Silencio en las cumbres...
... ya no se oyen los tiros de rifles andaluces, pagados
por el cabildo... ya solo se oye el viento entre los pinos silbando... se
escuchan ya los alegres balidos de los baifos retozando con sus cabriolas, en
torno a sus padres... también se oyen los lastimeros balidos de cabras y machos
heridos aún no encontrados... se escuchan los ruidos de tantos coches de
miedoambiente paseando por las cumbres, sin producir nada sino sembrando
miedo... ya no se oyen el croar de los cuervos, tampoco el mugido de los bueyes
y vacas... ahora gritan las flores... sobran hierbas que tan pocas cabras no dan
abasto... pronto se oirán cantar a los grillos, en ese roce de sus alas... ya
pájaro, casi no se escuchan, han muerto envenenados -como tantas otras especies-
por el cabildo... se escuchan las motos del seprona y la de otros... no se
escucha a ningún agricultor o pastor cantando en sus faenas... en el campo, solo
hay silencio...
¡Dios quiera no oigamos el crepitar del pasto ardiendo, con
pinos, cedros y sabinas!... también se oyen pisadas de gente que corren por los
campos, y la de los senderistas... no se oye el jadear de quien lleva un jace
(haz) de hierba para sus cabras, y becerros... no se escucha ninguna azada, que
cabe la tierra fecunda, que se apelmaza y muere... no se escucha el zumbido de
abejas, que los venenos las han matado y nos quedamos sin frutas... se escucha;
¡te multo por no pedir permiso!, ¡por excederte unos centímetros!, ¡por arrancar
una tabaiba (como si no hubieran millones y millones)!, ¡por...!... no se oye la
voz del que paga asombrado, por miedo a mayores represalias... el campo está
muerto... viven unas pocas cabras libres, que quisieron también
callar...
El Padre Báez, que se siente: feliz, poeta, contento,
agradecido...
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