Dice el del ente...
... “no soy un matacabras”. No: es, un
mata mosquitos, un mata ratas, un mata insectos, un mata cigarrones, un mata
nada, un mataperros, ¡eso!, un mata gatos, un mata algo, un mata ratos, un
mata..., ¡todo, menos cabras! Y ello, por mor y gracia de la mala puntería de
esos pobres andaluces, que le tomaron el pelo, pues dijeron -mentirosos esos
peninsulares del sur de españa (como es de sobra sabido)-, que -dijeron- eran
especialistas en matar cabras, y el del ente, o institución insular (también
conocido como “organismo”), se lo creyó; les pagó un pastón; y aquí
paz, y en el cielo gloria.
Y, se acabó la matanza, y volvió la
tranquilidad en esta desgraciada isla ya sin agricultura; y la ganadería ¡por
los pelos!, en un residuo. Y que no se ría uno, por no faltar al respeto, que
para algo se pasó uno por tres universidades (Sevilla,
Salamanca y Madrid), dicho sea de paso, sin faltar a la modestia, que según
santa Teresa, la humildad es la verdad. Pues ahí
queda eso.
El Padre Báez, que da las gracias al cielo, y al cabildo
(también al pueblo que al cien por cien, se opuso a la matanza de cabras), por
esta sabia -aunque tardía- decisión. Y ruego, por favor, al cielo y al cabildo,
que no repitan dicha acción genocida, pida perdón, y pague en justicia lo que
ésta le imponga.
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“... se desató
una violencia persecución...” (Hch. 8, 1-8). / “... vi en la tierra una estrella caída...
el Exterminador...” (Ap. 9, 1-12). / “... te llamarán Abandonada, a tu
tierra Devastada...” (Is. 61, 19-62, 5). / “... ¿hasta cuándo los culpables, hasta
cuándo triunfarán los culpables? Discursean
profiriendo insolencias, se jactan...” (salmo
93).
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