domingo, 22 de mayo de 2016

lágrimas por...

Lágrimas por una cabra...
... así me lo contaron, así se lo cuento, también de la visita anterior, que porque llamaron por teléfono, porque la tele seguía encendida -aunque bajaron su volumen- fuera lo que fuera, como que lo cogí por encima, y me falta la precisión, pero que en resumen, viene a ser lo siguiente, o fue: que aquella cabra se puso mala, y el chiquillo,
casi muchacho, triste y llorando acudió a dar la noticia a los suyos o vecinos, que raudos acudieron por si salvaba a la cabra, y henos aquí -según creencia de la época y gente- le dieron a beber vino blanco y parece que reaccionó, pero la verdad y cierto fue, que la cabra amaneció muerta, y en este relato, no importaba tanto la muerte de la cabra, sino las lágrimas y lloros de su joven dueño (me faltó precisar la edad y parentesco de chico, pero volveré sobre el tema, dado que estas Historias, son las que más me interesan, más que el fútbol, pues quien me lo contaba, hincha del deporte rey, cuando llega la hora del programa del Padre Báez -esto me dijo- dejo el mejor partido de fútbol –sea el partido que sea-, pero su programa no me lo pierdo, y mi nieto, me llama y me recuerda: “¡Abuelo, que empieza el Padre Báez, cambia de canal!”, cosa que hace con fervor y constancia, porque “no dice sino la verdad”.
Pues relatos de la vida misma, hechos y acaecidos, sucesos, acciones, comportamiento, recuerdos, Historias, etc., que jalonaron nuestras vidas, y son dignas de ser conocidas, reseñadas, contadas, etc., porque en ellas se nos fue una tradición, que no debe morir, y que moribunda debemos resucitar y volver a lo que fuimos y tuvimos: cabreros y cabras, pastores, vaqueros, boyeros, etc., y entonces se acabaría el paro, y de paso el hambre, pero ciegos los que nos gobiernan en tarde de confesión para los niños de Primera Comunión, las madres me repitieron tratando de descubrir los pecados, que llamarlos “maná de cabrones”, ni siquiera era una palabra mal sonante, sino un retrato real de unos sinvergüenzas que mata nuestras cabras.
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“... había un hombre... tenía... ovejas... camellos... bueyes... burras... era rico... un hombre justo y honrado... sus rebaños... pastores...” (Job 1, 1-22). / “... rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo...” (salmo 8).

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