Ya es mala suerte –y no lo digo por el número 213 de estos comentarios (¡que son más!)-, sino porque personas interesadas, se apuntarían a distintos cursos –que no sean todos de jardinería- para aprender –por ejemplo- sobre cómo conservar tanto material como aparece y tenemos, y al mismo tiempo, para aprender a excavar distintos yacimientos, y ello -más allá por descontado-, para historiadores, arqueólogos, arquitectos, ingenieros, etc., a los que nunca les vendría mal, una puesta a punto.
Ello, ayudaría a mantener en buena conservación ese ingente material obtenido de las distintas excavaciones de otros tantos yacimientos. Y aunque no se llegue a doctorar, ni a licenciar a nadie, ni a convertir a nadie en especialista, sí al menos que se tengan nociones aunque sean elementales, para conservar y hasta para restaurar ese material antes dicho; e ir algo más allá de los simples conocimientos e interdisciplinarlos con complementos de otra materias.
Si al menos se consiguiera tomar conciencia de lo importante que es y al mismo tiempo lo necesario que es, saber lo más elemental de ambas disciplinas (restaurar y conservar), se evitaría el deterioro de tanto material, como se observa por todas partes (y no pongo ejemplos, porque me llevaría a ampliar muchísimo este breve comentario). Y es que es un deber y una obligación, mantener y conservar nuestro rico patrimonio.
Son muchos, los que no tienen ni idea acerca de cómo actuar, ni con qué método procede, ni de qué manera se debe tratar, en caso de urgencia, al desconocer cómo se hace este arte de excavar y lo que le es propio (ahora recuerdo cuando unos quince años atrás, se llevaron a “restaurar” el ídolo de Tara a Madrid [¡]). Para estos menesteres y otros afines, hace falta tener un personal cualificado, para que en su actuar, no dañe lo encontrado, y evite la degradación (piénsese en las naves de Maspalomas, junto a la carretera, por citar un solo ejemplo).
Si se conserva –como en su día hiciera el pobre Museo Canario, utilizando los huesos de los guanches en sus almacenes, para formar gigantescas esculturas geométricas, es de demencia supina o superior, cuando no se sabe qué hacer con el material arqueológico recogido; nada digamos de sus traslado o mantenimiento en casas particulares, expuesto a mil vicisitudes. Todo hay que conservarlo, y todo es un arte.
De lo contrario, estamos expuestos a una degradación progresiva, que acabará con esas piezas (como es el caso de la Cueva de Majada Alta, en Tejeda, donde ya escasa, quedan cuatro figuras de las más de veinte hace unos veinte años). De no aprender a conservar, pronto habremos perdido parte valiosísima e irrecuperable de nuestro tesoro arqueológico. Y lo dicho afecta a cómo conservar, cómo almacenar, cómo transportar, cómo excavar, cómo..., cómo, cómo....
El padre Báez, que está preocupado, por cuanto se extrae algo de una excavación, y ya no se sabe la suerte que corre ese material, hasta llegar a esos depósitos, donde desaparece y no se sabe en qué condiciones (o sí) se mantiene, donde se degrada y se pierde borrándose nuestra Historia.
PD.- Hablando de cursos, otros también ¡y más!, se debieran impartir, como el de en 3D, pues vivimos en la época digital, y aquí seguimos en la pre-historia; que si bien comienza a tenerlos en cuenta la informática, los arquitectos y otros, como que a la arqueología no le han legado esas nuevas todavía. Hay novedosas técnicas de visualización y de representación; y ya va siendo hora, se aplique a esta ciencia arqueológica los modelos tridimensionales. Y a este fin ¿quién o cuál de nuestros arqueólogos, se está especializando en estas recientes técnicas (expresión gráfica, diseño y animación, interacción y recreación, cartografía, etc.)? ¡Hay que estar al día y actualizarse, diversificar y abrir puertas!
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