Imagino, que...
... los pobres andaluces especialistas en matar cabras,
estarán heladitos de frío (y que vinieron sin ropa de abrigos), al calor del
fogón o chimenea, con leña de pinos, entrando en calor, sin poder tirar un tiro,
pues se ha liado contra ellos los fenómenos atmosféricos, cual aviso y
solidaridad de las nubes, niebla, lluvia, viento y otros agentes o fenómenos
naturales, que se oponen a su manera -providencial o casualmente- a la matanza
de las cabras.
Motivo de alegría, que no puedan llevar a cabo el cometido
encomendado (al menos por ahora), y lo que nos niega la autoridad, nos lo da el
cielo o Cielo, según se parta de la fe o sin ella. Es el caso, que más contentos
no podemos andar los defensores de la vida de las cabras; por lo pronto, tienen
una prórroga, y a ver si mientras organizan otra batida, dan el brazo a torcer,
cuando hayan comprobado, que están más solos que la una en esa faena -ahora
frustrada- y que mejor lo dejen, porque va a ser del todo imposible (como pisen
en piedras mojadas se parten el alma). Y la pregunta del millón: si no pueden
subir hasta donde las cabras, y en verano será peor, por el sol y la sed, ¿cómo
van a plantar allí donde es imposible dar alcance a las cabras? ¿Con
helicópteros subiendo macetas y cartuchos con cedros, y luego garrafones de
agua, o la subirán a presión desde el nivel del mar, y para ello motores y
demás, o simplemente plantarán y lo dejarán -adrede- secar o perder, como es uso
y costumbre? ¿Y para ese viaje, estas alforjas? Mejor, como dijera el Quijote
-creo- no meneallo (no menearlo [o no
moverlo]). Por de pronto, el tiempo, a nuestro favor.
El Padre Báez, agradecido a lo Alto y a lo alto, por el
mal-buen tiempo, que dificulta e imposibilita la matanza anunciada de cabras, y
tanto, ¡que a saber, todavía no han pegado un solo
tiro!
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