Están decididos (en el cabildo) a matarlas a
todas...
... (me refiero a las cabras) a unas a tiro desde
Granada, a las que están libres (las mejores de todas en el mundo), y también
con las tabuladas, crotadas, matriculadas, con sarcillos y otros tantos libros
(más de 13) , que a estas de forma subliminal, sin que se den cuenta, y como el
que no quiere la cosa, con disimulo, les echan glisofato a las orillas de las
carreteras, por donde sus amos, dueños y señores (también sus dioses), las sacan
a pasear, a pastar, a retozar, a comer, a sestear, a... ¡lo que sea!, y estos
pobres e inocentes animalitos del cielo, que nos han dado la vida, haciendo de
madres, toda vez van mordisqueando la hierbas, cañas, tuneras, teheras, etc., es
decir cuanto hay en las orillas de las vías, en su ir y venir del corral al
campo, de la explotación al descanso, de las alpendres a las praderas, de donde
las tenga el dueño, en choza o chupenco, y las saque al sol, a distraerlas un
poco, resulta que vuelven envenenadas por el glisofato, que como el que con
despiste y deja caer, sin querer queriendo, que echa el cabildo por las orillas
de las carreteras, estas pobres cabras -también las ovejas, los conejos, los
lagartos, los pájaros azules y de otros colores (los poquísimos que quedan), los
insectos (las culebras no, porque éstas andan por barrancos y barraquillos, por
trastones y socavones, por entre piedras y malezas), que estas pobrecitas mías,
mis benditas cabras, ¡porque están hasta en el cielo!, formando una nubilosa o
conjunto de estrellas (“Las Cabrillas”, que mi padre, en Gloria esté, me las
enseñaba, juntas con el yugo y el arado [ganadería y agricultura en el
firmamento, menos ya en el suelo de esta castigada y maldecida tierra o isla por
el cabildo que la destroza]), que el cabildo nos las matan sí o sí, éstas y
aquéllas; aquéllas, las libres, a tiro limpio (con los fallos pertinentes
dejándolas sufriendo -castigado por Ley, que a ellos no se les aplica- y a estas
pobres encerradas, con glisofato, porque al comer incluso la hierba seca, cual
pasto, engullen y tragan el veneno que las matan, con lo cual éstas les salen
más barato su exterminio, sin tanta parafernalia, y al final si quedan tres,
irán al Cocodrilo park, para mostrarlas cuales bichos raros o exóticos, y dirán
de ellas, en cartel informativo: “Ungulados, del género cáprico,
llamada “cabra”, y le harán fotos, cuando tristes
miren al turista sea de aquí o de fuera, con balidos de pena y dolor contenido y
salido de la memoria archivada, heredada de sus antecesoras, las que en otro
tiempo estaban en todas las casas, al menos un par, y por rebaños y libres, a
miles, y miles; ahora, estas tres, ¡y un
cabrón o macho, para no extinguir la especie, que al ser siempre del mismo
progenitor, aún su descendencia, acabarán deformando la creación de los baif@s,
con lo que tendrán que traerlas de fuera, de otras islas, o de allá adonde
algunas fueron llevadas antes de su exterminio aquí. Y no, no es un sueño, sino
una premonición.
El Padre Báez, que descubre el triste final de lo mejor
de la fauna, la llamada “vaca del pobre”, que pasará a mejor vida, al recuerdo y
a los archivos fotográficos. Los niños entonces, preguntarán –en un
futuro:
- Papá, profe, cicerone...: ¿estos animales cómo se llaman y de dónde
son originarios? La respuesta..., ¡denla ustedes mis amigos, con un
poquito de Historia; hábleles de un tal Brito (de mala memoria) y un tal Morales
(de todavía mucho peor memoria)!, que...
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De Juan
Santana Alonso: