nos rescata? El banco ya no te presta. Sube la preocupación. Nadie
invierte. ¿No se llama a esto “colapso”? Gobiernos y bancos hermanados. Crece la
deuda. Las empresas se hunden. Permanente contracción (y no precisamente de
vientre). Comprimidos. ¿Dónde y cuáles los activos? ¿Quién compra una vivienda?
Andamos subidos sobre la ruina. Los bancos, no ayudan. Aumentan los suicidios
(¡pregunten a las funerarias!). Muertes. Inflexión. Padecemos una política
global. Nada se estabiliza, menos se recupera o restaura algo. Crece la economía
global, decrece la local. No nos descongelamos (no del frío), y andamos sin
financiación y sin liquidez. No se recauda. Carecemos de programas. ¿Cómo se va
a depositar? Todo parado, no hay acción. No se restablece lo secundario (que
debe ser lo primario). Sin activos. Los que gobiernan, no nos sacan de ésta, no
nos salvan de la que está cayendo; seguimos cayendo. ¿Y qué política diseñan (la
conocemos de sobra)? Tenemos políticos incompetentes. No saben de recuperación.
¡Y tenemos recursos!, ¡vamos si los tenemos!, pero..., ¡dependemos! Tenemos
gobiernos (en sus múltiples ramas) sin credibilidad (mienten), y sin prestigio
(corruptos). Son ciegos (los gobernantes), o al menos miopes (por no llamarlos
ignorantes o paletos). A veces (los gobernantes), por su generosidad parecen hermanitas de los pobres desamparados, y
ello a pesar de los desahucios. No hay paz, sino crispación y desconfianza. El
dinero (la moneda) se contrae. Para los bancos, se multiplica (la moneda).
Padecemos déficits (que no es -precisamente- una enfermedad. Nunca en la
Historia, antes se registró nada igual, ¡ni parecido! ¿Qué incentivos tenemos?
Suben los impuestos. Esto, está que explosiona. Nos desplomamos. Subsidiaron el
paro, y todo fue ayudas, sin más. ¿No se veía venir el desplome? Se gasta y no
se ingresa, ¿qué cabe esperar? Estamos en una franca recesión. Parece que no
quieren acabar con la crisis, ¡o no saben cómo sacarnos de ella (¡con lo fácil
que es!)!...
El Padre Báez.
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I. Diálogo sobre el medio
ambiente en la política internacional
164. Desde mediados del siglo
pasado, y superando muchas dificultades, se ha ido afirmando la tendencia a
concebir el planeta como patria y la humanidad como pueblo que habita una casa
de todos. Un mundo interdependiente no significa únicamente entender que las
consecuencias perjudiciales de los estilos de vida, producción y consumo afectan a
todos, sino principalmente procurar que las soluciones se propongan
desde una perspectiva global y no sólo en defensa de los intereses de algunos
países. La interdependencia nos obliga a pensar en un solo mundo, en un
proyecto común. Pero la misma inteligencia que se utilizó para un enorme
desarrollo tecnológico no logra encontrar formas eficientes de gestión
internacional en orden a resolver las graves dificultades ambientales y
sociales. Para afrontar los problemas de fondo, que no pueden ser resueltos por
acciones de países aislados, es indispensable un consenso mundial que lleve, por
ejemplo, a programar una agricultura
sostenible y diversificada, a desarrollar formas renovables y poco
contaminantes de energía, a fomentar una mayor eficiencia energética, a promover
una gestión más adecuada de los recursos forestales y marinos, a asegurar a
todos el acceso al agua potable.
165. Sabemos que la
tecnología basada en combustibles fósiles muy contaminantes –sobre todo el
carbón, pero aun el petróleo y, en menor medida, el gas– necesita ser
reemplazada progresivamente y sin demora. Mientras no haya un amplio desarrollo
de energías renovables, que debería estar ya en marcha, es legítimo optar por lo
menos malo o acudir a soluciones transitorias. Sin embargo, en la comunidad
internacional no se logran acuerdos suficientes sobre la responsabilidad de
quienes deben soportar los costos de la transición energética. En las últimas
décadas, las cuestiones ambientales han generado un gran debate público que ha
hecho crecer en la sociedad civil espacios de mucho compromiso y de entrega
generosa. La política y la empresa
reaccionan con lentitud, lejos de estar a la altura de los desafíos
mundiales. En este sentido se puede decir que, mientras la humanidad del
período post-industrial quizás sea recordada como una de las más irresponsables
de la historia, es de esperar que la humanidad de comienzos del siglo XXI pueda
ser recordada por haber asumido con generosidad sus graves
responsabilidades. (del obispo de Roma, el papa Francisco de una de sus
encíclicas, la LAUDATO
SI).
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