Cuando se cambian perros por cabras, algo no funciona, algo anda mal. Cuando en lugar de una cabra -que puede ser perfectamente, una mascota o un animal de compañía-, por un perro, con la mierda que apesta (y si no, ¡pisen, pisen un cagada de perro!, sin querer, y sin ser vista, entre en su casa, oficina, guagua o donde quiera y verá lo que es bueno!: ¡cómo se alejan de usted, y usted, sin saber por qué! Y usted, oliendo mal y encima creyendo que son los otros, cuando las cagarrutas de las cabras, si comen hierba, casi hasta huele bien, huele a campo, huele a naturaleza.
Y viene esto a cuento, porque con la hambruna que está en camino (menos para a los que ya les ha llegado, y a los que les están por venir, que si usted, tiene una cabra: tienen leche, tiene comida, tiene queso, y hasta puede hacer yogures, y leche escardada, leche con gofio, arroz con leche, etc., etc.; pero con lo que le da el perro, usted se muere de hambre. Peor todavía, por si su hambre es mucha, además tiene que darle de comer al chucho.
Y es que -uno que es del campo- salvo que sea un perro terapéutico, o guía ciego, ningún otro, no tiene sentido, si no es guardando un ganado; es decir: el perro, desde que el mundo es mundo, siempre el can estuvo en función del ganado; es decir: tengo un perro, porque tengo cien cabras, para que me las guarde. Y tanto, que el pastor se vuelve a su casa, y el perro se queda cuidando el rebaño (¡y curioso, que muchos perros de pastores no conocen, ni saben dónde está la casa de su amo, o dueño!); ahora, al revés: los peros no salen de las casas -¡a esas yo no entro ni a empujones, a no ser que me amarren, y me lleven a la fuerza, porque es que, sencillamente me da asco-; me olisquea la bragueta, tienen todo lleno de pelos, de mugre, de...!, ¡no sigo! Y es el caso, que hasta piensa uno mal, dependiendo de quién sea el dueñ@, pero eso es lo de menos, ¡allá cada cual!, que un perro sin función, es como un coche sin motor, ¿para qué lo quiero?
Y pensar, que anda por ahí uno, que no se pasa un mes, que no te mande un correo, con imágenes de perros humanizados, dándonos lecciones de solidaridad y “caridad” canina, cuando...; en fin, que da pena, gente sesuda (aparentemente), y hasta políticamente comprometidos, traten de sensibilizar acerca de los perros a otros, es como para... Y piensa uno, que la clase veterinaria, peluquerías perrunas, ropas cínicas (“cínico” en griego, significa “perruno”), y en las áreas comerciales, los stand con comidas de o para perros, ¡que ya quisieran muchos humanos poder comerlas (arroz con carne, carne con judías [fabadas para perros], carne con verduras, etc., etc.).
Todo eso tiene nombre: pecado mortal, sin más. Pues, que por los institutos, no les enseñen a los alumnos a ordeñar y a cuidar una cabra, pero sí cómo ha de tratar al perro (¡será por la leche que dan!); semilleros de futuros dueños de perros, porque justo, entre los 12-14 años, el perro, les es un juguete, que luego tirarán, o abandonarán, pero mientras..., ¡y algunos que se quedan de por vida! A lo mejor, por 14 años, término medio, hasta que gordo, se asfixian al caminar, por no hacer ejercicio, porque nació o Dios los creó, para que anduvieran sueltos, y los tienen entre ascensores y en el piso encerrados, gordos como cochinos, pero su carne no se come, sino en China y Japón, creo.
Pero no he dicho todavía, lo más grave: y es -¡no lo voy a decir!- tenemos muchos, muchísimos miles de perros, y más que vamos a tener con estas lecciones impartidas por los institutos, ¡que somos en toda espakistania (antes España), los del Tabaibal (antes Canarias), los que más perros tenemos, es decir, nadie nos gana en perreras, en perros (el otro día, por San Mateo, adelanté a un señor, con tres perros [¡nada digo de los cazadores, que suelen tener entre los ratoneros, bardinos y otros, a los podencos o de caza, y he contabilizado, hasta más de una decena -de perros- en una sola casa, y el dueño, trabajando p´darles de comer (?).
¡Qué vergüenza, seamos los que más perros en espakistania! Esto habla de nuestro nivel cultural, psicológico y económico. Más perros que un hijo; perros, cuales hijos. ¡Tenemos hasta carnaval de o para los perros! Perros..., ¡no puedo seguir, les ruego me disculpen: me dan asco.
El Padre Báez, que les anima a que tengan por mascota antes que un perro o cualquier otro bicho, una cabrita (si la ponen de baifita, la querrá toda la vida, y la tendrá -como a su perro- en la sala, en la alcoba, en el balcón, en la azotea, en el parque, en el parterre, a la orilla de la carretera, ¡yo que se, búsquese usted la vida! Hierba sobra por todas partes. Y un consejo les doy: a las cabras, les encanta el sol, les da vida y hasta las engorda (¡y dan más leche!).
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