Ese es el curso pendiente, y esa es la signatura pendiente; para los y las que no faltarían alumn@s (creo sobran jardineros y faltan auxiliares de arqueología; que en lugar de andar arrancando hierba que vuelve a salir al día siguiente, arranquen de la tierra nuestro ayer enterrado). Por supuesto, sería cursos y clases gratuitas, y alumnos en paro, o trabajadores no contados como en paro. ¿Dónde los que miren un poco más allá de sus propias narices, y todo esto cuando no en la ganadería y agricultura, que al fin y al cabo, también es cultura?
¿Por qué no un curso, que enseñe los secretos o entresijos de la arqueología, de forma práctica, para que todo el que lo desee se pueda acercar a este mundo tan cerrado, hermético y desconocido?, ¿por qué ese misterio y halo de mito en una profesión tan de tierra y polvo?, ¿por qué no utilizar como aulas esos tantísimos yacimientos que tenemos por todas partes, sin que se les respete al ignorar sus importancias e interés para la ciencia, la historia, la...?, ¿por qué no lecciones prácticas –con las justas de teoría, pero sin pasarse- entre tantos restos de nuestros antepasados, en tantos lugares dispersos?, ¿por qué no simular que se excava para enseñar sin estropear o dañar nada a algo?, ¿por qué...
Sigo, pues, con los interrogantes: ¿falta personal, para impartir estos cursos, teniendo tantos profesores, arqueólogos, licenciados, doctores, etc.?, ¿para qué quieren esa titulación, si no redunda en bien de la enseñanza? Y si no los tuviéramos cualificados pedagógicamente, ¿por qué no invitar a los de fuera (¡seguro, que lo primero que dirían es que quitemos esas planchas de hierro en los yacimientos, que los afean, y los dañan irreparablemente!)? Alguien debe ser el encargado de impartir estos cursos; profesores experimentados en dirigir en arqueología los yacimientos, y que hayan salido fuera a participar en encuentros y ponencias, conferencias y simposios, etc.
Éste, sí que sería una gran aportación a tantos parados, que de forma altruista (gratis), y abierta (a distintos niveles y estamentos, sexo y edad, etc.), donde el “estudiante” aprenda observando y trabajando, relacionándose con el mundo fantástico y aventurado de la arqueología, donde se enseñe y eduque en el arte de excavar, con sus secretos y normas, estilos y experiencias, abiertos a nuevas técnicas y avances; donde la arqueología sea el centro, de forma práctica, y como complemento, todo aquello que pueda enriquecer al candidato a arqueólogo o auxiliar. Será como unas vacaciones: en contacto con la naturaleza, al sol, al aire libre; es cambio, es relax, es distracción, es participar, es deporte, es estudio, es..., ¡tanto en uno!
Alternando periódicamente con la visita a otros yacimientos, para ir ampliando en la diversidad, los conocimientos arqueológicos; hacer algo de deporte, y fraguar el espíritu de explorador de yacimientos (cuevas, sendas, grabados, etc., al paso, con el descubrimiento de cerámicas, lapas, huesos, etc.). Complementando todo esto, con la etnografía y otras ciencias complementarias. Se tendría sí, como recurso seguro a un buen plantel de futuros profesionales, y cuando no, un gran grupo de aficionados o/y colaboradores. La cuestión es, crear alternativa al solo jardinería.
El Padre Báez, que espera ver, algún día la sorpresa de que algo de todo esto, se convierte en realidad, y que para ello, se anuncia con fecha y lugar: programa, curso (gratis), taller, monográficos, técnicas, etc.
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