¿Por qué escribo y a quién
defiendo?...
... R/. Escribo, porque me empuja la fe que tengo; tal
vez si no fuera católico, estaría callado, como tantos. Defiendo a esos más de
cinco cientos de mil campesinos, que por no tener cultura -y para tener una
cabra se le exige catorce (14) libros de registros distintos para un diario
pormenorizado de la vida y obra de su rumiantes- no se saben expresar, porque
los tienen amedrentados, silenciados, perseguidos, castigados, etc., etc.,
y si
alguien no los defiende -habida cuanta ninguna institución, colectivo o
individualidad alguna lo hace, un servidor, robándoles la voz, hablando como
ellos hablan y hablando por ellos, denuncio esa tropelía, ese acoso, esa
prohibición de pastar, y cómo las autoridades municipales, del cabildo y del
gobierno, los tres -como la Santísima Trinidad (pero ateos, agnósticos, no
practicantes, indiferentes, etc.)-.a una, están con normativas europeas para
grandes extensiones y aplican en estas cagadas de moscas cuanta ley absurda,
aplicadas en un territorio tan reducido, que amargan y acaban con el sector
primario, el mismo que nos dio de comer y a pesar de sus pocas dimensiones -pero
sus muchas bondades dadas por el Creador (ellos dicen la naturaleza)-, no solo
nos alimentó de sobra, que hasta teníamos para dar de comer al mundo, desde
Estados Unidos al Japón sin dejar atrás al corazón de Europa (Inglaterra -donde
perdura el nombre de “puerto de las islas canarias” donde desembarcaba nuestras
hortalizas y frutos periódicamente-, sin dejar atrás a la fría Holanda y otros
países; y ahora -contrariamente-, es el mundo el que nos manda de comer
auténticas basuras y encima envenenadas y cancerígenas, por tener entregada la
isla al solo pino, excluyente de todo lo autóctono incluidos los endemismos de
la todopoderosa y protegida tabaiba. Por ello, tengo razón probada para
escribir: dos, tres y hasta cuatro (4) comentarios diarios (tantos como comidas
hacemos), para dar voz a los que no las tienen, nuestros campesinos maltratados,
olvidados e ignorados, hasta por quien debiera defenderlos al mantener las
tradiciones, buenas costumbres, y hasta la fe que profesan (los mejores
creyentes e hijos de la Iglesia), pues para salvar sus cosechas, más miraban al
Cielo -que también al cielo pidiendo socorro y ayuda, antes que a ninguna
institución organismo o siglas-, creyentes como son y olvidados hasta por quien
debiera mimarlos. Digo y repito, que por ellos -mis hermanos en la fe, hermanos
en la raza, hermanos en la misma vocación- por ellos doy la voz, la vida y mil
más que tuviera.
El Padre Báez dando razón de su “política”, que viene
del griego (πόλις) polis, ciudad o ciudadano, pues vivo en esta tierra y no
por los aires volando. Y porque veo el sufrimiento y olvido de mis hermanos, los
de los campos, me solidarizo con ellos, y rompo una y mil lanzas a su favor. En
ello estoy, y en ello pienso dar mi vida, o lo que me quede de ella en buen uso
de mis facultades. Gracias a los hermanos sacerdotes que me ayudan (cuento con
tres: [F. A., F. M. y J. A. S.], Dios se lo pague con salud y suerte en la vida,
y la Vida Eterna, que no dudo ya tienen conseguida por amor al prójimo, y entre
ellos los que más sufren: los vapuleados por el cabildo que les ha robado
terrenos de cultivo y de pastoreo, les prohíben practicar lo que desde el
principio de la Creación hicieron, los hijos de nuestros primeros padres: Caín y
Abel.
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Nota.- Ayer:
la odisea de ir acompañado al Tagoror
Rojo, nos llevó 14 horas, grabamos dos programas, y sobresalieron
dos acciones -para cada una de las grabaciones-: la risa del guanche y el
sufrimiento del periodista y concejal Don Juan Antonio Peña, que por su gesta
-atado a una cámara, ¡y por qué escenarios!- se merece un reconocimiento y
premio. Este miércoles la primera parte, la segunda el próximo o siguiente, Fue
algo inimaginable, arriesgado, sorpresivo, etc.
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(con referencias al día de ayer, hacia el Tagoror Rojo y
vuelta):
“... todo fue
como un nacer de nuevo... tuvimos que sufrir en pruebas diversas... y nos
alegramos al alcanzar la meta...” (1 P. 1, 3-9). / “... ¡qué difícil fue
entrar!...” (Mc. 10, 17-27). / “... viendo lo atroz de su
sufrimiento...” (Job 2, 1-13). / “... por poco damos mal paso... todos
resbalamos... pasamos fatigas... por precipicios... los guié a un destino
glorioso...” (salmo 72). / “... clamamos desde las cumbres de las
montañas... los guié por senderos y caminos que no conocen, que ignoran...
escabroso...” (Is 42, 10-16). / “... fueron probados, y
permanecieron...” (Jdt 8, 21b-23). / “... soportamos el peso del día y el calor
de la jornada, sin quejarnos...” (de la oración de Sexta del día de
hoy). / “... ¡ánimos!, les decía..., y nos llenamos
al fin de alegría...” (Ba 4,
21-22).
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