Preciosa foto, que me recuerda
a...
... mi padre cuando iba a la Feria y le decía a mi
madre: “¡Chacha, déjame el sombrero
nuevo!”, se quitaba el de diario, sudado, descolorido y roto, pues así,
con terno, con camisa blanca y hasta 
con corbata como se iba a la Feria,
¡Tanto respeto
merecían las vacas, los toros, las cabras..., y cualquier otro animal que se
exhibiera de cara a su compra o venta!; hoy, de esa facha no los tenemos ni en
organismos oficiales o centros de cultura, donde el mal gusto y la desfachatez
gobierna contra la urbanidad, buenos modales y educación. ¡Con ese respeto eran
tratados los animales! Y qué gran diferencia, cuando justo después de medio
siglo -que más o menos nos separan de esta fotografía (tal vez un poco más)-,
vemos que todos -salvo los más jóvenes- llevan el sombrero puesto. Hoy reina el
maltrato a los animales; han desaparecido las Ferias de ganado; ya no hay vacas,
ni novillas, ni becerros, ni toros; tampoco hay bestias (burros, mulos,
caballos), las pocas cabras que nos quedan nos las mata el cabildo. ¡Oh, si esos
hombres de la feria de ganado de ese pueblo anónimo, resucitaran y vieran cómo
les matan las cabras libres, seguro que habría una guerra en defensa de las
cabras, y ello por honorabilidad, por dignidad, por hidalguía, por valor, por
principio, por respeto a la vida, por la economía, por la raza, por tanto y
tanto, que no se mataría una más! Pero, desgraciadamente, llenos de pelotas de
jugar en la mente, no vemos sino goles o afines.
El Padre Báez, que les descubre cómo se relacionaba el
hombre de entonces con los animales, con trajes de faena en su cuidado, pero en
su trueque, venta o compra, se iba de caballero, no de pordiosero o andrajoso
miserable. Es que los animales, ya
fueran vacas, cabras o yeguas, se merecían la ropa limpia y sacada del ropero ex
profeso. ¡Tiempos aquellos, en los que los animales se trataban con respeto,
dignidad, nobleza...! Nótese, cómo los animales son mansos, y el joven no
desdeña de acariciar o tocar a la novilla, que no vaca todavía según parece.
Aparecen también, que son vacas del país, es decir de aquí, no francesas, suecas
o alemanas, sino las nuestras (que aunque dan menos leche, es más buena o de
mejor calidad). Véase cómo el marchante -así se les llamaba-, el señor de la
izquierda de la foto, lleva el palo que le distinguía en esa profesión (de
comprar y vender). Usos y costumbres, que se pierden. Y cómo entre el marchante
y el joven galán hay un muchacho, en esa escuela en la que se aprendía el arte
de la ganadería.
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“... cabra
perdida, ven sobre mis hombros, que hoy no solo tu pastor soy...”
(del himno de Laudes en la fiesta del cuerpo y
sangre de Cristo). / “... ganados, bendecid al Señor...”
(Dn 3, 57-88.
56).
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