Que uno recuerde -casi para cumplir los 64 años (en Agosto)-, de pequeño, joven y comienzo de la madurez, lo de la basura, contenedores, camiones, y demás parafernalia de la basura, no existía, ¡ni siquiera concejales del ramo, toda vez, que entonces, todo-todo se reciclaba, a lo sumo si algo quedaba, arte e ingenio había, para deshacerse de ello, pero nunca en plan de ensuciar, sino enmascarar, insertar, enterrar, etc. Y era el caso, que al cien por cien -en una sociedad rural (o campestre)-, todo el mundo tenía su estercolero, que además, era una fuente de riqueza, bien para la tierra, o para los camiones del estiércol, que periódicamente pasaban –por La Lechuza natal, venían de Valleseco- que te pagaban un buen puñado de dinero, y te dejaban limpio la estercolera, que pronto volvía a crecer, con los mil restos orgánicos o no, que todo se pudría, y volvía a ser la nueva y constante fuente de “riqueza”, que paliaba, algún recorte de sueldos, o ampliación de la familia y estudios.
De la mesa, nada sobraba, porque gallinas, perros, gatos, cabras y sobretodo cochinos (la fregaduras), daban buen fin a todo sobrante del comer. Y así, nada se veía sucio, sino todo recogido, todo ordenado, todo higiénico, todo limpio y tanto que en cierta ocasión, un caminante, al paso por mi casa, dijo: “¡en los alrededores de Aurelita (mi madre) se puede amasar una pella de gofio (por lo limpio que los alrededores estaban)!” Y viene ahora todo esto (y fácil es colegir, que lo dicho, era posible cuando había ganadería y agricultura, pues hasta el animal muerto, era abono, para la tierra), porque por doquier -o todas partes- los cubos, los contenedores, los camiones, y el pagar el servicio de recogidas, y el clasificar: si aquí lo orgánico, allí los vidrios, más allá los plásticos, más allá todavía el de los papeles y uno más allá todavía, para la ropa; y tapando visibilidad, estorbando para la conducción, y por si era poco, en pueblos perdidos de la cumbre -pongamos que hablo de Tejeda o Artenara u otros-, que con carreteras de tierra, que antes fueron caminos, entre riscos, y barrancos, de curvas peligrosísimas, y lugares estrechos, y buenas para bestias, y a pie, ahora con escaso asfaltado, con lluvias, con aflojamientos de tierras, con correntías, esos gigantescos y casi faraónicos camiones, venidos Dios sabe de donde, rompiendo calzadas, y jugándose la vida, para recoger lo que antes ardía en un bidón, que en cada casa había, como sustituto del basurero municipal, el que cada vez se hace más pequeño, y cada vez, gana más terreno para sí (¡terreno que perdemos para otros fines [agrícolas]), pero, ¿quién se atreve -al menos que no haya bruma- en prender fuego a nada que arda dentro de un bidón, de donde nunca jamás, desde que los bidones existen, saltara una chispa, y que si saltara, tonto no es nadie para apagarla de inmediato, y no permitir arda su propia casa y propiedades.
Digo, que pensando bien las cosas, sobran esos camiones, que dan hasta miedo, recogiendo de entre cuevas y casas perdidas y colgadas de riscos y laderas de entre barrancos y precipicios, y ya va siendo hora se vuelva a lo de antes, que desaparezcan tanto contenedor de basura, y que vuelva los estercoleros, y los animales, y todo el mundo a reciclar, y a enriquecer la tierra con el estiércol.
Y si ya las áreas comerciales no dan bolsas de plástico -un elemento menos a echar a la basura-, ¡vuelvan las talegas y cestos, para la compra!, ahora que tanto se estila la artesanía, vuelva al uso, y no a la decoración, cuelguen las cencerras de los animales, y se vuelva a limpiar los terrenos con fuego, que es además, el mejor abono: la ceniza, que enriquece a la tierra. En fin se nos ha echado encima un engranaje y buro(burro)cracia, que está acabando con el mundo, llenándose todo de alimañas, ratas, y ratones, por mor, de tanta basura dispersa por el mundo, a cuyo olor llegan, lagartos, las pocas aves que quedan, y los citados roedores, pestilencia total, dispersión de lo que era abono, y un mundo al revés; y es que han querido ciudadanizar el campo, y han hecho en el mismo, réplica, por mor de una política ciega y absurda, que iguala Triana a Artenara (para que rime). Y de paso, ¡de cuántos accidentes y de hasta muertes -por venir- pudiéramos evitar y prevenir.
El Padre Báez, que nuca ha dedicado comentario alguno, y este vez va a los Ajuntas y mientos del campo, y de paso a los de la limpieza por el servicio que nos presta, y que pudiera hacer cada uno por sí mismo.
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