¡Vaya, vaya usted y pregunte!, ¡pregunte el precio de ellos!, ¡los calabacines!, ¡sí, para hacer crema con ellos!, ¡o potaje con gofio!, ¡fritos, son riquísimos, untados con harina y huevo! Vaya a Mercalasplamas, y compre todos los kilos que quiera a 0,02 céntimos de €.
Eso sí, sea solidari@ y pregúntese, que si usted los ha comprado a 2 céntimos el kilo, ¿a cómo se los habrán pagado al que los cultivó? El que los cultivo: compró la semilla –si no la tenía-, tuvo que preparar la tierra (arar, fresar, surcar, etc.), pero no acabó ahí la cosa: tuvo que estercolar, abonar, regar, sulfatar, volver a regar (una y otra, y otra vez), etc. Perdió el sueño, pensando lo que tardaba en venir el fruto de tanto trabajo y desvelo; soñaba con una buena cosecha, y además de cubrir con todos los gastos, sacar algún dinero para ir tirando..., pero ¡su gozo en un pozo!: porque aparecieron los primeros frutos, luego todos juntos, y tuvo que cortarlos, cargarlos, llevarlos, colocarlos, y el intermediario por medio, ¿a cómo se los pagó? Pues si usted los compra por 2 céntimos, piense qué les pudo pagar al productor y agricultor, ¡pobre hombre del campo!, que sudó la gota gorda, y los regó con su sudor, y con sus manos encallecidas, ya encorvado por los dolores que avisan de su edad, que además tuvo en ello a la familia, y hasta tuvo que pagar tractor para arar la tierra, y alguna peonada, para poder hacerlo todo bien y a tiempo, y ahora, tanto esfuerzo, para nada, pues poco menos, que el que se llevaba el rico y sabroso, nutriente y ecológico fruto de la madre tierra, salida de este buen hombre, que se resiste a dejar el campo –acabará dejándolo por pérdida y abuso gubernamental, sin que el cabildo no le ofrezca sino un mercadillo, al que debe abandonar su tierra (no digo finca), para que pasen a compararle casi regalado lo que le ha costado oro y plata, y lo deja en la ruina, digo que, así vea los ojos de Dios, que no les digo –Y HOY NO PONGO PUNTOS Y APARTES- quién y dónde, pero se de quien ante esta situación –y que yo sepa ningún Medio de Comunicación Social se ha hecho eco de esta tragedia, ninguna televisión ha ido a grabarlo, ni en radio alguna se ha dicho nada –que uno sepa- porque el bueno, aburrido y amargado señor y dueño de estos calabacinos, que si los escoge, que si los empaqueta, que si los lleva, etc., es tanto el trabajo, para tan poco dinero, por tantísimo trabajo, que limpiando el terreno, está cortando los calabacinos y echándolos –tirándolos- a la orilla. Y ahora díganme, dónde está la economía, la justicia, la política, el cabildo, la lógica..., que te traigan hortalizas del mundo entero y la nuestra, los productores de aquí la tengan que tirar, porque no les recompensa ni compensa recoger el fruto de su trabajo, porque si lo hace, encima pierde más, y tiene que tirar sus sueños, sus esperanzas, su ilusión, su familia, su dinero..., y ahora, otra pregunta: ¿volverá a plantar el próximo año este agricultor, o será otro más al paro? Usted, ¿qué haría? Y ahora, vengan los del gremio agrícola, los de las asociaciones de agricultores y otras ramas, a justificar el precio-regalo (¡y otro tanto de otros productos!)..., aquí, lo que si bien se cultiva, son las tabaibas y las retamas, los pinos y los acebuches, todo ello con frutas exquisitas, ¡no te digo!, y al que cultiva rábanos, les dan palos para aburrirlo, y: ¡uno menos!, y más tierra para plantar pinos...
El Padre Báez, que hoy llora, la pena del calabacinero; y dicen tenemos una agricultura boyante: ¡¡¡de miseria, usted; de miseria!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario