Campos agrícolas en otros tiempos, ahora comidos por el cemento. La última plantación, en esa tierra fértil, fue esa construcción. Tierra, que se vuelve estéril, cuyo fruto único –con toda seguridad-, se lo quede el Banco; el mismo que prestó el dinero para las obras.
Y ya, donde desde la creación del mundo, creció la comida; ahora, esos pisos; pasan hambre, al sustituir un cercado, por un solar.
¡Y son tantos!, que algún día –como en la costa- habrá que tirarlos, para recuperar la tierra de cultivo que ocultan, bajo esos cimientos, que regados por detergentes y detritus, tal vez, nunca más sean fértiles, pero...
Ahí están: el asfalto y la mezcla, ocultando lo que fue pan de nuestras mesas.
Porque quien plantó en la tierra y la deja libre, puede volver a plantar; pero, el que planta en la tierra casas u otras edificaciones (cemento), solo planta eso, de por vida o por siempre, cortando una tradición muchas veces milenarias en siglos...
Los guanches –y hasta nuestros antepasados más recientes- “plantaban” sus casas en riscos, en tesos, en piedras..., con lo que ya tenían el cimiento, y la tierra libre para seguir –de por vida- plantando y comiendo.
El Padre Báez, que ve con pena, cómo tierra de cultivo, es usada, para plantar lo que no va a dar sino una cosecha más: la última.
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