De niño, uno se crió con ellos; ¡qué lástima de receta, porque es que no me saben a lo mismo, como entonces; y es que su punto debe tener. Es el caso, que creo, hasta hace unos pocos años –dos o tres- los vendían por manojos en las tiendas y más en concreto en los mercadillos; pero últimamente, como que no se ven, porque la gente, no los compraban y han dejado de llevarlos. Y es el caso, que pronto, y ya por algunos sitios se están floreciendo, y entonces ya no se les pueden comer, porque se ponen duros, leñosos. En zonas más sombrías y frías, todavía los hay. Y créanme: es una maravilla, saludables, sanos, baratos, ricos..., en fin que; los cojo, me los traigo, los limpio (les quito alguna hoja amarillosa, la raíz, algún tallo algo duro, y ¡al fuego!, sin más misterio que un poco de sal y agua, y unas papas nuevas; y, después de hervir bien, para que se guisen, un refrito de ajos con pimentón, y bebida el agua, un poco amarga –a no ser que tire la primera y la cambie luego, para que largue la tinta; los jaramagos envueltos o revueltos con gofio; las papas con queso tierno de Cazadores (o de otro lugar), y una ralera con el caldo, y se queda uno, satisfecho y el estómago lo agradece que es una barbaridad. Y es que en cuanto me quedé solo, me tengo que ocupar de mi propia comida, y el campo me la proporciona tan copiosamente, que es una pena no aprovecharla. Al tiempo que pienso, en lo caro que está todo, y lo que a muchos les cuesta comer, a la par que los jaramagos, por esos campos y mundos de Dios, es una riquísima comida –les aseguro, que poco placer como el de comer jaramagos revueltos con gofio- que se seca, que muchos desconocen, y hasta un vecino cubano, extrañado me preguntó que hacía con ese caldero con esas hierbas. Un yerbajo riquísimo, que no es col, ni es acelga, que familia del relinchón o jaramagón, es un manjar. El otro día un practicante de yoga, en el grupo sabatino nos dijo, que subió a la cumbre -algo dije de los jaramagos-, que nos contó cómo él subió a la zona y se los trajo, que en su casa, además de cocinar una porción, guardaron el resto en el congelador,para más adelante repetir el manjar, todo esto con la cara de asombro de algunos yoguis y yoguinis al desconocer el tema. Recuerdo, que antes, con la matanza del cochino, se le ponía un poco de tocino, y la “hila” nos la rifábamos, como una golosina (el otro día le puse algo de carne de cochino, y me supo a rancio, no sé; tal vez sea la proporción; lo cierto es que no volví a ponerle carne de cochino; es más sano sin ella, aunque no tenga el mismo gusto. Y es que cuando los Domingos –alguna vez, por casa de la familia veo que las teles enseñan a cocinar, y que las revistas basura que regalan con la prensa asquerosa, ninguna da una receta como la de un servidor, me he atrevido a ello, sin ser cocinero, que parecen modernamente son más famosos que los mismos filósofos o/y político, y ello ya lo vemos: raro y rara es la publicación, revista, programa, etc., de radio prensa y tele, que no nos den unas recetas tan raras y complicadas, que cada vez que he intentado hacer lo que dicen lo dejo, porque los ingredientes tienen unos nombres tan raros, que como no los tengo, ni dónde comprarlos, desisto, y sigo como en los tiempos de mi abuela: un caldito de jaramagos, con papas tiernas, con queso y gofio, y qué rico que está. Tanto, que como hagan buen caldero de ellos, me dan para más de una comida, hasta para tres, que si la alterno, como jaramagos un día sí y el otro no durante una semana, repongo el fon de semana la nueva porción en caja o saco, y al coche, los mondo, los pongo en agua y se mantienen frescos. Y es, una delicia. tanto, que recordando-recordando, recuerdo que en casa, cuando niño, a mis hermanas, mi madre, las mandaba a “jaramaguiar”, que era la acción de entresacar jaramagos de entre los cercados de sementera o sembrado, cosa que nadie prohibía, por más que fuera en lo ajeno, pues en ese rebusco, se alimentaba una familia, y los jaramagos, no se les negaba a nadie, por más que se pisara el sembrado, pero el buen tiempo, volvía a enderezar la comida caída o pisada. Total, una filosofía y práctica; una cocina y comida, que desaparece, para comer porquería, que engorda, y mata. Así que, para adelgazar, y estar fuerte, y tener buena salud, nada como mi plato de jaramago. Después de esto, solo me queda, invitar al que esto lea a que se pase por mi casa –si lleva el gusto-, y le invito a un plato de jaramagos, con otro donde el gofio y revolverlos, y como quien come espaguetis, enredándolos en el tenedor, son bocados exquisitos que saben a gloria; y si con el complemento de la papa nueva, con queso tierno, es que te chupas los dedos.
Pues éstas teneos: que mientras algunos casi se mueren de hambre, y otros comen porquerías, los campos llenos de jaramagos, nos están diciendo: cómanme, cómanme. Y encima son gratis; muy digestivos, fortalecen y adelgazantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario