Presbíteros tabaiberos...
... sucedió ayer en La Aldea, en la Fiesta de san
Nicolás de Tolentino, que: después de Misa y procesión, con feligreses de
liturgia, del coro parroquial (no gente extraña a dar un concierto sin tener en
cuenta la letra del gloria, credo y otras partes de la Eucaristía, y que las
cambian sin ajustarse a la rúbricas), acólitos, amigos, familiares, sacerdotes,
etc., la voz fuerte y atronadora de una rolliza y hermosa, como morena aldeana,
va y dice: “¡por favor, y los curas que cambien esas
caras en la celebración de la Misa, parecen cadáveres, y así, ¿cómo quieren
atraer a los jóvenes a la Iglesia, si es que asustan?!”
Pues, un servidor, lo subrayó, y simplemente pedí -en el almuerzo- a los
hermanos, que escucháramos “la voz del
pueblo, que es la voz de Dios”, pues la verdad, que cuando cadavéricos
rostros, no, los de momias sí, porque aparte de los que cabecean quedándose
dormidos, los otros con rostros idos, y fuera de sí, desencajados, miradas que
dan miedo, etc., etc., es como para pensarlo un poco antes, y antes de salir de
la sacristía, si no se hace con una sonrisa, un rostro jovial y alegre, que no
salgan pues así se asusta a la feligresía, y es que estamos donde todo el mundo
mira y nos ven, y al decir de Dios, lo es de la estética, en cuanto armonía y
belleza (uno de los caminos de la filosofía aristotélica para descubrir a Dios
en su teodicea), y el cuadro que manifestamos, desde la cúpula, a veces
inquisitorial, otras miradas furtivas, gestos duros, de pocos amigos, etc., y
etc., y ¡para qué seguir! Hoy me dirijo a mis hermanos en el sacerdocio con el
cariño y respeto que les tengo a todos, y piensen el mensaje que damos a la
feligresía, que a menos nos acompañan, y así imposible veamos salvo a un
despistado o agasajado por el cura a un joven entre nosotros, y es que no es de
recibo, ciertos rostros de pena, mostrando la careta del dolor de las máscaras
del teatro griego, cuando la alegría del Evangelio, más allá de encíclica al
fin, se ha borrado de nuestras caras,
que en decir del refrán es el rostro del alma. Ruego pues, cambiemos el careto
al menos haciéndonos violencia, durante las celebraciones litúrgicas, pues -y a
veces- más parecemos policías inquisitoriales impidiendo la libertad de los
hijos de Dios, y de esto no pongo ejemplos, pero es cosa de revisar muy
seriamente la imagen que damos y lo que conseguimos con algunos gestos. Algunos
curas debieran seguir la concelebración desde la sacristía y no dar esas
imágenes tétricas de casi moribundos temiendo las penas del infierno por el
rostro y cara que ponen, que más parecen suplican compasión cuando deben dar
misericordia.
El Padre Báez, presbítero
No hay comentarios:
Publicar un comentario