Anoche, soñé con cabras...
... así
vea los ojos de Dios. Se sueña, lo que se vive. Lo que preocupa. El sueño es
fugaz. No me acuerdo. Pero de por medio andaba la cárcel. Desperté y eran las
04,07 horas. Me duele la cabeza. Era un
sueño penoso, como de persecución a las cabras. Me volví a dormir, y las cabras
seguían allí... En el
fondo como que me temo lo peor: un engaño, una trampa, una dificultad
insalvable. Un quedar bien. ¡Ojalá me equivoque! Espero sean serios.
Que
cumplan, sin condiciones imposibles. En todo caso, las dejen donde están. Que no
haya más tiros. Que si las dan o no, eso sea lo de menos; aunque es una decisión
de llevarla a cabo, remediadora de tanta hambre, paro y pobreza. Medios, formas
y maneras hay -y tiene el cabildo- de cogerlas. Sobran los de los palos para
apañarlas. Sé de tiros de dardos adormecedores. Usen los helicópteros para ello;
¿no están después todo el verano dando vueltas por si hay algún incendio?, ¿no
es ésta una causa justificada? Haya sensatez y cordura; no sea de cara a la
galería; se use la razón y sean serios. No haya imposibles. Nada de utopías
irrealizables. No vuelva un servidor por los derroteros andados. Acepto esta
tregua. Espero solución-solución. Zanjemos la cuestión: el cabildo quita las
cabras de esa media isla, y las dé a quien las quiera (yo, ya he pedido dos para
mí [a esperas del formulario de petición reglada]).
El Padre Báez, que desconfía y como que no las tiene
todas consigo. Ojalá me equivoque y la cosa sea transparente. El mango de la
sartén, está en manos del cabildo: la puede retirar del fuego, o esto puede
volver a arder, y pudiera ser peor que la primera vez. Con la gente no se juega.
Cumplan con lo medio dicho: no más matanza; vivas las cabras para quien las
quiera (pero que se las den, y no a que vayan a por ellas a los riscos, y encima
con un plazo (y sin él) limitado, según notica malamente dada. Esperemos al
lunes a ver qué pasa.
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De nuestra propia isla de Tenerife, pues somos uno, en
contra de la opinión de algunos políticos que solo nos enfrentan, cual si
fuéramos extraños. A ver si aprenden de estos tres
jóvenes:
¡Buenas noches Padre Báez!
Le pido
disculpas por la tardanza en contestarle al correo, pero hemos estado con
exámenes y hemos estado estudiando para poder sacar cada uno nuestros estudios.
Nos emociona y conmueve esas palabras que usted nos ha dedicado sobre nosotros,
y sí, ha dado en el clavo con cada uno. Los chicos y un servidor estamos
contentísimos en tener el privilegio de poder hablar con usted y que nos
responda siempre. Estamos deseando con muchas ganas su visita por nuestra gran
isla. Le comento lo que estudiamos cada uno; Edgar estudia Ingeniería Marina y
Naval en la universidad de La Laguna; Daniel estudia ingeniería informática en
la Universidad de La laguna también; Y un servidor estudia un grado superior de
telecomunicaciones y micro sistemas en el Instituto Salesianos La cuesta,
¡dirigido por un sacerdote (que no cura, sino religioso) como usted! Es un instituto
religioso. En cuanto a los lugares previstos por usted, estamos muy de acuerdo,
ya que son los más importantes de nuestra bella isla. Hemos visto lo que han hecho con las
cabras esos bandidos del Miedoambiente. No saben más que decir mentiras y
desaprovechar nuestros recursos.
Bueno eso es todo por ahora Padre. Seguimos en contacto y gracias por su atención. UN GRAN ABRAZO.
Bueno eso es todo por ahora Padre. Seguimos en contacto y gracias por su atención. UN GRAN ABRAZO.
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A Don Pedro Toledo, no le falta razón, pero menos es
nada. Y toda vez, volverán, es una medida transitoria, y sin
efecto:
Buenos días Padre Báez,
gracias por su respuesta; de momento el éxito para mí reside en que fuimos
capaces de lograr que pararan el exterminio, y el éxito total, que es el idóneo,
sería que las cabras queden libres en su hábitat natural, allí no molestan, no
hacen daño, no destruyen endemismos, son el último contacto vivo que nos queda
con nuestros ancestros aborígenes. Recogerlas es
matarlas.
Un saludo y un fuerte
abrazo.
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“... ¡qué
rebeldes fueron!...” (salmo 77). / “... mis oídos escucharán su
derrota...” (salmo
91).
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