Comunicarles a mis amigos, que agradezco la prensa hermana de Tenerife “El Día”, se ocupe de transcribir y publicar algunos de mis comentarios a la par que la propia, es decdir la de aquí (la del Gran Tabaibal [antes Gran Canaria]), me ningunea, y solo espera algo negativo, para fustigarme, con mentiras.
PADRE FERNANDO BÁEZ *
Chillida-Tindaya
ESTA joya del arte no la encontró el artista vasco en sus Pirineos -una montaña que agujerear-, sino que tuvo que venir a Canarias y a una isla (Fuerteventura) sin montañas (pocas y pequeñas), con el agravante de que en el caso de la de Tindaya, que es sagrada, los guanches pusieron en su superficie, además de otras obras (casas y edificios funerarios), los famosos y únicos podomorfos (huellas grabadas de pies), en cantidad y por todas partes, con el significado de unas imágenes, cuales gestos que vemos en hospitales y similares, donde dedos en la boca quieren decir silencio, que, en el caso de los guanches, quieren decir, sin lugar a dudas, "prohibido el paso", "lugar sagrado", "no pasen", "no pasar", etc.
Pues a pesar de esta prohibición por parte de los guanches, a este vasco y a los políticos canarios, en connivencia con empresarios, sabedores del valor de la piedra en las entrañas de la montaña, no les importó nada el verdadero arte de los grabados, y nada les importa esto, sino que se inventan un nuevo "arte" que anula el anterior (el de los guanches), algo así como si sobre el lienzo de "Las Meninas" de Velázquez Pepe Dámaso pintara una hoja calada o un drago, como si no hubiera lienzos donde pintar, sino en el del citado. Aquí se inventan unos cubos gigantes, tantos como piedra se extraiga -de más valor que el mármol-, y nos dicen que eso es arte, cuando es un negocio, y nos engañan en previsión, probable, de presuntos turistas que nos enriquecerían con sus visitas a la cueva, sin darse cuenta de que la mentira tiene las piernas tan cortas que se la coge enseguida, como es el caso, pues todo turista que viene a Canarias lo hace huyendo del frío y de la sombra, es decir, para tumbarse al sol y en la playa. ¿Cree alguien con dos dedos de frente que un solo turista del mundo va a venir a Canarias -en concreto Fuerteventura- para meterse en las entrañas de una montaña, en una cueva gigante, mayor que la de Alí Babá y los cuarenta ladrones?; aquí, más de cuarenta ladrones que destrozan el arte sagrado y la sagrada montaña de Tindaya, que sí sería visitada, pero cresteando y haciendo senderismo para fotografiar y ver los podomorfos, no para entrar en la sombra de una cueva que se puede caer por el vaciado de la misma, al dejarla en el cascarón, razón por la que no entrará ni uno en esa cueva, que no debe ser ni tocada. Y así como en su día se defendió Veneguera con el término "salvar", tenemos que salvar Tindaya; Tindaya es un patrimonio arqueológico e histórico canario y mundial, y en ningún lugar del mundo lo dejarían hacer, salvo aquí, donde no se respeta ni el arte ni a la misma madre naturaleza, que es sagrada.
Da pena que los políticos no defiendan, sino que entreguen a los de fuera, nuestra tierra, que la destruyen, y nos quedamos sin nada. Lo venden todo; hasta sus almas al diablo (ahora son aconfesionales, laicistas, agnósticos, indiferentes religiosos, ateos, etc.). No temen a Dios ni a los hombres. Deberíamos hacer como los de Túnez y Egipto: ¡¡echarlos!!
Por otra parte, es lo mismo que pasa aquí, en Canaria, que allá donde haya un yacimiento, como en Fuerteventura, se lo cargan metiendo planchas de hierro. Tindaya, ni tocarla; Tindaya, piedra nuestra que ha salido hasta Egipto, Francia, Italia... Se han llevado la piedra, los colores... Chillida, que en paz descanse, sí puede, por el mal que nos ha hecho, y en el infierno que nos ha creado, dejarla en su "paz", y nosotros, amigos, defendámonos de artistas de fuera y de los políticos, que ni un Chillida ni un millón de Chillidas valen lo que un solo guanche artista que nos dejó esos pies grabados -repito, ¡los únicos del mundo!-, a punto de desaparecer por el negocio y posterior hundimiento de la montaña, cuya piedra seguirán aprovechando estos granujas.
Lo último que puede hacer un canario es vender su tierra, entregarla a gente de fuera, cargándose y destruyendo nuestro arte. En Egipto ¿también lo harían? Canarias traiciona sus raíces, su pasado, va contra su esencia y su identidad. Prefieren la cueva de un vasco a los podomorfos de los guanches, saltándose la orden que nos dejaron: "¡No entrar ni pisar, que esto es terreno sagrado; entren descalzos!". Pues se lo saltan y no hacen caso a la voz del pasado.
* Sacerdote canario
Pues a pesar de esta prohibición por parte de los guanches, a este vasco y a los políticos canarios, en connivencia con empresarios, sabedores del valor de la piedra en las entrañas de la montaña, no les importó nada el verdadero arte de los grabados, y nada les importa esto, sino que se inventan un nuevo "arte" que anula el anterior (el de los guanches), algo así como si sobre el lienzo de "Las Meninas" de Velázquez Pepe Dámaso pintara una hoja calada o un drago, como si no hubiera lienzos donde pintar, sino en el del citado. Aquí se inventan unos cubos gigantes, tantos como piedra se extraiga -de más valor que el mármol-, y nos dicen que eso es arte, cuando es un negocio, y nos engañan en previsión, probable, de presuntos turistas que nos enriquecerían con sus visitas a la cueva, sin darse cuenta de que la mentira tiene las piernas tan cortas que se la coge enseguida, como es el caso, pues todo turista que viene a Canarias lo hace huyendo del frío y de la sombra, es decir, para tumbarse al sol y en la playa. ¿Cree alguien con dos dedos de frente que un solo turista del mundo va a venir a Canarias -en concreto Fuerteventura- para meterse en las entrañas de una montaña, en una cueva gigante, mayor que la de Alí Babá y los cuarenta ladrones?; aquí, más de cuarenta ladrones que destrozan el arte sagrado y la sagrada montaña de Tindaya, que sí sería visitada, pero cresteando y haciendo senderismo para fotografiar y ver los podomorfos, no para entrar en la sombra de una cueva que se puede caer por el vaciado de la misma, al dejarla en el cascarón, razón por la que no entrará ni uno en esa cueva, que no debe ser ni tocada. Y así como en su día se defendió Veneguera con el término "salvar", tenemos que salvar Tindaya; Tindaya es un patrimonio arqueológico e histórico canario y mundial, y en ningún lugar del mundo lo dejarían hacer, salvo aquí, donde no se respeta ni el arte ni a la misma madre naturaleza, que es sagrada.
Da pena que los políticos no defiendan, sino que entreguen a los de fuera, nuestra tierra, que la destruyen, y nos quedamos sin nada. Lo venden todo; hasta sus almas al diablo (ahora son aconfesionales, laicistas, agnósticos, indiferentes religiosos, ateos, etc.). No temen a Dios ni a los hombres. Deberíamos hacer como los de Túnez y Egipto: ¡¡echarlos!!
Por otra parte, es lo mismo que pasa aquí, en Canaria, que allá donde haya un yacimiento, como en Fuerteventura, se lo cargan metiendo planchas de hierro. Tindaya, ni tocarla; Tindaya, piedra nuestra que ha salido hasta Egipto, Francia, Italia... Se han llevado la piedra, los colores... Chillida, que en paz descanse, sí puede, por el mal que nos ha hecho, y en el infierno que nos ha creado, dejarla en su "paz", y nosotros, amigos, defendámonos de artistas de fuera y de los políticos, que ni un Chillida ni un millón de Chillidas valen lo que un solo guanche artista que nos dejó esos pies grabados -repito, ¡los únicos del mundo!-, a punto de desaparecer por el negocio y posterior hundimiento de la montaña, cuya piedra seguirán aprovechando estos granujas.
Lo último que puede hacer un canario es vender su tierra, entregarla a gente de fuera, cargándose y destruyendo nuestro arte. En Egipto ¿también lo harían? Canarias traiciona sus raíces, su pasado, va contra su esencia y su identidad. Prefieren la cueva de un vasco a los podomorfos de los guanches, saltándose la orden que nos dejaron: "¡No entrar ni pisar, que esto es terreno sagrado; entren descalzos!". Pues se lo saltan y no hacen caso a la voz del pasado.
* Sacerdote canario
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