Por tratarse del nº 200 aunque son muchos más, porque comenzamos a enumerarlos cuando ya habían salido muchos de estos comentarios), vamos a hacer un especial. Y, precisamente, un nº, dedicado a algo que se denunció desde el principio, y sigue sin solución. Se trata, de las planchas de hierro, que el cabildo ha ido colocando en todo y cada yacimiento arqueológico o histórico que restaura o excava, y así tanto en un yacimiento, como en un castillo (o en más), el hierro es omnipresente, sin venir a cuento, y sin que nadie haya explicado la razón de esta macro empresa que se forra a base de poner hierros donde no hace alta, y sin que sepamos, qué presunta corruptela anda de por medio, sin que nadie la haya detectado, salvo un servidor, pero ¡vamos al grano!
El deterioro de los yacimientos –y donde quiera hayan puesto las dichas planchas de hierro-, es algo que salta a la vista; es decir es visible y palpable, por cualquier visitante o simple viandante o transeúnte. Las planchas de hierro en los lugares ya señalados, por el efecto de la humedad y según la cercanía al mar, por la influencia de esta sobre o en ellos es algo más que patente. Y es el cao, que no ponen remedio, que pasa, por el solo y único de retirarlas de donde indebidamente las pusieron; pues no cumplen ninguna función, y pegan como una patada en la barriga, por decirlo coloquialmente.
Los arqueólogos encargados del patrimonio, parece que ciegos, no quieren ver el daño que dicha o esa dichosas planchas de hierro, ocasionan a los yacimientos y demás en sí (a ellos mismos), sino que además ignoran -o no quieren ver-, el daño posible a visitantes. A simple vista, esté el riesgo, toda vez, que entre otros males, el óxido que chorrea sobre piedras, manchándolo todo de un color por demás desagradable, por recordar otras acciones. Y no se entiende que un personal, encargado de mantener en su integridad y fidelidad un yacimiento o edificio, que en lugar de conservarlo, lo deterioran y de forma irreparable, toda vez, que al tratarse de un material llamado “cortén”, su herrumbre u oxidación, no tienen aún descubierto el material que lo limpie, siendo imposible borrar el daño causado.
Tenemos un gravísimo problema, que afecta al yacimiento directamente, y va mucho más allá, y es el aspecto estético, ya que la “tinta” marrón, que cae y corre por entre lo que debe ser preservado de todo daño, es algo que afea y daña al “ente”, lugar y espacio. Y todo ello, con lo fácil que sería la solución (el daño hecho u ocasionado, ya no tienen solución, pero se puede evitar éste vaya a más). Con el agravante que no soluciona nada, y es mucho el mal que produce, y que para evitar vaya en aumento este deterioro de nuestro real (digo “real”, por lo de los Guanartemes) patrimonio arqueológico e histórico, toda solución pasa por el único camino de: retirar, las planchas de hierro de donde, sin venir a cuento, y sin que tengan ninguna razón de ser, las colocaron en un mal día (¡muchos malos días!).
Nunca pensaron los guanches, en que les irían a recubrir sus obras o restos, con un material que aunque lo conocían, no o producían ni tenían; lo cual ya es en sí una incongruencia que grita al cielo. Porque si al menos fuera acero –que tampoco- este al menos no churrea o chorrea óxidos, y por tanto no perjudicaría tanto a nuestras joyas y tesoros que son los dichos yacimientos y edificios.
Espero, que diagnosticada la enfermedad, pongan remedio a la misma, y solucionen un gravísimo problema, de mínimo costo: retirar, sin más las planchas, que además de desdecir del lugar donde están, hacen el daño ya reseñado. ha sido un añadido que deteriora lo que toca; algo que no es necesario, ni cumple ninguna tarea. Más aún, donde todo es de piedra, un elemento extraño a sus constructores, es algo inadmisible, y que repugna aún a los profanos. Repitamos, que las estructuras dichas, están bastante dañadas o perjudicadas, por algo que no tiene pie ni cabeza, salvo que oculte un pelotazo, propio de una prevista corrupción, de entra las tantas a las que estamos servidos.
Ya es hora -“¡y nunca es tarde!”-, para reparar el daño (¡imposible!), y evitar un daño mayor; es un materia no necesario y antagónico. Añado, que para colocar las dichas planchas, se hizo en su día un daño al yacimiento u edificio, al incorporar un elemento inadecuado, que exigía un espacio y lugar, para el cual se desplazó, y se cambió la forma del lugar, para dar cabida a kilómetros y kilómetros de dicha planchas, que rayan los dos metros por uno, y que colocadas dobles (no un a sobre la otra, sino una al lado de la otra), forman auténticas vías de comunicación y avenidas, y para su ubicación y diseño o proyecto, se tuvo que echar mano de pesados tractores, que movían y removían tierras que no se debían tocar o estructuras. Es decir, las planchas en los dichos lugares, no han sido sino un inconveniente, en varios sentidos.
No se debe instalar un material y unas estructuras, que no lo tienen ni precisan unas planchas que nada resuelven y que mucho dificultan. En otros lugares, la prensa investigadora, ya hubieran dado con el negocio sucio, que presuntamente, está relacionado con esta cuestión, pero aquí ya se sabe, nos hablan del agua caída en la cumbre y de un carnaval que no acaba nunca, echando como es lógico, balones fuera, para ayudar a los que les publicitan espacios hasta en blanco. Que en todo caso, se ha de mantener el diseño de la estructura o yacimiento, tal y como salió de las manos de los que lo construyeron, y no cambiarles la fisonomía, como lo vería hasta el más rudo de los visitantes. Les mostramos algo, que no tienen que ver con sus autores, sino algo esperpéntico, que solo justifica, los dineros que han corrido a costa del patrimonio (y ya esto no, es presunto, porque se puede calcular –contando las (planchas innumerables)-, y multiplicar por el precio de la unidad, sin más. Tarea que encomiendo a otros.
Y dijo y añado, que cualquier intervención, que se proyecte en un yacimiento arqueológico o histórico, en plan de reforma, siendo así que los autores están desaparecidos siglos atrás, los guanches, de ver lo que hacen en lo que ellos hicieron, no lo aprobarían, porque además de desproporcionado -y más cuando cambian la piel de lo hecho (hierro por piedras)-, y que no se puede ni debe conjugar lo antiguo con lo moderno. Los guanches, hacían o hicieron algo puro y limpio, y ahora vienen estos y le añaden algo ex-pureo y extraño. Modifican pues, el proyecto guanche, con algo nuevo y distinto, y esto: ¡esto no es válido, ni de rigor! Incorporar un elemento extraño a un yacimiento u edificio antiguo, es contaminarlo (téngase en cuneta el óxido, al margen de otros daños, que no corresponden al proyecto inicial o primero, que se ha de conservar). No, no caben nuevos materiales en el patrimonio (¡deja de serlo!). Si se modifica un yacimiento, ya es otra cosa.
Digamos tres cosas más, para terminar, y no cansar al amble lector (que es mucho lo que tengo que decir, pero dejémoslo en tres apartados más):
a) que los técnicos estudien el deterioro ocasionado por las planchas, y solucionen el asunto de forma y manera urgente. Que se dejen de empresas y de soluciones, que no anden en ofertas ni otros engaños, y que sin demora, pasen a la solución, que pasa por quitar esas planchas, y así aparezca y se mantenga el diseño dejado por los que lo hicieron (sea en yacimientos o en edificios). ¡Respeten la originalidad, y retiren todo añadido improcedente!
b) que el deterioro en los lugares y sitios dichos, muestran un aspecto enfermo, en el que se resienten las estructuras pertinentes; que además del deterioro señalado, está el de la estética o belleza; es algo feo, horripilante, desagradable; esas manchas de óxido no benefician en nada (¡todo lo contrario!), y desdice de nuestra administración, cabildo, cultura, universidad, gobierno, ajuntas y mientos, que entre todos permiten ese estado lamentable que presenta nuestro patrimonio. Y,
c) que el dinero invertido en poner esas planchas de hierro, ha sido un dinero perdido; esas planchas, no reparan ni mejoran, ni solucionan nada; al contrario: son un insulto a un trabajo bien hecho; es algo incomprensible, algo injustificable. salta a la vista, que es algo que no, que no va. las planchas, no pueden sustituir un camino en buen estado; las planchas no pintan nada en donde no tienen cabida, sino imposición y capricho (cuando no el presunto negocio sucio que intuyo); pues, va y vienen que el vandalismo contra el patrimonio, no vienen de fuera sino desde dentro, es decir: del mismo cabildo, que es quien tienen que velar por la integridad y buena salud del patrimonio (ahora sucio, manchado, oxidado, etc.).
El padre Báez, que mucho se teme, que en lugar de ir a menos –las planchas de hierro en el patrimonio- éstas, vayan a más, pues cada vez que dicen excavar algo, se lee entre línea que van a poner las planchas de hiero, en el subterfugio de decir: “hacerlas accesibles”, ¿esconde la pretensión y predisposición de poner más planchas de hierro para que se pueda acceder al recinto?, ¡mucho me lo temo que sí, y en este caso, “peor el remedio que la enfermedad”.
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